S. Temporada♡ Capítulo 1.

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—Bueno —suspiré cerrando mis maletas—. Ya está todo empacado y listo. Coloqué los equipajes en el piso y me estiré, haciendo sonar los huesos de mi espalda.

—Así que... finalmente te vas. —Sabrina me miraba triste.

—Hey, tú sabías que yo no pertenezco aquí. Sólo vine a estudiar pequeña revoltosa.

—Voy a extrañarte.

La abracé fuerte, recordando cómo nos habíamos conocido y nos hicimos grandes amigas. Nunca dejaré de estarle agradecida por permitirme quedar en su apartamento con ella para que no me quedara sola en las instalaciones de la Universidad.

—Yo también voy a extrañarte, Sab —murmuré dejando caer una lágrima.

Luego de unos minutos, miré mi reloj de mano y se me estaba haciendo tarde para tomar el vuelo. La bocina de un auto se oyó fuerte.

—¿Llamaste a un taxi? —ella asintió y tomó unas de mis maletas para ayudarme—. Dios, eres de lo mejor.

Sabrina me acompañó hasta el coche, guardando mis maletas en el baúl. Se acercó al taxista y le dijo unas palabras que no pude descifrar. Luego se acercó a mi ventana.

—Voy a extrañarte muchísimo compañera.

—¿Te llamaré, de acuerdo? —ella asintió emocionada. Subió a la acera y me saludó con la mano. Yo saqué medio cuerpo por la ventanilla y me despedí a mi modo—. ¡GRACIAS POR TODO! ¡NUNCA TE OLVIDARE!

Sabrina rió y siguió saludando hasta que el taxi dobló la esquina y el edificio blanco quedó atrás. Suspiré y me metí para adentro, no quería correr el riesgo de que me despedacen los otros autos. Me puse los auriculares y recordé cuando había llegado aquí, mis nervios, mi sarcasmo como defensa y una portátil para charlar con mi familia solamente los sábados por la noche. Recordé cuando conocí a Sabrina, esa chica rubia de ojos celestes que desde un principio siempre estuvo para ayudarme y dispuesta para que yo lograra entender lo mínimo del francés. Busqué en mi celular y miré las fotos que tenía de recuerdo de este hermoso lugar, y gracias a Dios que había traído mi cámara, a cada lado que iba llevaba a mi pequeña para que nunca me olvidara de que vine a París.

—¿Señorita? —el chofer movía las manos frente a mí.

—¿Sí? —me quité los auriculares.

—Ya estamos en el aeropuerto.

—Oh, déjeme buscar el dinero... —empecé a hurgar en mi bolso buscando mi billetera pero la risa del hombre hizo que lo mirara.

—No hace falta. Su amiga ya me ha pagado —lo miré con la boca abierta y luego reí.

—Dios, debería matarla. Pero gracias.

Saqué las maletas y me adentré al aeropuerto. Fui a la zona de embarque y saqué el pasaje junto con el pasaporte y documento. Miré el reloj. Había llegado justo a tiempo.

Pasajeros con destino a California, por favor abordar por plataforma 4. Repetimos, pasajeros con destino a California, abordar por plataforma 4. Gracias.

Me dirigí hacia la azafata y le entregué mi equipaje para que lo guardaran, solamente me quedé con mi mochila de viaje.

—Disfrute de su vuelo —dijo la mujer con voz monótona. Parecía que lo único que decía era esa frase una y otra vez.

Asentí y caminé por el largo pasillo hasta llegar al avión. Subí y me acomodé en mi asiento y fue ahí, cuando mis nervios empezaron. ¿Cómo estará mi madre? ¿Y las chicas? ¿Qué habrá sido de sus carreras como actrices?

¿Qué habría sido de Dylan?

Traté de calmar mis nervios, respirando una y otra vez. Recordé el momento cuando él me llamó por celular y me dijo que no se había casado, que no amaba a Britt y que me esperaría durante los próximos tres años. Porque me amaba y porque estaba enamorado de mí.

Pero esa fue la única llamada que recibí. Nunca más llamó, por lo que supuse que él ya me había olvidado y que todo lo nuestro ya había quedado atrás. Porque yo ya no era adolescente. Ya no tenía 18 años y había cambiado, tanto física como mentalmente. Y con esto quiero decir, que yo también dejé de insistir al ver que él no quería hablar conmigo, no iba a estar rogando como hubiera hecho tres años atrás. No. Ya no.

Mi cabellera castaña se tiñó de rubia, quedando en una combinación de mi color natural con la tintura. Sí, me había hecho las californianas. Mis piernas se estilizaron y mis caderas tomaron forma, y me crecieron los pechos. Además tenía la piel bronceada, porque cada vez que podía, Sabrina me obligaba a tomar sol con ella, adquiriendo un lindo tono color caramelo.

Ahora, tenía veintiún años recién cumplidos y Dylan debería andar por los veintiséis años. Ya no éramos niños, sino adultos. Se supone que deberíamos haber madurado con el paso del tiempo. Pero yo sé que no, que a pesar de mi edad, sigo siendo esa adolescente inquieta e insoportable que se había ido a probar suerte alejada de toda su familia. Y que él seguía siendo el mismo idiota de siempre, mirando maratones de Friends, pronunciando de memoria los diálogos de Star Wars y con sus chistes constantes. A veces lo extrañaba...

La voz del piloto me sacó de mis pensamientos, avisando que debíamos colocáramos los cinturones de seguridad, ya que era hora de despegar. Y entonces ahí me di cuenta.

Estaba volviendo a mi hogar. Los nervios y las ganas de vomitar regresaron.

•●◇ Del otro lado ◇●• | Dylan O'Brien & Tú | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora