Cicatrices

146 14 10
                                    

Dos tontos guardando unos cepillos de dientes que nadie más usará.

Restos de bocas que un día decían algo. Hoy son solo cicatrices.

Insultos entrecortados con espíritu libre de rencores armados.

Disparos que matan amores eternos.

Tú que tanto predicabas que "amor" era lo que dabas al mundo por mi, tanto que discutías con tu familia cada vez que les mentías de que no podías cenar con ellos porque te invité al cine. Sí, ¡jajaja!, la única película que veías esa noche era la genialidad de un nuevo pintauñas en cada dedo.

Yo que a veces reutilizaba las miradas pasionales plásticas, que quizá alguna vez me enamoraron, y pintaba con trágicos deslices finales felices nunca antes pensados, me creí dueño del tiempo con unos gestos que ni tú misma te imaginabas. Y te perdiste buscando el camino de vuelta, asustada de todo lo que te ofrecí.

Fui fácil, no lo niego. Me entregué como si nada, dándolo todo, aún a sabiendas de que herías con cada tímido paso adelante, porque me transmitías una inseguridad que a veces me postraba ante la necesidad de tenerte entre mis brazos.

¡Y qué noches! Nunca pude pensar que la luz de a media tarde sirviera como lámpara de noche y viceversa.

¿Y para qué creer en esas noches? Yo por mi parte te prometo que no sabrás de mi, ni de cuando me fui, ni de unas disculpas que jamás saldrán de mi boca ni por una llamada ni por un encontronazo comprando el pan aquí al lado.

Tampoco te diré hacia dónde me fui, si perdí los botones de tu blusa, porque no quiero verte echar marcha atrás como si te hubieras pasado una plaza de aparcamiento. No soy un mismo lugar por mucho tiempo: si no estuviste atenta a las alertas que emitían mis desnudos, no tienes el derecho para usarme, dejarme y volver de nuevo a suplicar lo que te di y tu corazón no borró.

Dejémoslo así, ¿si? Prefiero mantenerte como ese cigarrillo que nunca fumaré, como una mancha de aceite en una de las camisas más bonitas que me regalaste.

Bueno, antes de decirte por último lo mucho que te quise y lo mucho que te odio, porque no quiero ser repetitivo ni un tópico, debes saber que la botella de vino que me viniste a dar aquel miércoles de junio sigue guardada. No quiero beberla. Sería como acabar lo que tuve de ti, como borrar la historia de amor más extraña escrita a lápiz, como querer bajar el telón para una obra que se despidió a media función.

Buena suerte.

Amores infamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora