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Pasó el fin de semana y no tuve señales de existencia de Thomas, en cambio salí con Bárbara y Kelly a pasear por la ciudad, tomar café, comer mucho y juntarnos a ver películas por la noche, en este último plan, Jack, se nos unió.

Querían aprovechar al máximo mis últimos días con ellos, y yo también.

Tuve que volver a la rutina, pues ya era lunes. Bárbara pasó por mí, como casi todas las mañanas, y juntas salimos hacia el instituto.

En la clase de Historia pude verlo, sentado en el mismo lugar en donde habíamos hablado por primera vez. Era difícil de aceptar que solo nos quedaban dos semanas siendo compañeros de clase, de banco, y tal vez como pareja.

Me senté a su lado y lo saludé, él respondió de igual manera, y hasta me regaló una sonrisa. Parecíamos solo compañeros de clase, que se trataban con amabilidad, pero nada más. No había chistes de por medio, como solíamos hacernos cuando éramos solo amigos, ni mucho menos muestras de afecto de cuando éramos pareja, si es que ya no lo éramos...

No lo presionaría.

Un rato después de que comenzara la clase, y que el profesor nos dejara con tarea, Thomas se giró, mirándome.

—¿Haces algo a la salida del instituto? —me preguntó, directo.

—No, nada, estoy libre.

—¿Quieres que pasemos la tarde juntos?

Me volví a sentir como cuando éramos amigos, pero no nos comportábamos como amigos, sino como algo más. Eso era algo bueno, muy bueno. Las mariposas en mi estómago se despertaron.

—Estuve pensando mucho desde que nos vimos —dijo —, y necesito, por el bien de los dos, que hoy dejemos las cosas claras.

Las mismas mariposas dejaron de aletear.

Tal vez solo quería que nos viéramos en el estacionamiento para decirme: "Brooke, eres lo peor que me pasó. Quiero terminar contigo".

O tal vez había esperanzas y no todo estaba perdido. Deseaba que eso fuera.

—Está bien —respondí —¿Te veo en el estacionamiento? —pregunté.

—Sí, podemos ir al parque o a un café —propuso —. Lo que tú quieras está bien.

Esperanza, esperanza...

Pasamos el resto de la clase hablando, sobre la tarea de historia, pero hablando, al fin y al cabo.

No lo vi el resto de la mañana.

A la salida me esperaba apoyado sobre su auto. Intercambiamos unas palabras y salimos del estacionamiento del instituto. Decidimos ir por un café para llevar y algo para comer, luego iríamos al parque.

—Está casi vacío —dije mientras nos adentrábamos en el parque.

—Mejor —respondió —, no me encanta la idea de niños corriendo y gritando muy cerca de mí.

Solté una risa al escucharlo y él también.

Nos sentamos en un banco y cada uno tomó su café. Le di un sorbo al mío y esperé a que él dijera algo.

—Estuve pensando...

—¿Sí? —lo animé a seguir hablando, pues había dejado la frase incompleta.

—Antes que nada, me quiero disculpar —soltó —, por dudar de la relación que tenían, o más bien tienen, tu amigo y tú.

—Bruno —agregué.

—Sí, él, Bruno —continuó —. Con todo lo que estaba pasando entre nosotros y que, al mismo tiempo, empezaran a pasar aún más tiempo juntos, hizo que me sintiera un poco inseguro, lo admito.

¡NO TE SIENTES CONMIGO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora