Capítulo 16

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Siempre adoro salir a tomar con los amigos. No es por beber, desde luego, porque yo ni pruebo el alcohol. Es porque me encanta ver como ellos se emborrachan. Puede que parezca una tontería, pero no lo es. No hay nada mejor que estar con tus amigos en el preciso instante en que, pasados de copas, empiezan a hacer el gilipollas. Mejor dicho: no hay nada mejor que tener un móvil a mano para grabar a tus amigos borrachos cuando comienzan a hacer gilipolleces.

En concreto hay una vez en la que salí a beber con Karen que no se me olvidará en la vida.

Era un sábado noche, hace ya mucho tiempo. Por alguna razón que no soy capaz de recordar, mis padres me permitieron salir un par de horas más de lo habitual.

K se había pasado con el alcohol. No es que se emborrache normalmente, pero ella no es como yo con respecto a la bebida y, de vez en cuando, no le importa cogerse una borrachera con los amigos. Caminaba despacio para no perder el equilibrio, tambaleándose en sus altísimos tacones. Recuerdo que corrió unos cuantos metros, paró junto a un portal y se apoyó contra una de las paredes para quitarse los zapatos. Respiró aliviada cuando pudo descansar las plantas de los pies en la superficie plana de cemento. Y diciendo tonterías incomprensibles y bailando como podía, continuó su camino. Fui yo quien tuvo que agarrar su calzado para que no quedara tirado en el medio de la calle. Luego la seguí en su paseo.

En un momento determinado se detuvo delante de mi cuerpo, observándome fijamente a los ojos, y me besó. Así sin más, me besó. Yo estaba tan sorprendida que no supe cómo reaccionar. Estaba estupefacta. No fui capaz ni de corresponderle al beso, ni de apartarla de mí. Mi cabeza funcionaba a mil por hora, tratando de decantarme por la mejor opción: seguirle el rollo o alejarla. Pero no supe que hacer. Solo me quedé allí plantada en el sitio como una estatua, con los ojos abiertos de par en par. Una vez que K hubo acabado, separó sus labios de los míos y me miró con una sonrisa en el rostro.

Entonces creí que no sabía lo que acababa de hacer. Lo curioso es que nunca hablamos del tema y llegó un punto en el que parecía recordar a la perfección cada minuto de aquella noche. Por las cosas que decía de vez en cuando, en forma de comentarios ingeniosos, creí que lo sabía pero evitaba hablar del tema.

A partir de aquel día nuestra relación cambió, yo diría que para mejor. Empezó a haber más confianza entre nosotras, incluso más... intimidad.

Y ahora la tenía delante de mis narices. Me miraba con los ojos abiertos como platos y yo sabía que lo iba a estropear todo. No quería y no se me ocurría que podía hacer para evitarlo, pero sabía que iba a ocurrir.

- Karen, tengo que contarte una cosa.- empecé tanteando el terreno. Pero siendo sincera, da igual como se lo dijera, yo no sirvo para esto.

Empecé a hablar mientras ella me miraba, con el ceño fruncido, prestando atención a cada una de mis palabras. Tengo que decir que hasta yo me perdí en un momento. Las frases salían de mi boca sin apenas ser yo consciente. Dejé de saber cómo estructuraba las oraciones y solo me centré en los gestos de mi amiga, en la expresión de su cara.

Se lo dije todo, tratando de no olvidarme de nada. Quiero decir, no es que tuviera que pensarlo mucho para acordarme de todo de lo que la quería informar. Sin embargo, la tenía allí delante, escuchándome atentamente, y no debía desperdiciar la oportunidad. No quería llegar a casa más tarde y darme cuenta de que no había dicho un par de cosas que hubieran hecho que ella entendiera mejor la situación.

Le hablé sobre aquel día en que había visto a Iago a solas por primera vez en mi vida. De cómo me había dejado algunas cosas en una de las aulas del instituto y tuve que ir a buscarlas en el último momento, que me lo encontré a él en los vestuarios del centro cuando estaba a punto de volver a casa y lo que pasó después.

Iago || PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora