CAPÍTULO #7

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Por fin estoy en casa. Nunca podría haber imaginado que deseara tanto alejarme de Pablo Alborán, pero esta es la realidad. Hoy he aprendido más que nunca que las apariencias engañan y que hasta el más dulce corderito puede hacer tanto daño como el más temido lobo feroz.

Estoy muy decepcionada a la vez que furiosa, esto me ha afectado más de lo que quería.

Detrás de la puerta me encuentro a Violeta recibiéndome con su dulce sonrisa y no puedo evitar lanzarme a sus brazos, la he necesitado tanto todo este tiempo que siento que cada segundo que paso sin besarla y abrazarla es un segundo perdido. Necesito sentirla tanto…

Paso horas contándole los conciertos, las cenas, todo. Bueno, casi todo. Ella escucha atentamente todo lo que le digo sin perder ni un solo detalle, la verdad es que a su lado siento que puedo ser yo mismo, que pase lo que pase siempre estará ahí al igual que yo estaré para ella. Sin embargo, tengo una espina clavada que por alguna extraña razón que no consigo entender, cada vez me duele más. Creía que no hablar más con Natalia sería la solución, pero ese sentimiento de culpa que me impidió dormir la noche pasada me sigue rondando, tengo que hacer algo para librarme de él de una vez, porque me temo que cuanto más tarde en hacerlo, más tardaré en olvidarme de Natalia.

Decido escribirle un tuit para que la tensión que se ha creado entre ambos se libere un poco. Creo que fui un poco duro de más con ella y tampoco pretendía eso.

“@natidelgado siento en el alma que no pudieras asistir al Meet & Greet, te prometo que haré algo para compensarte. Besos.”

 Ya es tarde así que me voy a meter en la cama junto a Violeta que ya está dormida. Pero una notificación de Twitter me interrumpe. La abro y no puedo creer lo que ven mis ojos, es un tuit de Natalia.

“@pabloalboran Las oportunidades son como los trenes, una vez que pasan no se pueden coger.”

Me quedo muy asombrado, tanto que le contesto al instante.

“@natidelgado pero los trenes tienen varias paradas, así que, al igual que las oportunidades, se pueden coger en la siguiente.”

“@pabloalboran En este caso no.” –Me contesta al segundo. Vaya, parece que está peor de lo que creía…

Cuando llega Susi empiezo a contarle todo lo que ha pasado con Pablo y no puede salir de su asombro. Ella tampoco se esperaba que fuera a reaccionar así. Tomamos una cena rápida y nos retiramos a nuestras habitaciones, era domingo y aún tenía que preparar un montón de cosas para la facultad. Es mi último año antes de licenciarme en economía, así que no me sobra el tiempo. Estoy completamente enfrascada en el temario de Política Económica cuando salta un aviso de Twitter. Extrañada por la hora que es decido mirarlo. Es de Pablo, al principio no iba a contestar, pero al final la furia me puede y le suelto lo primero que me viene a la cabeza. Me contesta en seguida y yo le vuelvo a contestar.

Estoy segura de que si lo tuviera delante ésta vez no tartamudearía. Toda la admiración que antes hubiera podido sentir por Pablo Alborán ahora se ha convertido en odio y desprecio.

Intento seguir estudiando pero me resulta imposible. Opto por acostarme, pero tampoco sirve de nada. “Esto es un desastre…” Me digo a mí misma.

Intento conciliar el sueño de todas las maneras que se me ocurren aunque ninguna tiene resultado.

Cojo el móvil para darle revisar el WhatsApp y veo que Carlos está conectado. Extrañada, le mando un mensaje: “Hola Carlos. ¿Qué haces?”

No obtengo ninguna respuesta, pero como estoy segura de que sigue despierto le llamo. Tras varios tonos y justo cuando estoy a punto de colgar responden al teléfono

-“¿Dígame?” –No sé cómo tragar esto pero me ha respondido una chica. No entiendo nada, no soy capaz de hacer otra cosa más que colgar el teléfono. Maldigo el momento en el que decidí llamar, maldigo el momento en el que me escribió el tuit, pero sobretodo maldigo el momento en el que confié en él.

Dicen que la vida está determinada por una fuerza superior a nosotros y que no podemos hacer nada por cambiarla. Que los sueños son engaños, que acaban desapareciendo. Sin embargo yo pienso todo lo contrario. Creo que no podemos dejarnos arrastrar por el azar o por el destino, sino que tenemos que luchar por lo que queremos y que no podemos rendirnos hasta el final. Pienso que la esperanza es lo último que se pierde y que, por mucho que nos equivoquemos siempre vamos a lograr hallar el perdón.

Por eso me atrevo a volver a escribir a Natalia, porque no quiero que se quede con el mal recuerdo ni que se lleve una impresión equivocada de mí.

“@natidelgado Buenos días. Espero que hoy en tren haga varias paradas. Feliz comienzo de semana Familia!“

Al minuto obtengo cientos de respuestas y de Retuits, pero ninguno de ella. “Qué raro” –Me digo a mí mismo. Me doy cuenta de la hora que es y corro para la ducha. Como siempre llego tarde a la reunión con Marta y por lo tanto a todo lo que me espera el resto del día. Seguro que me echa la bronca.

Después de no haber pegado ojo en toda la noche de lo que menos tengo ganas es de ir a la facultad, pero no me queda más remedio. Estamos a finales de trimestre y no puedo permitirme el lujo de faltar ni un solo día. No puedo dejar de pensar en la voz que me respondió desde el teléfono de mi supuesto novio. La voz que no logro identificar de la  chica cuyo lugar debía haber estado ocupado por Carlos.

Esta mañana evité ver a Susi porque seguro que si me veía la cara de zombi habría preguntado y sinceramente, no tenía ganas de que me diera la charla. Sabía que no tendría que haber confiado en él, pero no quería lanzar las campanas al vuelo antes de ni siquiera darle el beneficio de la duda. Esta tarde le daría la oportunidad de excusarse y realmente esperaba que la aprovechase bien.

De camino al bus que me llevaría a la facultad una nueva notificación de Twitter me alertó. Decido mirarla y veo que es otro tuit de Pablo. No contesto. Prefiero librar a mi cabeza de ese problema al menos hoy, porque de momento estoy servida.

Cuando llego a la facultad veo que hay un terrible revuelo. Todo el mundo corre de aquí para allá como si les fuese el alma en ello. Noto que las chicas están más alteradas que los chicos y, una vez más, no entiendo nada.

A lo lejos diviso a Cris, una compañera de clase. Me acerco a ella y le pregunto qué es lo que pasa como para que todos estén así.

­-Pero bueno Natalia, ¿en qué mundo vives?

-Pues en el mismo que tú con la diferencia de que tú sabes de qué va todo esto y yo no. –Le respondo un poco arisca de más. No era mi intención, pero no tengo ganas de chanza, hoy no.

-Esta semana es la “Semana de los Jóvenes Emprendores”. ¿Recuerdas algo ya? –Claro, ¿cómo se me había podido olvidar? Bueno, en realidad si sabía cómo. En la semana de los jóvenes emprendedores la facultad reunía a jóvenes promesas de cualquier sector y las traía para que diesen una charla a los alumnos del último año de Empresariales o Economía, es decir, a mí.

-Si sí, ya lo recuerdo.

-Bien, pues entonces también recordarás que la dirección nos anunció que abriría la semana una persona muy especial pero que no revelarían su identidad hasta que llegara el momento ¿no?

-Sí. –Le respondo a Cris.

-Pues bueno, ya han dicho de quién se trata.

-Y bien, ¿quién es? –Pregunto harta de tanta intriga.

-Es Pablo Alborán.

AHOGÁNDOME EN TU ADIÓSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora