CAPÍTULO #6

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El ruido seco de mi teléfono al chocar con el suelo me despierta. Estoy tumbado en la cama junto a Natalia, que sigue dormida. Me levanto intentando no despertarla, recojo mi guitarra y salgo de la habitación. No sé por qué me he dejado llevar. El cansancio y la preocupación me han jugado una mala pasada, aunque también es cierto que la siesta no me ha venido nada mal. No quiero juntar sentimientos, mi lugar está junto a la persona que siempre me ha apoyado y guiado. No puedo hacerle esto después de tanto tiempo. Violeta no se lo merece.

Sólo espero que Natalia no me haya visto allí, no quiero que crea cosas que no son. Quiero volver a mi habitación para llamar a Violeta. Siento que necesito hablar con ella, escuchar su voz, escuchar su “Te Quiero” una vez más antes de ir a la cena. Ya hablaré mañana con Natalia y compensaré de alguna manera el que no haya podido asistir al desayuno. Ella tampoco se merece que le dé esquinazo, al fin y al cabo no ha hecho nada, he sido yo el que ha errado.

Cuando abro los ojos ya es de noche. La habitación está sumida en la más absoluta oscuridad. Enciendo como puedo la luz y miro la hora, son las once de la noche. He dormido durante todo el día y me muero de hambre. También tengo casi 100 mensajes de Susi y otros cuantos de Carlos. A éste le contesto explicándole lo de la hipoglucemia y que se me ha pasado la tarde. Seguidamente llamo a mi madre y también la pongo al día antes de llamar a Susi.

-Hola cariño. ¿Cómo estás? –Me dice con esa voz que tanto me tranquiliza.

-Hola Susi. Ya estoy bien, ahora sólo tengo hambre. Voy a pedir la cena.

-Me alegro mucho preciosa. Siento que te perdieras el desayuno… No quiero ni imaginar lo que habrás sentido….

-Susi me he sentido fatal, de hecho aún lo hago… Además tenía la esperanza de poder acercarme a la habitación de Pablo esta tarde para que te firmase el disco, pero como me he dormido no he conseguido ni eso, soy un completo desastre…

-No te preocupes por eso Natalia, de verdad. Ya se nos presentará la oportunidad de que lo haga. Tú tranquila.

-Ya Susi, pero te he fallado… yo no

-Natalia no es tu culpa. Tu salud es mil veces más importante para mí que un disco.

-Susi ojalá estuvieras aquí, no sabes cuánto de echo de menos….

-Yo también te echo mucho de menos, pero ya falta poquito para que nos veamos así que ten paciencia ¿si? Además, hay algo que nadie nunca te podrá quitar…

-¿El qué?

-Qué va a ser, el concierto tonta!!! Venga, cuéntamelo todo que parece que me tienes castigada!!!

-Está bien. Allá va…

Hablamos durante más de una hora y media. Le cuento todo, desde lo del móvil hasta el concierto procurando no dejarme nada en el tintero. Cuando terminamos no aguanto más el hambre así que pido mi cena y me la como viendo una película en la televisión, pero como está en portugués no me entero de nada, como es lógico. Al final me canso y la quito. Termino de cenar en silencio, sola en esa lujosa habitación de hotel.

La pena y la rabia vuelven a invadir mi cuerpo. De repente empiezo a sentir unas irresistibles ganas de llorar –No, no puedo terminar la noche llorando. Hoy no. –Me digo a mí misma. Bastantes había acabado ya así. Decido salir a dar una vuelta, no quiero irme de Lisboa y no haber salido del hotel, así que me preparo y salgo de éste con rumbo a ninguna parte.

Camino durante casi una hora hasta que percibo el mar. Avanzo un poco más y dejo que el sonido de las olas me acune y me calme.

-Estamos a punto de salir para la estación. Te llamo cuando llegue ¿de cuerdo?

-Vale cariño. Te cuidado. Te quiero.

-Yo también te quiero mamá.

Cuelgo y termino de cerrar la maleta. He pasado la noche fatal. No podía conciliar el sueño de ninguna de las maneras. Probé con el yoga, la guitarra… pero nada, mi cabeza no paraba de pensar en todo lo que había sucedido. Me sentía muy culpable por no haber visitado a Natalia para preguntarle cómo estaba y haberla recompensado de alguna manera el que no hubiera podido asistir al desayuno, pero sentía que era mejor si no la volvía a ver, y menos si estábamos los dos solos. No quería perder de nuevo el control de la situación, no me lo podía permitir y tampoco quería que pensase lo que no era.

Al doblar la esquina del pasillo la vi saliendo de su habitación. Aún no sabía si me había visto en su cama o no, así que decido acercarme a saludarla para ver su reacción y así intentar llegar a una conclusión.

-Buenos días Natalia. ¿Preparada para el viaje?

 

Me giro asustada, no me había dado cuenta de que Pablo estaba ahí.

-Ho-hola Pablo. S-si estoy preparada. -Sigo sin ser capaz de hablar sin tartamudear cuando le tengo delante.

-Me alegro. ¿Cómo estás? –Me pregunta apresuradamente. Le noto nervioso.

-Bien, ya me encuentro mucho mejor, estoy acostumbrada a que me pase porque me cambiaron las pastillas y…

-Me alegro mucho. Ahora nos vemos ¿si? –No deja ni que termine de responderle, ¿qué le pasa? No entiendo nada…

-Claro. –Y se va.

Me quedo muy fría, la verdad es que no esperaba para nada que reaccionase así. Me había ilusionado un poco al pensar que me compensaría de alguna manera que no pudiera ir al  Meet & Greet. La verdad es que fui una ilusa al pensarlo porque, visto lo visto, Pablo Alborán no es quien parece ser. Sólo es un famoso más que busca alcanzar la gloria.

Cada vez tengo más ganas de volver a casa y olvidarme de todo esto…

Tengo que salir de ahí. Tengo que perderla de vista, no puedo soportar mirarla más, pero también necesito que ella no me vea tan cercano, así me será más fácil olvidarla. Es un gesto egoísta, lo sé, pero si no quiero desviarme del camino no tengo más alternativa.

Decido huir como un cobarde y dejarla en el pasillo con la palabra prácticamente en la boca.

Intento evitarla lo máximo posible durante todo el viaje hacia la estación aislándome con la música de mi iPod a todo volumen en mis oídos. Lo único que deseo es llegar a casa y estar junto a Violeta. Relajarme con ella y pasar la tarde como sólo nosotros sabemos hacer. Perdiéndonos en nuestro mundo y poniéndonos al día sobre todo lo acontecido en nuestras vidas durante la última quincena en la que no nos hemos podido ver ni una vez.

La he echado muchísimo de menos, sí, pero también es cierto que tengo miedo a nuestro reencuentro, temo no saber cómo reaccionar al verla o lo que es peor que simplemente no reaccione.

AHOGÁNDOME EN TU ADIÓSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora