CAPÍTULO 36

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FINAL

—¿Nicole? —la voz de Elliot retumba en mis oídos.

Abro un poco los ojos pero me asusto al no ver nada. Todo está a oscuras.

¿Me he quedado ciega? ¿En dónde estoy? ¿Estoy muerta? ¿Dónde estamos?

—¿Elliot? —logro decir de forma débil mientras me siento en donde sea que esté—. ¿Elliot?

—Estoy aquí, estoy aquí.

—¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo ver?

—¿En qué estado estás?

¿Qué?

—¿Qué? ¿A qué te refieres?

—¿Estás en el estado de Ángel o Mortal?

—No lo sé, no lo sé —mi voz suena preocupada y angustiada.

—Tranquilízate.

Mi cuerpo está tenso, mi respiración está acelera, mi corazón me golpea en la caja torácica de forma brusca y dolorosa. Mi cuerpo está lleno de pánico.

—Tengo miedo —acepto mientras rompo a llorar.

—No llores, por favor —me suplica—. Todo va a acabar pronto lo prometo.

Asiento torpemente mientras sigo sollozando. Los minutos pasan pero todo sigue a oscuras. Una luz blanca me deja ciega por unos minutos, hasta que me acostumbro a ella.

Estamos en una habitación blanca que solo está alumbrada por unos cuantos focos esparcidos por todo el lugar.

Miro a mí alrededor y a mi derecha me encuentro a Elliot de pie, mientras intenta asesinar con la mirada al que acaba de entrar. A mi izquierda encuentro a Thomas en su estado de Mortal, e inconsciente.

Unos ángeles entran al cuarto, caminan por todo el lugar asegurándose de algo, pero al final salen dos y los otros dos se colocan a cada lado de la puerta ahora cerrada.

—¿Qué mierdas está sucediendo? —pregunta Elliot con un tono algo alterado.

—¿Elliot? —lo llamo. Él al escuchar mi voz se gira a mí, y al verme en el suelo, corre hasta donde estoy y me ayuda a ponerme de pie.

Mi cuerpo pesa y me siento más débil de lo que esperaba.

—¿Te puedes mantener de pie? —me pregunta mientras su mano se aferra a mi cintura y la otra quita mechones de mi cabello del rostro.

Asiento levemente con la cabeza, besa mi frente con dulzura mientras lágrimas siguen cayendo por mis mejillas.

—Todo estará bien, lo prometo... ve con Thomas.

Vuelvo a asentir y me dirijo a paso lento hasta Tom. Mis piernas me tiemblan como gelatinas pero logro llegar hasta él.

—Quiero hablar con mi padre —le dice Elliot a uno de los Ángeles de la puerta, su voz es dura, tanto que hasta me puso los pelos de punta.

No le contestan y regreso mi atención a Tom.

Tomo sus manos y lo zarandeo con delicadeza.

Elliot sigue hablándoles, o mejor dicho gritándoles ordenes que ellos no se molestan en cumplir.

Me siento en el suelo y me inclino quedando a unos centímetros del rostro dormido y relajado de Thomas.

—Tom —susurro, mientras mis dedos de la mano izquierda acarician con delicadeza su mejilla. Al estar así, me hace recordar como cuando éramos niños, cuando tenía pesadillas por las noches y corría a su habitación (o a la de mamá Lucy) y lo despertaba de esta forma para que me dejara dormir junto con él—. Thomas, Tom, por favor despierta —lo sigo zarandeando, pero apenas me responde con un gruñido.

No Me AbandonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora