Beso y cicatriz

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Así como el último abrazo del mes esperando ser rescatado del olvido; así como la única vela que ilumina nuestros caminos; así como la separación de los amantes del norte que se ven a escondidas cada invierno. Así, así antaño, cada vez que te veo muero un poco más.


Un grito más. Otra palabra de desprecio. ¿Y aún tienes la valentía de encararme cuando tú bajaste la persiana, la única que dejaba el paso de la luz a este oscuro sentimiento? Ni si quiera has tenido la delicadeza de pedir perdón, no como yo; ahora eres culpable: yo te avisé del juego del amor y tú rompiste la única norma dejando entrar a la partida a otro jugador, cuando, jugando limpio, solo deberíamos ser dos. No me vengas con más lágrimas insensibles; tu especialidad de mentir murió bajo tierra con el resto de todo lo apostado y perdido.


Recogemos cada uno nuestras cosas: te quedas esos dos libros, rompemos esta foto y lo guardamos todo. ¿Pero quién se lleva de los dos ese recuerdo en el mar, sentados en la arena, con una sonrisa en los labios, esperando a ver quién de los dos se lanzaba a por el primer beso de la tarde?

¿Deberíamos intentarlo otra vez?

Nos miramos de soslayo, y aunque nuestros ojos están irritados de llorar y gritarnos, aún se me atascan insultos en la garganta.

No.


Tomas el último par de tacones. Yo cierro la maleta. Sopeso las llaves y te las dejo encima de la mesa; quizá algún día te interese volver a respirar lo que dejamos entre estas cuatro paredes. Si quieres, mancilla ese recuerdo; yo también mancillaré tu nombre en otras sábanas.


Vuelvo la mirada hacia los rayos de sol que entran entre las margaritas que plantaste aquella mañana de forma improvisada. Arrancaste los pétalos de una regalando suspiros de si te amaba o no. Lástima que la margarita se marchitara. Lástima que aunque ahora te escuche llorar para revivirla, ya no sienta nada.

Gemidos, un alma rota y un corazón que no supo pedir perdón cuando lo único que hacía falta era regalar lo que sería lo mejor. Así que no finjas otra vez que te he hecho daño, porque no tienes ni idea de cuánto me hace sufrir esto; tanto o más que a ti. El suave tacto, la ligereza con la que besabas mis labios, esas caricias de pluma... Todo como si tuvieras un tacto perfecto, divino, enloquecedor, sensual... ¿Y qué si ahora mis arrebatos me ciegan el sentimiento de odiarte poco a poco, más y más?  Pero es que es eso: el intento de recuperar la dulzura de tenerte y querernos un poco más. No, no está bien... No puedo...


Pero ahora el corazón manda en un impulso desgastado que hará caducar esto con lo que ambos soñábamos; tomo aire, corro, te giro y te beso los labios. Seco la última lágrima que derramas a nuestras bocas enlazadas, muerdes como si todo fuera a ser como antes y la sangre se abre paso como una mancha de tinta. Locura, beso, ardor. Dejemos desatar la pasión...; pero no.

El beso pierde sentido.

Tomo mis cosas y me voy.

De lo nuestro quédatelo todo.

De esta historia me quedará este beso con esta cicatriz.

Los amantes del norte han perdido este amor. 

Amores infamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora