Francesco

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-Minho, ¿Qué estás haciendo?- me decía con su brillante sonrisa mientras que con las sábanas tapaba su delgado, hermoso y blanquecino cuerpo. Su bonito cabello marrón caía por sus hombros.

-¿No puedo mirar, pero sí recorrer tu cuerpo todas las noches?

-¡No digas cosas tan penosas!- me decía mientras se enroscaba más en las sábanas y sus mejillas se tornaban de color rojo.

-jajajaja, está bien, pero tengo algo que pedirte:

Me levanté de la cama, me puse mi bóxer y fui a abrir un cajón del tocador que quedaba a un lado de la cama. Me arrodillé en frente de él, él sonrió y se llevó sus manos a la boca por la impresión.

-Señorito. Señorito Francesco, ¿Me haría el honor de casar...

-¡SÍ!!!!!

-¡Espera, déjame terminar!- le decía con una gran sonrisa, pues ya estaba colgado a mi cuello y me besaba la comisura de los labios.

-¡Nada me haría más feliz que casarme contigo! Te amo, te amo como nunca he amado a nadie.

-Yo también te amo.

Fijamos la fecha para la boda, sería dentro de seis meses, pues queríamos casarnos cuanto antes.

Sus sonrisas tan cálidas, su inocencia, su ternura, todo me volvía loco de él. Sus bellos ojos verdes que contrastaban de manera perfecta con su cabello castaño claro. Ya no podía amarlo más. No porque no quisiera, sino porque me era humanamente imposible. 

"Regálame margaritas" era lo que me había dicho desde que nos hicimos novios hace un año atrás y ahora siempre después del trabajo le llevaba un ramo, el más espectacular que le pudiera comprar. Algunas veces más, otras menos, pero así fuera sólo una margarita saltaba de alegría, me besaba y las colocaba en un florero. Y al caer la noche... lo amaba con locura y devoción, no había una sola noche en la cual no le hiciera el amor.

Faltaba una semana para la boda y yo no cabía de felicidad que guardaba mi alma, ¡Dios, mi esposo! Lo besaba cuando despertaba para ir a trabajar al hospital y antes de dormir, le amaba tanto...

-Minho, soy Onew

-Dime, ¿Qué necesitas?

-No te lo puedo decir por teléfono, ocupo que vengas al hospital.

-Voy para allá.

Me sentía inquieto. El largo pasillo del hospital, y la gente que salía y entraba me ponía los nervios de punta. La secretaria de Onew me invita a pasar a su consultorio. Él me recibe con un semblante serio y aunque con una sonrisa intenta aparentar normalidad, no lo lograba.

-Minho, ocupo hablar de algo muy delicado contigo.

-Habla -le pedí sin rodeos.

-¿Sabes qué es la leucemia?

-sí, cáncer en la sangre, ¿Eso que tiene que ver conmigo?

-Lo tiene desde hace seis meses, pero él no había querido decírtelo...

Ni siquiera ocupe que me dijera de quién estaba hablando, las lágrimas comenzaron a caer por mis ojos.

-¿Dónde está? ¡Dónde está!

Corrí hasta la habitación que me había dicho Onew. Alcance a escuchar "él me pidió que te llamara" antes de salir de su consultorio. Llegue a la habitación indicada y entré.

Lo vi ahí. Recostado sobre una cama, conectado a un monitor. Sus brazos con pequeños moretones, tanto por la leucemia, como por las inyecciones que de seguro había recibido. Se veía más pálido de lo normal, y tenía ojeras bajo sus dos ojos. Su imagen me hizo volver a derramar lágrimas, pero esta vez mucho más fuertes. ¿Por qué me estaba pasando esto? ¿Por qué no me pasaba a mí en lugar de a él? Abrió sus ojos verdes, me miró y sonrió.

Volviendo a amar [2MIN] EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora