Despertadores

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Otra vez la mañana huele a ti. Huele a la añoranza si pasaban más de dos días sin probar tus labios; ya sabes que antes de marcharte siempre te echaba de menos. Otra vez huele a la fragancia que desprendía tu piel la noche en que te dije "te amo" por primera vez.

¿Cuando hayas llegado a casa recordarás las caricias que rompían el silencio de la noche? Yo no podré nada más que beber de mi copa y ahogarme en cada sorbo por cada palabra encarada. Sabes, de sobra y con antelación, que las primeras noches eran deseo desencadenado, fricción de cuerpo a cuerpo con desesperación; luego, silencio. Porque no sabíamos amar, no sabíamos fundir. Nos quedaba por alimentar la paciencia y las miradas en el desayuno que nos comieran, en vez de mirar el tibio café, que era como tus pupilas dilatadas al arrancarme la corbata.

Manos temblorosas, picardía mordida y un vestido arrugado a los pies de la cama, aullando por el dolor que hacía en la piel cada beso, por eso, porque sólo éramos deseo.

Dejo esta carta en manos de otros hombres que te hayan hecho daño, yo el primero, y con el abrecartas llorando en tus manos leas la dificultad con la que esta vez te digo adiós. Nunca se me dio bien.

Ojalá que me busques, que te pierdas en bosques de gente, que sonrías si escuchas alguna de las canciones que bailamos entre arañazos, que corras entre nubes de miedo a perderme, pero es que para cuando la carta llegue a tu lengua indomable mis ojos se habrán ido a otras pestañas que contar al amanecer.

Cariño, me queda el consuelo de huir creyendo que me perdonas. Lo siento.

Amores infamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora