Korra no sabía qué ver. Si al copo o a ella, no duró mucho en esa duda cuando ella cerró el puño bruscamente, destruyendo esa bella figura.
—Aun no domino por completo este poder, solo puedo controlar una pequeña parte —aclaró— Hace dos años, en una misión fuimos atacados en el bosque de Krich, solo éramos Adolfo y yo. Adolfo resultó muy herido por mi culpa y mi desesperación me consumió en el odio, solo colapsé y Shellea se me presento luego se manifestó —hizo una breve pausa a la vez que suspiraba.
—Entiendo—dijo Korra casi susurrando— ¿El grupo lo sabe?
—No todos —Respondió— Los únicos que saben son Ronny, George, Melly y ahora tú. Alan y Aldolfo creen que soy un demonio de hielo.
Los hermosos ojos miel de Rin no tenían el mismo brillo que esa chica con sueños y entusiasmos suelian tener.
—Levanta esa mirada —indico Korra mientras acariciaba su mejilla— eres una chica increíble es momento de dejar el pasado atrás. No mereces torturarte.
—Temo por todos, por mi, por los nuevos —respondió inmediatamente con un tono agitado— temo por ti. Todo este tiempo que hemos junto al gran árbol, siento algo especial en ti que me produce una gran calma es como si del cielo, una estrella hubiera bajado y se apiadase de mi.
Eso provocó que el pulso de Korra aumentará y tratando de evitar sonrojarme rápidamente movió su mano de su mejilla y giró la cabeza hacia el cielo. ¿Qué te pasa? se cuestionó. "No es el momento para esto" empezó a reprenderse. Para Korra, Rin era una chica, misteriosa, gentil, divertida, serena y segura que no podía negar que en los dos meses y poco mas que tenía en el grupo empezaba a sentir algo por ella. Ambos se quedaron en silencio por un rato, lentamente Rin apoyó su cabeza en el hombro de Korra. Algo nervioso Korra la regresó a ver para percatarse que se había dormido. Rin se encontraba muy cansada, Korra solo sonrio, cada segundo no dudó en aprovechar y admirarla. Poco a poco el sueño le fue ganando a Korra, hasta que se durmió.
Cuando despertó Korra se encontraba solo junto al gran árbol. Miro el horizonte y podía notar el alba del amanecer, era encantador. Después de presenciar el hermoso evento, se levantó y procedió a regresar a la base. Al llegar, como suponía, nadie estaba aún de pie; incluso se escuchaban algunos ronquidos. El día empezó a transcurrir y poco a poco los demás comenzaron a aparecer. Tenía un poco más de movilidad y el dolor ya era soportable. Se sentía tranquilo en el campo mientras tomaba un poco de aire, cuando de repente sintió cómo alguien se posicionaba detrás de él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —dijo Shiina, visiblemente enojada— ¡Deberías estar descansando!
Ella lo regañó mientras Adolfo y George se reían de la escena. Tomándolo de la mano, lo llevó al cuarto de recuperación. Al entrar, encontraron a Akie sentado en la cama. Shiina, al verlo, no pudo evitar sonreir.
—Me alegra verlos —dijo Akie con calma—. Korra, por un momento pensé que te habíamos perdido. Tuve miedo, pensé que sería mi deber cuidar de la roja —finalizó entre risas cautelosas.
—Ja, ja, ja. Qué chistoso. Agradece que estés en esas condiciones —le reprochó Shiina.
Korra simplemente los miró y rió. Luego se giró hacia Akie, y las palabras comenzaron a fluir.
—En serio, gracias. Esto nunca lo voy a olvidar.
—No tienes que agradecer. Ambos son muy importantes para mí —dijo Akie con seriedad—. No lo pensaría dos veces. Es algo normal cuando se trata de familia.
Korra se sentó a su lado, mientras le preguntaba sobre su estado. Shiina comenzó a acercarse y, tras charlar un poco, la nostalgia de estar los tres juntos invadió su corazon. Sin poder contenerse más, Shiina terminó llorando mientras los abrazaba, hasta que se quedó dormida. Tanto su hermano como Akie la recostaron y dejaron que descansara, al igual que estaban en espera de la recuperación de Sora; ella también se había ganado su confianza y cariño.
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La Última Alma
FantasyEn un mundo donde los demonios, también conocidos como personas elegidas por el destino, portan habilidades especiales, los clanes dominan el poder y las bestias son capaces de destruir países enteros. Korra Abukara, un joven de 17 años, sueña con e...