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—Pero que caraj... —sus palabras quedaron a la mitad en cuanto vio mi cara y donde se encontraba sus brazos —. Lo siento —dijo él mientras apartaba sus brazos de mí.

Thomas se sentó y apoyó su espalda sobre el espaldar de la cama, lo miré y copié su acción.

—¿Dónde están las almohadas? —pregunté.

—No lo sé, supongo que en el suelo —dijo él sin darle mucha importancia.

Observé a mi alrededor y como él había dicho una de las almohadas estaba en el suelo y la otra en los pies de la cama.

—Tendrían que haberse quedado en su lugar durante toda la noche, pero mira, me salió el tiro por la culata —solté y Thomas comenzó a reírse.

Sin decir más se puso de pie y desapareció en el baño así que aproveché para buscar en la valija algo de ropa para intercambiarla por mi pijama.

Y como si estuviese llegando tarde al desayuno me cambie más rápido que flash, aunque la verdadera razón era que tenía que estar vestida antes de que Thomas saliera del baño y no me viera a medio vestir. Una vez que terminé suspiré con alivió, había logrado mi cometido.

Cuando terminé de peinar mi cabello Thomas ya había salido del baño así que era mi oportunidad para usarlo. Tomé todo lo que necesitaba y me encerré en él.

—¿Cierras tú? —preguntó Thomas cuando me vio salir del baño. Lo miré confundida —. Voy a bajar a desayunar, supongo que tú también así que... ¿Cierras la puerta tú o yo? —preguntó sosteniendo las llaves de la habitación en sus manos.

—Cierro yo —contesté mientras buscaba la llave y un abrigo.

Thomas ya había salido de la habitación cuando yo salí de ésta, y aunque no me había esperado caminaba a paso lento. Lo seguí manteniendo la distancia.

Me sentía un poco, bastante, incómoda luego de cómo habíamos amanecido. No sabía que decirle y si es que tenía que decirle algo. Él tampoco había comentado nada.

Tal vez dormir en el piso hubiese sido la mejor opción.

Thomas se había adelantado hacia el ascensor y sostenía las puertas para que entrara, susurré un "gracias" y él solo asintió. Si me sentía incómoda cuando salí de la habitación en ese momento me sentía peor.

Ninguno dijo nada en todo el trayecto de la habitación hasta el gran comedor. Caminamos a la par hasta llegar a la mesa en donde nos esperaban Bárbara y Jack.

Al parecer no bastaba con dormir juntos, también teníamos que desayunar juntos.

La mesa era grande y redonda, tal vez para diez personas, y estaba casi llena. Al menos no comeríamos solos ni enfrentados, de lo contrario eso lo volvería aún más incómodo.

Al cabo de un rato una mujer, con el uniforme de moza, se acercó a la mesa para tomar nuestro pedido. No podíamos pedir lo que quisiéramos, teníamos una limitada variedad de bebidas y comida dulce (no era un hotel cinco estrellas).

—Quería un desayuno con tostadas y huevo, no con mermelada —se quejó Jack cuando la mujer estuvo lo bastante lejos como para no oírlo.

—Que te quejas si igual te lo comes —le respondió Bárbara que lo tenía justo al lado.

—Obvio, pero si hablamos de preferencias...

—Si si, te entendí —le interrumpió.

La mujer volvió y nos entregó a cada uno nuestro desayuno.

—Por cierto... ¿Cómo hicieron con la cama? —preguntó Bárbara antes de darle un mordisco a su alfajor.

—Shhhh —solté luego de casi ahogarme con el café.

¡NO TE SIENTES CONMIGO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora