CAPÍTULO #19

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Al final la estancia en Barcelona dura menos de lo que creía. Marta ha conseguido ajustar la agenda de tal manera que pueda hacer en un día lo que en un principio estaba planteado hacer en dos, así que si todo va bien, mañana por la mañana regresaré a Madrid.

He planeado a la perfección todo lo que voy a hacer para que no falle nada.

Primero iré al restaurante en el que tanto nos gusta cenar a Violeta y a mí y encargaré una cena. Haré que la lleven a casa y que lo dispongan todo allí.

Más tarde compraré el anillo de compromiso. Como no tengo ni idea de joyas lo más probable es que le pida ayuda a Elena o incluso a Marta.

Cuando ya esté todo listo sorprenderé a Violeta recogiéndola en su casa, espero tener suerte y que esté. La llevaré al piso, cenaremos y después me declararé. Aún no sé muy bien cómo hacerlo, pero ya se me ocurrirá algo.

A la mañana siguiente, en cuanto llego a Madrid, me pongo manos a la obra.

Sigo mi lista al pie de la letra; voy al restaurante y a la joyería, en la cual la dependienta se encarga de aconsejarme qué sortija es la más adecuada. Todo va a las mil maravillas y según lo establecido.

Pero cuando salgo del establecimiento siento como si el cielo se me cayese encima. No puedo ni quiero creer lo que veo.

-No puede ser. –Balbuceo incrédulo.

No le veo la cara, sólo la espalda, pero estoy completamente seguro de que es ella, Violeta.

Va acompañada de un hombre, el mismo con el que entrelaza su mano. No quiero perder los nervios, pero todo esto me da muy mala espina.

Seguido por mi instinto decido arriesgarme a perseguirlos a hurtadillas. Contemplo, pasmado, cómo el desconocido acompaña a Violeta hasta su coche y cómo ésta le besa apasionadamente justo antes de entrar en él, arrancar e irse.

No es posible. Esto no puede estar pasando. Todo debe de ser un malentendido.

Quizá no era ella y soy yo el que está sacando las cosas de quicio... Aunque es cierto que era su coche.

No paro de buscar otra posibilidad, pero no la encuentro. Ahora mismo no sé qué hacer ni qué decir. Estoy en shock.

Cuando llego a casa lo primero que hago es servirme un coñac y tomármelo sentado en el sofá. Quizá me ayude a templar los nervios y a pensar con más claridad, porque la verdad es que ahora mismo estoy como en una nube, bueno, más bien un nubarrón.

Tras un par de copas decido que voy a seguir con el plan establecido. Me voy a hacer el tonto, como si no hubiera visto nada. Le voy a proponer matrimonio y voy a evaluar su reacción, al fin y al cabo puedo estar equivocado...

Le mando un mensaje diciéndole que venga a casa lo antes posible, pero me contesta que hasta las ocho de la tarde no podrá, así que me toca esperar.

Intento calmar los nervios tocando el piano y la guitarra, pero no funciona. Hubiera seguido con el coñac, pero creo que por ahora tres son suficientes.

Procuro mantener la calma cuando vienen los del catering del restaurante a preparar la mesa para lo que iba a ser una cena romántica. Sólo me faltaría salir en alguna revista por descortés.

También saco a Bobby a dar un corto pero intenso paseo. Corro lo más rápido que puedo por el parque, y parece que es lo que más me ayuda a serenarme.

Cuando vuelvo a casa apenas restan unos minutos para que llegue Violeta. Me ducho rápidamente y termino de prepararme justo para cuando llama a la puerta.

-Hola Violeta. –Le digo nervioso, triste y enfadado, pero parece que no lo nota.

-Hola mi amor. –Me contesta mientras me besa. Yo me dejo llevar. –Creía que volvías mañana.


-Quería darte una sorpresa volviendo antes. –Sueno más seco de lo que pretendo, así que compenso con una leve sonrisa. –Pasa por favor. –Continúo invitándola a entrar.

Cuando lo hace y ve la mesa se queda estupefacta. Con los ojos muy abiertos. No sé si es bueno o malo, así que decido terminar con esto lo antes posible. Como siga así mucho más tiempo me va a dar algo.

-Violeta. –Le digo mirándola atentamente. –Te he invitado porque tengo algo muy importante que preguntarte.

Ahora es ella la que me mira incrédula. Creo que ya se imagina el por qué la he llamado.

-Los últimos cinco años que he pasado junto a ti me he sentido el hombre más afortunado y feliz del mundo. Siempre has estado ahí cuando te he necesitado y me has aguantado en mis peores momentos. Violeta. Quiero escribir mi futuro contigo y afianzar mi vida a tu lado. –En ese instante saco el anillo del bolsillo de mi chaqueta y me arrodillo para ofrecérselo, pero ella me detiene.

-Pablo... por favor... No, no sigas... Ya sé por dónde vas y no... -Titubea. -Pablo, no estoy preparada. Lo siento mucho. –Y mientras me incorporo, observo cómo sale por la puerta de casa.

Mis peores temores se han confirmado. Violeta me ha engañado y yo, una vez más, me siento más solo que nunca.

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Estoy terminando de preparar las palomitas para lo que se avecina una noche solitaria cargada de películas, cuando me salta una notificación en la Tablet.

Es un mensaje directo de Twitter cuyo remitente es Pablo.

Extrañada, lo abro.

"Hola Natalia. Sé que es tarde y que probablemente hayas cenado ya, pero por si no lo has hecho todavía, ¿te gustaría venir a cenar conmigo? Es que iba a cenar con alguien, pero me ha dado esquinazo y ya estaba todo preparado... No te lo pediría de no ser que la comida es buenísima y me da mucho reparo desperdiciarla..."

AHOGÁNDOME EN TU ADIÓSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora