Después de aquella actuación, la chica se veía agitada y débil, hasta que perdió el equilibrio y cayó al suelo. Los chicos esperaron un momento, por si alguien más aparecía, pero nadie lo hizo.
—Hay que arriesgarse, vamos —dijo Korra, tomando la iniciativa.
—Espera... —respondió Akie.
Korra se acercó a la chica con cautela, sintiendo una leve tensión con cada paso. Akie se mantuvo a unos metros, vigilante. Al llegar, Korra se arrodilló para examinar la situacion. A pesar de estar inconsciente, la chica se aferraba a su violín. Korra tiró con fuerza hasta que logró arrebatárselo. La chica murmuraba: "Es mío, déjenlo", lo que provocó en Korra una sensación de culpa. Notó que sudaba profusamente. Sin dudarlo, le palpó la frente y percibió que su estado era preocupante, con una fiebre muy alta.
—¡Akie, ven a ayudarme! —exclamó Korra.
—¿Qué pasa? —respondió Akie mientras corría hacia él.
—No podemos entregarla en este estado.
—Entonces, ¿Qué planeas? ¿Llevarla con nosotros y curarla? —respondió Akie con un tono sarcástico.
—Sí —respondió Korra, decidido—. Vendrá con nosotros.
La breve sonrisa en el rostro de Akie se desvaneció mientras regresaba a ver a Korra
—¿Estás loco? ¿Llevar a una posible ladrona?
—No sabemos si es una delincuente, pero mira cómo está. La ataremos por seguridad —propuso Korra.
—A veces te pasas de bueno —dijo Akie—. Pero si te contradigo ahora, solo perderemos tiempo.
—Gracias —respondió Korra con una sonrisa.
La razón que lo motivó a tomar esa decisión fue ese extraño sentimiento de culpa que lo invadió al escuchar sus palabras y vacío en sus ojos. Akie cargó el equipo y el violín, mientras Korra llevó a la chica. El viento se hizo más fuerte y la oscuridad dificultaba el regreso, retrasándolos.
Al llegar a casa, Shiina se sobresaltó al ver a la chica y empezó a cuestionarlos, pero los chicos la ignoraron mientras acomodaban a la desconocida. Algo insatisfecha, empezó a ayudarlos. Una vez que estabilizaron su fiebre, explicaron todo a Shiina.
—¿¡Una ladrona!? —exclamó Shiina, sorprendida.
—Eres muy ruidosa. —le regaño Korra—. Es lo que creemos, la única explicación lógica que encontramos.
—¿Por qué la trajiste? Es peligroso tenerla aquí —dijo Shiina, molesta.
—No podía dejarla en esas condiciones.
—A veces me preocupa que tus decisiones te traigan problemas —recalcó Shiina.
—No eres la única que lo piensa —agregó Akie, cruzado de brazos.
—Tranquilos, si hay problemas, los tengo a ustedes —respondió Korra con una sonrisa.
Después de la conversación, Korra salió a despejar su mente. Ni siquiera él entendía completamente por qué decidió ayudarla. La chica no parecía ser peligrosa; de hecho, le causaba intriga el motivo por el cual alguien se aferraba tanto a un violín.
Miró al cielo; era una noche oscura, muy diferente a lo usual. Un día con suerte, para Korra, siempre venía acompañado de una media luna. Siempre había creído que la otra mitad de su belleza te la brindaba en el transcurso del día, para así al anochecer complementar la vista. Un día melancólico venía acompañado de una luna llena, ya que dejaba toda su belleza allí arriba. Era una forma muy extraña de definir si fue o no un buen día. Empezó a buscar, pero no encontró su objetivo. Al parecer, tenía razón; fue un día de ausencia, un día vacío; una noche sin luna.
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La Última Alma
FantasyEn un mundo donde los demonios, también conocidos como personas elegidas por el destino, portan habilidades especiales, los clanes dominan el poder y las bestias son capaces de destruir países enteros. Korra Abukara, un joven de 17 años, sueña con e...