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Me desperté por el rayo de sol, que daba justo en mi cara.

Refregué mis ojos y miré a mi alrededor. Estaba en la cama de Thomas, con él.

Lo miré. Dormía plácidamente y su respiración se oía pesada.

Me levanté de la cama, intentando no hacer ruido.

De camino al baño tomé mi bolso para alistarme fuera de la habitación. Una vez en el baño, decidí tomarme una ducha. Al cabo de un rato salí vestida, peinada, con mi cuerpo y dientes limpios.

Thomas seguía en la misma posición que lo había visto la última vez, así que tomé mis zapatillas y salí de su habitación. Una vez en las escaleras, me senté y me coloqué las zapatillas.

Bajé y caminé hacia la cocina. Puse la cafetera a andar y ordené un poco lo que habíamos dejado revuelto por la noche. Cuando entré a la sala, dispuesta a ordenar allí también, tuve que frenar. Jack estaba desparramado en el sofá más grande.

La televisión seguía prendida, así que con cuidado me acerqué a él, le quité el control y apagué el aparato.

Ordenaría la sala luego.

Volví a la cocina y me encontré con Kelly.

—Buen día —fue lo primero que ella dijo.

Le respondí de la misma manera.

—¿Bárbara sigue durmiendo? —pregunté mientras servía café en dos tazas.

—No, está en el baño —contestó —. Gracias —soltó cuando le pase una taza.

—¿Durmieron bien? —le pregunté antes de darle un sorbo al café.

—Sí.

—No —habló Bárbara, entrando a la cocina —¿Estabas soñando con Karate Kid? Porque no entiendo por qué lanzas tantas patadas mientras duermes.

Solté una pequeña risa al escucharla.

—Bueno, ya que estamos sacando los trapitos al sol —comenzó a decir Kelly —¿Tú eres camionero? Por como roncas.

—¿Disculpa?

Solté una risa ya no tan disimulada.

Kelly sonreía y Bárbara intentaba esconder su sonrisa, haciéndose la enojada, aunque no podía.

—Así como escuchaste.

—Estaba cansada —se excusó Bárbara.

—Estamos en paz —le dijo Kelly, estrechando la mano con mi otra amiga —¿Los chicos aún no despiertan? —preguntó, cambiando de tema.

—No.

—¿No íbamos a ir al parque a hacer un picnic para el almuerzo? —preguntó Bárbara.

—Si no se levantan...

—Brooke, ve y levanta a tu hombre —soltó y reí —, yo despierto al estúpido de Jack.

—Está en la sala —dije cuando vi que Bárbara estaba dispuesta a salir por el otro lado —. Se quedó dormido allí.

No entendí muy bien que dijo, pero finalmente se fue hacia la sala. Por otro lado, yo, subí nuevamente las escaleras.

Entré a la habitación y Thomas seguía igual.

Me senté a su lado y toqué con delicadeza su hombro, que estaba al descubierto.

No recibía respuesta.

Otra vez.

Solo un quejido.

—Arriba dormilón —susurré en su oreja.

¡NO TE SIENTES CONMIGO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora