El amor es un opiáceo

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Desde que conseguí una amante en quien apoyarme tras episodios de depresión y con quien desviarme ocasionalmente de la vida cotidiana, mi estado mental ha tenido algunas mejoras notorias. Han pasado un par de semanas y ni rastro de mis pesadillas, por no mencionar que ya no desprendo mi aura de pesimismo que tanto me destaca.

Esto en cierto modo le resulta extraño a quienes me conocen, ya que mencionan constantemente que me notan diferente, pero lo cierto es que simplemente he decidido hacer un cambio en el momento indicado. Además puedo contar con la dicha de tener a alguien en quien confiar y a quien querer. Una persona que ,de no haber conocido, jamás me habría motivado a dar este paso para mi bien... y el de quienes me conocen.

Como muestra de buena fe, he salido a una repostería cercana y he comprado un abundante número de postres horneados, glaseados en jarabe de miel y tan bien cocinados que están de un perfecto color dorado. Todo esto para compartirlos generosamente con mis conocidos, cuatro para mis compañeros de trabajo, un par para mi prima y su marido; y una docena para mí y mi amante, a quien quiero recompensar por su apoyo dándole un gusto con el más fino chocolate que he podido conseguir.

Es sábado por la noche, el momento favorito de la semana. La luna está en cuarto menguante, dibujando los cielos con la apodada "sonrisa del gato", ell aire que sopla trae consigo pequeñas hierbas con gotas de rocío. Es todo tan pacífico, tan sereno y perfecto que disminuyo el ritmo y camino lentamente por las calles de la vereda. Las luces de sector están en mantenimiento, lo que me deja a solas con el resplandeciente brillo de la plata. El cielo no es negro, como se esperaría de una noche cualquiera, sino de un matiz azul oscuro, como la piedra lapislázuli, el olor a césped podado, el cual me resulta desagradable y me marea, es completamente opacado por olor de estos ponqués de chocolate oscuro recién horneados.

De donde vengo, acostumbramos a preparar café con leche puesto que tenemos el mejor cacao del mundo, pero he escogido el oscuro por una serie de factores que bien son tanto detallistas y románticos como estratégicos y fríamente calculados.

Como es una ocasión especial, nuevamente me corresponde, como caballero que me considero, vestir un traje que luzca apropiado para la ocasión. Debido a mi experiencia como amante, o en cualquier relación amorosa, tuve mis dudas sobre cuál era la forma correcta de vestir para celebrar esta especie de aniversario.

Pero mi intención no es hacer esperar a nadie, así que rápidamente me decidía por un traje negro, mocasines negros, pantalón de gabardina, corbata y abrigo del mismo color, con una camisa de botones blanca y un cinturón, que no pueden faltar en ningún atuendo digno de considerarse formal.

Sigo caminando y las escasas almas que me cruzan al lado no pueden evitar mirarme con intriga, y por sus gestos podría deducir que me veo apuesto, exactamente como debe ser.

Siempre me resulta irónico lo bien que se me da improvisar vestimentas que deslumbran a aquellos que conocen y que ya están acostumbrados a verme luciendo prácticamente de la misma manera todos los días. Al cabo de un largo rato divagando, llego al edificio de mi pareja, procuro tomar el ascensor a fin de no permitir que nada le suceda a mis costosas vestiduras.

Una vez en el piso, camino lentamente hacia el apartamento, con postres en mano, y no puedo evitar sentirme cómodo con el ambiente que transmite el iluminado y rústico pasillo. Puedo escuchar voces de familias juntas y siento el olor de un buen caldo de pollo, lo cual me resulta extremadamente nostálgico.

Pero no es momento para conmoverme o meditar sobre las desdichas de la vida, doy unos pasos más y toco el timbre con cierto nerviosismo, espero con ansias que esta velada sea tan encantadora como espero... pero dicen que lo inesperado siempre resulta mejor.

La Culpa es del EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora