Capitulo XI: Sin Alas

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La mirada de Rin había inquietado profundamente a Korra, tanto que después de intercambiar unas cuantas palabras, decidieron permanecer en silencio. Tras una cordial despedida, se retiraron a descansar. A la mañana siguiente, Korra se sentía notablemente nervioso, ansioso por concluir de una vez por todas la misión. Mientras todos se preparaban en el campamento para el anochecer, Rin nuevamente brillaba por su ausencia. Para despejar la mente, Korra se dirigió hacia el gran árbol y tomó un breve descanso, deleitándose con las impresionantes vistas. Mientras contemplaba el horizonte, sintiendo la fresca brisa acariciar su rostro, reflexionó sobre los acontecimientos hasta el momento, percatándose de cómo el tiempo había pasado velozmente. Al retornar a la realidad, se puso en pie de inmediato y se encaminó hacia su habitación para terminar de alistarse.

Era casi la hora de partir, todos estaban reunidos en el campamento, a excepción de Ronny y Rin. Dentro de Korra empezaba a crecer el sentimiento de preocupación por Shiina. De repente, sintió una mano tocar su hombro. Sintió un susto de inmediato y al regresar a ver, era Alan con una sonrisa muy carismática.

—¿Qué tal, Korra? No te he visto en todo el día desde esta mañana.

—Vaya susto me has dado —respondió Korra algo tímido—. Estuve meditando en el gran árbol —respondió Korra.

—Ups, perdóname —dijo Alan algo apenado—. Es normal estar nervioso en una situación así.

—No te preocupes. Por ahora solo me importa más el bienestar de Shiina y mis amigos.

—Shiina, eh... —dijo Alan con un tono seguro—. Esa chica me sorprende cada día. Su nivel de entendimiento y aprendizaje es muy alto. Además, tenerte a ti como hermano me asegura que son un dúo tremendo. —Hizo una breve pausa y con un gesto lleno de confianza continuó— Tranquilo, todo estará bien.

El intento de Alan por motivar a Korra estaba siendo bien recibido, pero a pesar de que su intento era preciado, era algo inútil. Instantes después, Ronny y Rin llegaron. Una vez ya todos juntos, Ronny empezó a dar las últimas instrucciones, claras y detalladas como un excelente líder. Comenzó expresando su comprensión ante la idea aparentemente descabellada de desafiar a los cuatro Cuervos simultáneamente. Según los informes recopilados, los cuatro Cuervos encargados de proteger al Conde esa noche eran recién ascendidos, lo que indicaba que portaban placas de bronce.

Después de repasar hasta el más mínimo detalle, concluyó con una frase que infundía seguridad, enfatizando la importancia de la unidad y la necesidad de cuidarse mutuamente en ese desafío.

Korra dirigió inconscientemente su mirada hacia Rin, cuyos ojos aún reflejaban una expresión desconcertante. No pudo evitar preocuparse por ella también. Tenía el impulso de acercarse, pero comprendía que ese no era el momento adecuado. Además, le preocupaba que su gesto pudiera resultar incómodo y no quería causarle molestias.

El Conde Gostgort, señor de Arcadelle en la Nación de Moltan, es temido en toda la región por su mirada fría como el acero y su voluntad de hierro. Conocido como un tirano implacable, gobierna sobre sus súbditos con mano dura. Los habitantes de Arcadelle viven en constante temor, y leyes duras para mantenerlos controlados. La crueldad de Gostgort no se limita a su propio pueblo; sus ambiciones lo han llevado a extender su influencia sobre los territorios vecinos, sometiendo a los señores menores y a los pueblos cercanos mediante la fuerza y la intimidación.

Después de un viaje arduo y algo agotador, Ronny anunció que estaban cerca, lo que indicaba que era momento de estar alerta. En ese instante, Alan tomó otro camino; su tarea era proporcionar cobertura para todos en el campo de batalla. Necesitaba posicionarse en un punto elevado que le ofreciera una visión clara y la capacidad de camuflarse para no ser detectado.

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