Hoy desperté con un aire distinto, es el mediodía. Hay un aura de paz a través de la ventana, las golondrinas cantan y un olor a flores viene desde el jardín. Me he levantado muy tarde por las constantes pesadillas, soy de sueño ligero, pero tarde o temprano el agotamiento pasa factura. Pese a mi tardío despertar, he descansado y, sin motivo aparente, me siento de un humor particularmente optimista.
Desayuno y almuerzo seguidamente por la hora y me encuentro solo en vista de que mi prima está en su trabajo y su marido está de viaje de negocios. Reviso mi ordenador para confirmar los resultados de las entrevistas de trabajo. Recibo un correo que confirma que se me ha otorgado el empleo de programador de ordenadores, lo cual me alegra puesto que de los tres oficios buscados, este ofrece el mayor sueldo. Me siento de muy buen humor y me dispongo a practicar con una guitarra que casualmente dejaron en el armario de mi habitación. Está cubierta de polvo. Algo me dice que fue más un capricho que un hobby.
La limpio cuidadosamente y la afino, puedo darme cuenta de que es un hermoso instrumento. Madera de palisandro, mástil tallado y, lo que me cautiva, trastes bañados en oro. Esta es sin duda una obra de arte y al sostenerla en mis manos me siento como si tomara de un maestro espadachín su más sagrada espada. Tomo una de mis viejas tarjetas de crédito y la corto para improvisar una uña.
Comienzo a tocar y quedo cautivado por la nitidez del sonido, he practicado guitarra desde joven y siempre que tenía tiempo libre practicaba con esmero. Pero mi instrumento como principiante era nada más y nada menos que la guitarra usada por mi madre, que tenía unos 37 años y estaba llena de fracturas en el mástil y la caja.
Me sentí lleno de alegría y memorias de mi juventud, entonces tuve la idea de salir a un parque y empezar a tocar. Tomé mi sombrero y vestí como vaquero con chalé de cuero, botas y pantalones anchos. El motivo de esto es mi gusto por la cultura de Oklahoma, en Estados Unidos, lugar lleno de cultura y ciudad de nacimiento.
Al llegar a la plaza más cercana comienzo a tocar flamenco, género que se me hizo difícil desarrollar pero que aprendí con gran destreza. Al principio muchas personas me miraban con rostro de desconcierto a causa de mi vestimenta, pero pronto comenzaron a acercarse para escuchar la música. Recuerdo que un niño se paró frente a mí y comenzó a mirarme, fascinado por la velocidad de mis dedos. Posteriormente se acercó una pareja joven, lo cual me trajo tristes memorias e hizo mi melodía cambiar de compás, como si la guitarra se vinculara a mis sentimientos.
Seguí tocando y cuando me detuve, una ronda de aplausos ensordecedores cubrió la plaza. Al alzar mi rostro quedé sorprendido; diez, veinte, treinta y hasta cuarenta personas me rodeaban con sus sonrisas y su gesto de impresión. Entonces sonreí confiadamente y empecé a tocar, pero no una melodía lúgubre sino el verdadero flamenco. Qué irónico, un español me separa del amor de mi vida y, a un mes de mi partida, honro su patria con este género musical...
A medida que voy tocando se conglomeran más y más personas a tal punto que la plaza está abarrotada. Me siguen con palmas mientras toco y así pasa cerca de media hora hasta que finalmente me detengo, una multitud excitada aplaude, silva y clama. Me siento como un rey ante sus súbditos que le aplauden ante una hazaña, entonces la gente se comienza a retirar lentamente hasta devolver a la plaza su antiguo silencio.
Cerca del atardecer recojo mis cosas y, antes de irme, se me.acerca una mujer, me saluda con bastante franqueza y me presento como es debido.
Lo primero que hace es preguntarme si voy a dejar todo eso ahí, señalando con su dedo a mis pies, desconcertado miro al suelo para quedar boquiabierto. pues está lleno de billetes, algunos incluso pisados por mis pies.
Me río al ver a la mujer de nuevo y rápidamente tomo el dinero y lo guardo en mi billetera. Se ríe y alza su vista, cabello negro ondulado, ojos claros marrones, un rostro redondo y mejillas pronunciadas, de piel pálida y complexión delgada. Verla apropiadamente me deja pensativo unos instantes.
- Cambia esa cara, parece que viste a una modelo. Dice riendo.
Yo le respondo sin pensar
-Eso es precisamente lo que mis ojos ven.
Se ríe y casi noto que sus mejillas adoptan un leve tono rosa.
Sonrío y le pregunto si quiere un café, a lo cual accede cordialmente.
Cae la noche y vamos a un café cercano. Al cabo de una media hora decide que debe irse y, sin que de más palabras deja una nota en la mesa, se despide y se va.
Cuando me dispongo a partir a casa, tomo lanota, la cual muestra un número telefónico. En mi rostro se dibuja una sonrisade oreja a oreja. Este día ha sido, de principio a fin, un triunfo.
ESTÁS LEYENDO
La Culpa es del Español
Ficción GeneralEn un futuro no muy lejano, nuestro protagonista, de identidad desconocida, vive sin nada que valga la pena nombrar. Sin embargo, con el paso de los meses descubre una verdad terrible que lo obliga a empezar nuevamente su vida. Las penurias que le...