Camino por el césped, y observo mis zapatillas sucias por el lodo. Había escapa del hospital sin que se den cuenta, aunque lo harán dentro de minutos y me buscarán. No era la primera vez que venía aquí e intentaba buscar su lápida, pero cada vez que la veía de lejos entre las demás, los guardias me tomaban de los hombros y mientras me resistía me llevaban de nuevo a aquel miserable lugar del que no he podido salir.. desde hace 9 años.
Alejandro me visita como todo amigo que es, aunque no lo recuerdo mucho sé que es una gran persona importante en mi vida. Algunas veces me trae ropa nueva, y otras algún emparedado de pavo o una rebanada de pizza. No dejan que las visitas se queden más de cuarenta minutos, y sólo familiares podrían quedarse una hora máximo, mi madre me visita cada tres semana y mi hermana sólo pasa de largo, según ella soy una deshonra para la familia.
Corro tratando de no cruzarme con las personas y que llamen a las patrullas al verme con una camisa de fuerza—aunque es fácil de sacármela, la llevo colgada en los hombros—. Con cuidado observo aquella lápida que no tiene flores ni decoraciones al lado, hay una persona justo allí.
Su espalda se ve fornida, y puedo ver como su cabeza yace baja, me intrigo al saber quién es y camino despacio, siento el frío aire golpear mi rostro. Tomo la camisa de fuerza, y la aprieto entre mis manos como si fuera una simple chaqueta.
Me acomodo junto a él, y por el rabillo del ojo observo sus rasgos. Una nariz perfilado, y puedo notar como algunas lágrimas bajan por sus rojizas mejillas, sus pestañas algo largas se mueven frenéticamente tratando de que el llanto cese, no puedo notar el color de sus ojos pero se asemejan a un verde algo opaco.
Y en un momento a otro el hombre gira su cabeza, mis ojos no creen lo que observo. Aquella figura es Ruben, Ruben el paciente del cual me enamoré y todos pensaban que era producto de mi imaginación. Sabía que no lo era, escuché a Alex y una chica hablar sobre la decapitación de Ruben y supe que en verdad existía, sólo que los doctores me hacían creer que era producto de mi enfermedad.
—Viniste, pensé que nunca vendrías a visitarme.
Murmura, pero puedo oírlo. Su voz, su voz suena rasposa y ronca, tanto así que se me es difícil distinguir si aquella persona es en verdad él o no.
—¿Ruben?—pregunto, y asiente entre sollozos.
—Lamento tanto por haberte golpeado de esa forma, no me dejaron explicarte nada, absolutamente nada. El plan que encontraron fue antes de que fuéramos una pareja, en verdad llegué a amarte y todo se fue a la borda cuando no me dejaron explicar..¡Maldita sea! Odio ser un sociópata, odio no sentir sentimientos hacia los demás y sólo matar por placer.
Explica mientras su labio tiembla y se abraza así mismo, aunque no recordaba todo nuestra historia, sabía que había estado durmiendo por dos días por un golpe.
—No lo lamentes, ¿sí?—miro hacia sus ojos, que me intimidan de cierta forma—Ruben, ¿por qué estás vivo? ¿qué haces aquí, no deberías estar.. muerto?—pregunto asustado, porque podía ver que su cuerpo era de carne pura y no un alma.
—No estoy vivo, ni muerto. Sólo soy un producto de tu imaginación, Miguel. En realidad te escapaste del manicomio, pero no para buscarme.. estás justo ahora en el acantilado, estás sentado con los pies colgando e imaginando cómo hubiera sido si me hubieras visitado en el cementerio. Despierta del sueño, y regresa al hospital por favor.
Y con eso, salgo del trance y bajo la mirada. Mis ojos se embelesan con el agua azotando en las piedras, y la espuma salpicando todo. Tambaleo mi cuerpo de un lado a otro y tarareo una canción que mi mente crea de un momento a otro, estaba acostumbrado a esto. A crear cosas e imaginar que todo a mi alrededor era verdad, como aquel hombre pequeño con un sombrero gigante verde, sé que es producto de mi imaginación.. pero algo en mí dice todo lo contrario.
—¿Podrías sentarte conmigo?—le pregunto, el hombre asiente y con cuidado se acomoda junto a mí.
Ambos miramos el mar mientras el sol se esconde entre lo lejos, puedo ver las nubes grises adornando el cielo y como las gaviotas vuelan de un lado a otro sin parar.
—¿En qué tanto piensas, Miguel?—pregunta el sujeto de mi imaginación, lo observo detenidamente y veo las pecas esparcidas en su rostro.
Río.
—En Ruben, lo extraño mucho. No puedo creer que lo hayan matado, es ilógico.. Algo dentro de mí me decía que estaba cambiando, que su enfermedad se estaba esfumando. No entiendo cómo todo pasó de un momento a otro.—explico y la brisa del mar golpea en nuestros rostros, el hombre agarra su gorro con fuerza tratando de que no se caiga.
Sus cabellos rubios sobresalen por la parte baja, y da un suspiro largo.
—Tendrá alguna buena razón por la cuál ha de ser así. Por ejemplo, ¿por qué eres alto y yo pequeño? ¿por qué estamos de día y no de noche? ¿por qué las personas nos miran raro? ¿por qué lo amas? ¿por qué te enamoraste de él y no de otra persona?—mira su regazo, y asiento ante sus palabras. Había tantas preguntas sin responder—El mundo es así querido amigo, tú tienes que ir a buscar las respuestas y no esperar a que ellas vengan a ti. Tú debes encontrarlas de alguna u otra forma, así sea sacrificándote al fin y al cabo tendrás lo que siempre quisiste saber, ¿por qué Ruben nunca te amó?
Se levanta con dificultad, y lo observo sonreírme. Estrecha su mano y la tomo con gentileza.
—Piensa bien en lo que dije, soy Unhappy un gusto.
—río—Un gusto Unhappy, soy Miguel.
—¿No preguntarás porque me llamo Unhappy?—suelta mi mano, y me observa con determinación, como si tratara de leer mi mente.
—¿Por qué te llames así?
—Él nunca sonríe.
Frunzo el ceño.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Unhappy?—y desaparece sin dejar rastro alguno.
Cierro los ojos pensando en todo y a la vez nada. Pensando en mi enfermedad, en mis familiares, en mis amigos, en el hospital, en.. Ruben. Pensando que estaríamos haciendo justo ahora si él no hubiera muerto, y yo no hubiera quedado loco.
Me levanto con cuidado, y miro el precipicio con tentación. Debía hacerle caso al hombre, debía encontrar todas las respuestas a mis dudas, debía saber que hubiera sido de nosotros si ninguno de los dos hubieras perdido la cuerda, debía encontrarlo y preguntarle si en verdad me ama.
Avanzo hasta el filo, y observo mis zapatillas blancas algo sucias por la tierra. El aire se vuelve más frío, y cierro los ojos.
Uno.
Iré por ti.
Dos.
Te encontraré.
Tres.
Haré que me amas tanto como yo te amo a ti.
Cuatro.
Siempre..
Cinco.
Juntos.
Y lo último que siento es mi corazón latir junto a la adrenalina, y el agua golpeando mi rostro con demasiada fuerza, mi cuerpo llenándose de agua y perdiendo la conciencia a los minutos.
—¿Unhappy?
—¡Miguel! ¡Qué alegría verte por aquí!
—Él nunca sonríe.
—¿Sabes de quién hablaba?
—De mí.
Fin.
[Lee el siguiente capitulo, si necesitas alguna explicación]