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La noche del domingo, cuando llegué del viaje, le conté a mi madre sobre mi solicitud rechazada. Sus sugerencias eran igual que las de Thomas y aunque me podría haber enojado, como lo hice por la mañana, no lo hice. Estaba tan agotada que solo le dije que luego lo hablaríamos, que necesitaba descansar.

Por la mañana del lunes, mi idea era irme caminando al instituto, con tal de que no me llevara mi madre y que surgiera el tema nuevamente, pero el auto de Thomas frente a mi casa me lo impidió. Él, apoyado sobre su auto, me esperaba paciente.

—Buen día —habló mientras caminaba hacia él —. Para comenzar de nuevo, con el pie correcto —dijo entregándome un vaso de café. Lo supe solo por el aroma.

—Buen día —respondí con una media sonrisa. Me incliné y deposité un beso en su mejilla —. Gracias.

Él también sonrió, sin mostrar los dientes, y me indicó que subiera al auto.

Me había costado conciliar el sueño por la noche. No solo por el hecho de que habían rechazado mi solicitud de ingreso a la única universidad a la que había solicitado matricularme, sino también por mi discusión con Thomas.

Dije cosas para herirlo y él también, pero parecía que yo lo había provocado desde el momento uno. Me di cuenta, cuando estuve sola y más tranquila, que él lo único que quería era ayudarme y yo no supe verlo.

—Te apoyaré en lo que decidas ¿lo sabes? —habló, haciéndome volver al presente —. Ayer me dejé llevar, dije cosas hirientes, quise decidir sobre ti y no me correspondía.

—No, está bien —contesté —. Solo querías ayudarme. Perdón por decirte que no te esfuerzas, yo estaba

—Enojada —me interrumpió.

—Sí, pero no contigo —agregué —. Sé cuántas ganas, tiempo y energía le has puesto al lacrosse para poder entrar en una buena universidad con un buen equipo.

Y lo sabía. Se había esforzado en mejorar sus notas, estudiando más, dedicándole más tiempo al instituto y volcando toda la energía que le quedaba en los entrenamientos y juegos de lacrosse. Lo que había dicho esa noche, había salido de mi propia frustración.

—Pero sí tenías razón con los privilegios... yo

—No te hacen menos —lo interrumpí —. Te vi esforzarte aunque tal vez no lo necesitabas. Eso habla mucho de ti. Y en todo caso, si todos tuviéramos esas oportunidades dudo que alguno la rechazaría —admití —. No tienes que sentirte culpable por eso y yo no tendría que haber intentado que lo hicieras.

—¿Estamos a manos? —preguntó y asentí —¿Reconciliados?

—Sí.

Sonreí.

Llegamos al instituto y entramos juntos, de la mano. La primera clase era historia así que fuimos como cualquier otro lunes.

Pasé todas las clases con normalidad. Me seguía sintiendo fatal, pero tenía que seguir yendo al instituto. Traté de no pensar en nada que tuviese que ver con mi futuro, hasta que llegó el horario de salida.

—Olvidé mencionarte que me voy con Bruno —solté mientras caminaba con Thomas hacia el estacionamiento.

—¿Qué? —preguntó, frenando de golpe.

—Necesito hablar con él, es mi amigo Thomas.

—Nosotros también éramos amigos.

Reí, aunque él no.

—No es lo mismo —contesté —. Necesito hablar con alguien que me entienda respecto a la universidad. Él tampoco pudo entrar.

—Bien —dijo resignado —¿A dónde irán?

¡NO TE SIENTES CONMIGO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora