Epílogo

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Rey despertó dos días después en la base de la resistencia. Lo primero que vio fue a Finn, con barba de tres días, durmiendo en una silla a su lado. Estaba en un hospital. Lo llamó para despertarlo.

— Hey, me alegro de que ya hayas abierto los ojos.

— ¿Qué pasó? — preguntó Rey, mirando todas las sondas que salían de su cuerpo y la conectaban a las máquinas — lo último que recuerdo es que logramos salir del templo con ayuda de Luke.

— Parece que el efecto de los estimulantes que te administraron terminó poco después de que subimos al halcón milenario — respondió Finn — te colapsaste y nos diste un susto enorme. Jaina Solo dijo que en un momento tu corazón se detuvo, pero gracias a los equipos del Halcón te mantuvo estable hasta acá.

Finn le contó cómo había resultado todo. Jaina y Chewie habían podido huir a tiempo. Snoke no había sido hallado. Tres pilotos del Escuadrón Relámpago habían muerto, pero la hazaña del bombardeo de Kórriban ya se había extendido como un rumor por todas partes.

Rey tuvo que guardar reposo por casi un mes; pero no era fácil mantenerla en cama. Así que Luke decidió que le llevaran materiales a la habitación del hospital, y, con un poco de ayuda de los médicos e ingenieros de la base, comenzó a trabajar en un nuevo proyecto: una mano robótica para Finn. Al cabo de un mes, le había quedado tan buena que casi no se distinguía de la mano original.

Pronto Rey volvió a entrenar con Luke. Este parecía haber recibido nuevo ánimo, lo que significaba un entrenamiento más duro para ella. Además, Finn aprendía poco a poco de su amiga. Luke veía con algo de preocupación esa cercanía. Pero tener más de un padawan no era recomendable.

Jaina Solo y Leia seguían sin llevarse bien, por motivos que nadie parecía entender. La contrabandista pasaba mucho tiempo sola, cultivando un pequeño huerto detrás de la base, sin ayudar mucho a rearmar la Resistencia. Rey solía ir a hacerle compañía por las tardes.

El mensaje de Rey había permitido que la Resistencia recibiera nuevos recursos, así que Leia y Poe estaban completamente dedicados a rearmar la flota, que estaba hecha añicos. Por un tiempo no supieron nada de Snoke, Kylo Ren o Ezra Bridger, pero sabían que la Primer Orden se estaba fortaleciendo y pronto estaría lista para someter cualquier atisbo de rebelión que se estuviera formando en sus dominios.

Una mañana, justo a la salida del sol, Skywalker caminada por las lomas cuando vio a lo lejos a dos personas. No necesitó sus ojos físicos para darse cuenta de quienes eran. Uno era un anciano similar a él mismo, con capa de jedi. La otra era una togruta vestida con la elegancia de los de su especie, cuya edad permanecía indefinida bajo su piel tersa y ligeramente amarillenta.

Luke se encaminó de inmediato hacia la base a despertar a Rey y Finn. Deseaba que conocieran de inmediato a Kanan Jarrus y Ashoka Tano, las leyendas de antes de la batalla de Yavín.

Iba llegando a la puerta de su padawan, cuando Rey salió ya lista. Pero Luke sentía que algo no marchaba bien.

— Perdón, maestro. Deseo entrenar temprano — dijo Rey, con un respeto excesivo. Luke notó cierto nerviosismo en ella.

— Abre la puerta — le indicó a su discípula, con alguna brusquedad.

— ¿Para qué? — preguntó ella — no perdamos más tiempo — y dio la media vuelta para alejarse. Pero como sintió que Luke no la seguía, sino que esperaba parado frente a la puerta, se detuvo después de unos pasos, y lo miró con expresión resignada. No tuvo más remedio que devolverse y obedecer.

Luke entró rápidamente en la habitación, y se dirigió directo a la cama. Estaba vacía y ordenada, pero esto no lo confundió ni por un instante. Levantó el colchón y lo arrojó hacia un lado. Ahí estaba escondido Finn, mirándolo con una sonrisa boba, desnudo de la cintura para arriba.

— Estaba... buscando algo — dijo el joven, enseñando las palmas de las manos en señal de inocencia.

— Si. Una paliza de parte mía — repuso Skywalker, levantándolo de un tirón. — ustedes aún no han entendido lo importante que es que se concentren, ¿verdad?. En otro tiempo, esto les significaría la expulsión de la Orden.

Los jóvenes lo escuchaban con la cabeza gacha, pero no estaban realmente compungidos. Sabían que Luke fingía gran parte de sus enojos. El maestro los miró a ambos. Eran tan buenos discípulos, que le era imposible mantenerse molesto con ellos mucho tiempo. Además, Rey se ponía tan roja con esas cosas que Luke casi no podía evitar reírse. Así que el jedi se serenó, y agregó:

— Está bien. Supongo que no se puede evitar. Tal vez la rigidez fue lo que terminó por hundir a la antigua Orden. Pero...nada de bebés. Eso nos retrasaría. — y se dirigió de inmediato hacia afuera.

— No debería preocuparse por eso maestro — Prosiguió Rey alcanzándolo. Seguía usando su tono de disculpa — le pedí a una doctora de la base que me examinara. Dice que no puedo tener hijos.

Luke se detuvo por un momento, y la observó con detención.

— No fue lo único que te dijo, ¿verdad? — preguntó. Había preocupación en su mirada.

— No...— repuso Rey. Y después de una pausa agregó — dijo también que tengo un defecto genético que podría causarme problemas más adelante. No es seguro que el gen se active, pero si lo hace, mi cuerpo generará unas proteínas mutantes que irán apagando mi cerebro hasta matarme. Pero ella no cree que el gen se active.

— ¿Cuándo? ¿cuanto tiempo te dio? — preguntó Luke.

— La doctora dice que, si se activa el gen, tendría que suceder cuando yo tenga alrededor de treinta años.

Luke suspiró. No había hablado con su aprendiz respecto a su origen biológico, y al parecer Rey también había dejado de investigarlo. Le bastaba con llamarse Rey Daemeron, considerar que Shara Bey y Kes Daemeron habían sido sus padres, y que Poe Daemeron era su hermano.

Sin embargo, Skywalker sabía que Snoke había diseñado a Rey gen por gen, ayudándose con células de su propio brazo. Y ahora se daba cuenta de que la enfermedad y la infertilidad de Rey podían ser un truco de Snoke. Su sistema de seguridad para que ella se viera forzada a buscar a su creador por una cura.

                                                                                                 Fin

Siempre hay dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora