CAPÍTULO #25

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Dudo antes de llamar a la puerta. No estoy nada segura de lo que estoy haciendo. De hecho, durante los últimos días me he preguntado más de una vez si debía acudir o no a la cita, pero no tengo más remedio que ir.

En cuanto toco al timbre, Pablo abre la puerta, antes incluso de que separe el dedo del interruptor. Es evidente que me estaba esperando.

-Hola Pablo. –Me atrevo a musitar después de un denso silencio en el que sólo puedo mirarlo.

-Hola Natalia. –Contesta con una dulce sonrisa en los labios, como aliviado. –Pasa por favor. –Pide

aparentemente tranquilo pero, en el fondo, sé que está como yo, hecho un manojo de nervios.

Entro en el piso despacio y, al pasar a su lado, viene a mí ese aroma que hace que me derrita. Es el mismo cuyo perfume me estremece y el mismo que me cubrió la piel durante toda una noche. No puedo evitar ruborizarme al recordarlo, pero tampoco puedo evitar desear tenerlo sobre mí otra vez.

Cuando llego al salón, Pablo se me acerca y me retira el abrigo. Después de colgarlo en la percha de la entrada, aprieta delicadamente mi mano.

-Ven conmigo. –Dice con voz suave. Una vez más dudo un poco, pero al final cedo. No puedo resistirme a su mirada.

Me guía hasta el piano y me invita a tomar asiento en él. Cuando lo hago, él lo toma a mi lado. Nuestros brazos se rozan, lo que provoca que mi corazón quiera salirse del pecho. No entiendo cómo puede afectarme tanto algo tan superficial. Vuelvo a ruborizarme y, sin querer, me tenso. Él me mira, me dedica esa sonrisa que tato me gusta y, tras un instante, comienza a tocar el piano.

Lo hace muy despacio, como disfrutando del contacto de éste con su piel. Yo también disfruto la suave y dulce melodía que produce pero muy a mi pesar, después de unos minutos, para.

-Natalia. –Dice mirándome a los ojos y tomándome las manos. –Te he pedido que vengas porque creo que necesitamos hablar sobre lo que pasó la otra noche. –Noto cómo le tiembla la voz y la verdad es que me relaja comprobar que él también está nervioso. Se comporta de una manera tan natural que ya creía que era la única que lo estaba. –Quiero que sepas que para nada tenía planeado que pasara lo que pasó, ni siquiera se me había pasado por la cabeza hacer algo parecido contigo, jamás. Pero después de sentir lo que sentí, ya no tengo tan claro lo que quiero. –En ese momento, entro en shock.

-Pablo, no entiendo nada. –Digo anonadada. Pero me indica que no diga nada más posando su dedo sobre mis labios.

-Me gustaría que escuchases algo que he compuesto para ti. Bueno, más bien, pensando en ti.

Eso es lo que dice antes de colocar sus manos sobre el piano para, de nuevo, dar comienzo a una suave melodía que me llena los oídos y el alma. Enseguida empieza a cantar delicadamente.

Tan sólo son la primera estrofa, consigue derretirme el corazón ya que, mirándome fijamente a los ojos, dice: "Bendita toda conexión entre tu alma y mi voz" Gira la cabeza y vuelve a clavar la vista en el piano.

Después de un par de estrofas más, la canción cobra más intensidad. Y ésta vez, acercándose un poco a mi oído, entona en un susurro: "Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era".

No sé cómo reaccionar.

Pablo parece estar sumido en otro mundo, es como si su alma hubiese viajado a otro lugar. Pero es cierto que, de alguna manera, le siento más cerca que nunca. Conforme avanza la canción, aprecio como, poco a poco, abre su corazón. De vez en cuando me mira a los ojos para dedicarme frases preciosas que hacen que incluso se me salten las lágrimas.

Hasta el momento no había querido darme cuenta de lo que Pablo quería transmitirme con la canción, pero cuando dice que su piel y la mía pueden parar el tiempo y que entregaría su voz, su valiosa voz, a cambio de una vida entera a mi lado, me queda todo claro.

Yo no puedo hacer más que observar cómo desliza sus dedos sobre las teclas del piano o cómo aprieta los ojos en determinados momentos, justo cuando la canción cala más hondo en el alma.

No puedo evitar recordar el concierto en Lisboa, tan lejano ya, en el que me dedicó aquellas miradas furtivas cargadas de complicidad.

Es entonces cuando me percato de cuánto ha cambiado mi vida desde aquel día y cuando me doy cuenta de lo más importante. De que el Pablo al que siempre he visto a través de una pantalla o en algún concierto, es el mismo que el que ahora está sentado al piano conmigo, dedicándome una canción en la que, claramente, me declara su amor.

Es cierto que hay veces en las que no sé ver hasta dónde es capaz de llegar o lo que es capaz de hacer por mí. Por eso me recuerdo que tengo hechos que demuestran hasta qué punto lo hace. El día del parque, por ejemplo.

Yo tampoco he parado de pensar en lo que estaría dispuesta a hacer por él. Ya he hecho lo imposible para poder ir a sus conciertos o para comprar sus discos, pero aún no sé lo que sería capaz de hacer por Pablo Moreno, la persona, no por el cantante Pablo Alborán.

Tengo muchas dudas, más que nunca quizá. Pero si de algo estoy segura es de que, gracias a él, siento esas cosquillas tan significativas por dentro de mi ser.

Tengo miedo, mucho miedo de que el barco en el que voy a subir para tomar rumbo en el siguiente viaje de mi vida, se vaya a pique. No sería la primera vez, pero estoy segura de que sí sería la más dolorosa.

Pero también estoy tranquila porque, al menos esta vez, sé que el sentimiento es mutuo. Tengo la certeza de que él está tan enamorado de mí como yo lo estoy de él.

Hoy más que nunca estoy segura de que los sueños pueden cumplirse porque el mío, que era encontrar el amor verdadero, creo que está a un paso de hacerse realidad.

AHOGÁNDOME EN TU ADIÓSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora