Perdí a mi amor. No puedo ir a verla, porque ha sido incinerada por la explosión, ni siquiera puedo esparcir sus cenizas, eso ya lo hizo el viento ayer. He perdido todo lo que me hacía feliz en esta ciudad, nunca habrá una persona a la que ame tanto, no quiero volver a sufrir por amor nunca más. Me han sucedido todas las desgracias del amor, nunca en mi vida me habría imaginado que perdería una pareja por un accidente.
Estoy en el hospital, en cama, viendo al reloj y su lento avance. No me darán de alta hasta dentro de dos días para asegurarse que la herida en mi brazo, que sigue inmóvil, cicatrice adecuadamente y mi rutina es llorar, sollozar, lamentarme, llenar la cobija de lágrimas hasta empaparla y finalmente dormir para tener horrendos recuerdos del accidente, despertar a mitad de la noche y romper en un llanto silencioso. De hecho, la enfermera que atiende a los pacientes ya me tiene maña dado que debe reponer mis vendas cada dos horas.
Tan devastadora es la pérdida de un ser amado, tan poderoso es el sentimiento y tan impredecible es la vida, que reparte cartas al azar y, a veces, la pérdida es inevitable, pero me ha podido quitar tanto, tantas cosas... y me da justo en donde de verdad me duele. Mi mayor remordimiento es verla esfumarse y no haberlo dicho ni una vez cuánto la amaba, eso pienso y susurro entre llantos.
Mi conciencia me atormenta ¿Por qué no fui con ella? ¿Por qué dejé que se fuera? Preferiría haberla acompañado y que muriésemos los dos. Miro al techo y grito lleno de furia y odio -¿¡ Por qué no me tomaste a mí!?- y prosigo -¡Si yo moría ella me habría superado, pero sabes que yo no estaba listo para perderle!-
Los pacientes me miran con expresión de miedo pero estoy tan ensimismado en mi repudio que ignoro completamente lo que sucede a mi alrededor. Mi mala fama ya ha llegado al punto en que escuchado al personal considerando tratarme con correas, incluso trasladarme a una institución "para la salud mental", cuando lo cierto es que sus tratamientos causan verdadera demencia.
No hay nada en este mundo que me pueda calmar ni nadie que me pueda aliviar. No quiero sus consejos, no quiero su comprensión ni tampoco su apoyo, la quiero a ella.
Mientras las lágrimas caen sin cesar de mis ojos, pienso en todo. ¿Qué he hecho para mercerme esto? Podría jurar que soy la única persona del mundo a la que le el destino, si gustan creer en eso, le hecho pasar tal calvario. Después de tantos sacrificios no hay derecho a que me pase algo tan catastrófico, no es justo en ningún sentido, la pena de muerte es mejor que esta condena que me perseguirá hasta el fin de mis días.
Ha pasado el segundo día, sólo queda uno más y podré irme de este lugar, pero tal es mi desconsuelo que ni siquiera se a dónde iré cuando me den de alta. Mi teléfono se perdió en la explosión y no he hablado con nadie conocido, a excepción de mi prima que, en su desespero, me ubicó y llamó para decirme que vendría por mí mañana. Al menos se que mi auto está con ellos y no en manos de ningún fiscal corrupto que me chantajearía para poder recuperarlo.
Ya que es mi último día, le pido a una enfermera un periódico y esta lo trae sin rechistar, dudo que me quieran ver molesto de nuevo y se comportan de manera muy servicial, claro que no pienso abusar de su confianza. Leo el encabezado y en primera plana se lee "Explosión de camión causa la muerte de 8 fallecidos", típico lenguaje de los periodistas, que gustan de matar varias veces en los enunciados de sus artículos. Prosigo con detenimiento y determino que además de las cuatro personas que fallecieron en el choque, entre ellas mi amante, otras tres han muerto por la explosión, una de ella es el bombero que nos dio la cara y gritó que nos cubriésemos; además, ha fallecido un oficial de tránsito que ha sido alcanzado por un fragmento metálico a gran velocidad.
Grande es la pena que me invade al pensar en que yo no soy el único que perdió seres queridos. También han muerto, hijos, hijas, padres, madres, maridos y esposas de alguien más, viéndolo de esa forma siento que la miseria es compartida pero mi pesar, es el mismo. El funeral será la próxima semana en un cementerio cercano a casa, no tengo ni la más mínima intención de faltar y el resto del día carece de hechos que merezcan mención.
Al día siguiente, salgo del hospital pasadas las doce del mediodía y mi prima está con su marido en la puerta, como había anunciado, me reciben con un fuerte abrazo, que no devuelvo por el mal estado de mi brazo. Tengo el rostro enrojecido y sumamente demacrado por el salitre de mis lágrimas.
Una vez en casa, llego y me encierro en mi habitación, no contesto a la puerta, no salgo para comer o bañarme, simplemente me encierro el resto del día allí. No puedo hacer lo más mínimo sin pensar en lo que me pasó, es una desgracia.
Todo está tan confuso, el futuro que había visualizado ahora está nublado por una pantalla de humo, nada es seguro y mis planes son polvo. He perdido lo que para mí una vez fue el espacio, el tiempo, el cosmos, mi única necesidad en el mundo.
Pasó el día y a la mañana siguiente revisé micomputadora. Había más de cien correros sin leer, los eliminé en seguida sinsiquiera pensarlo. Una vez en internet, me dispuse a ver unos videos de baladasde rock pesado, tal y como me gusta. Aún en llantos, divisé un anuncio queindicaba la venta de armas de fuego, ingresé en este y vi los precios de losproductos, observé el más simple y, sin mucha investigación,hice click en elbotón de compra...
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La Culpa es del Español
Ficção GeralEn un futuro no muy lejano, nuestro protagonista, de identidad desconocida, vive sin nada que valga la pena nombrar. Sin embargo, con el paso de los meses descubre una verdad terrible que lo obliga a empezar nuevamente su vida. Las penurias que le...