Capítulo 8.

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   La miré a los mismos ojos que me habían hipnotizado y descubrí el miedo, miedo a algo que sin duda era desconocido para mí y que por más tiempo que pasara viendo sus piezas de cacao, no iba a encontrar la razón por la que de la nada empezó a temblar. 

 —¿Te encuentras bien? —pregunté y ella sólo negó tan suavemente que temí haber imaginado tal acción. 

—Salgamos, por favor. —suplicó y arrugó su nariz, en una mueca que podría ser divertida si cambiamos la situación. 

—Claro. —me limité a decir, y aún tomando su mano; la arrastré conmigo hasta el interior del cine, pero una vez fuera ella no cambió su semblante por lo que empecé a guiarla hasta el exterior trasero de la plaza.

—No sé que me pasa. —admitió una vez por la pequeña calle que se encontraba detrás de la plaza, pero que daba la vista al río que no se distanciaba a más de cincuenta metros de donde nos situábamos—. De la nada me empecé a sentir intimidada y la piel se me erizó, me dio frío y sentí escalofríos... —dijo y a medida de que hablaba, dejaba que las palabras se fueran con el viento. Hasta que gobernó el silencio y dejó que su mirada divagara por las luces cálidas que se reflejaban en el agua que se mecía con tranquilidad en el río. 

—Tal vez sólo fue un mal momento, tal vez te dio frío por la calefacción, tal vez fue la película, tal vez...

—Sí, —me interrumpió—. Tal vez fue eso. 

   En silencio caminamos hasta el río y cuando nos acercamos lo suficiente, subimos por el puente que cruzaba la corriente a unos tres metros de distancia. 

N/A: Para el desarrollo de este capítulo me basé en la plaza de mi ciudad, que detrás de esta se encuentra un parque dividido por un río y que tiene en su posesión un puente blanco (multimedia). 

—¿Te sientes mejor? —le pregunté y ella sólo desvió la mirada a el agua que corría por sus pies

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—¿Te sientes mejor? —le pregunté y ella sólo desvió la mirada a el agua que corría por sus pies. 

—Sí, no pasa nada. —dijo y recargó su peso en el barandal de metal, para descansar un poco. Y yo sólo me dediqué a mirarla, a memorizar su rostro y a venerarla como a un ser místico. Lucy era bella, eso no necesitabas que te lo confirmaran, pero si ponías más atención, podías ver algunas imperfecciones que para mi ver, la hacían más humana. Su nariz era pequeña y respingada, sus labios cortos pero carnosos y rosados, sus ojos eran grandes y castaños, sus cejas eran largas y tupidas, el contorno de su cara era tenue y delicado, su melena era rubia y a simple vista se veía sedosa, sus pómulos destacaban suavemente de su rostro y un color carmín siempre los vestía. Ella, sin duda alguna era la mujer más hermosa que había visto en toda mi vida. 

—Es difícil encontrar a alguien como tú. —le solté después de unos minutos de estarla observando. 

—¿Qué es lo que me hace difícil? —preguntó y volteó levemente a mirarme, con su ceja izquierda cuestionándome.

—¡Mírate! ¡Eres hermosa! Podrías estar con quién quisieras pero estas aquí, perdiendo tu tiempo conmigo. Podrías vivir los Sábados con alguien más o mínimo disfrutarlos como se debe, ero estas aquí. Dime, ¿por qué estas aquí? ¿Por qué de la nada el interés en estar conmigo?  —le pregunté, pero ella sólo volvió a desviar la mirada al agua, que parpadeaba junto a las luces del puente. 

—¡Vamos, Natsu! ¿Otra vez lo mismo? No sé si ya te quedo claro pero te lo diré de nuevo. —dijo y se levantó del barandal y volteó a verme—. No me importa cuán aburrido sean tus fines de semana, no me importa si tu vida se convirtió en una reverenda mierda, no me importa si eres tan patético como para no haber dado tu primer beso, no me importa lo que fuiste. ¿Entiendes? Natsu, yo no estoy contigo por interés. No soy la típica chica que juega con los corazones de las personas. Simplemente quiero conocerte, quiero saber de ti, quiero saber porque quieres el amor de una persona como yo, porque en estos último días me he dado cuenta de que puedes llegar a ser agradable, que no piensas siempre en ti, que tienes tus prioridades, que tu manera de pensar no siempre incluye sarcasmo, que debajo de esa horrible camisa ocultas un perfecto cuerpo, que tu ignorancia tiene limites... ¿Sabes? En cuanto más te conozco, más me doy cuenta de que vales la pena. Sin darme cuenta cada vez quiero saber más de ti, cada vez quiero recorrer más tus pensamientos, cada vez quiero encontrar al verdadero Natsu que se oculta detrás de esta máscara. Dime ¿eso es lo que te molesta? ¿Que quiera acercarme a ti? Mierda, Natsu, estás haciendo todo más complicado...

 —¡Eso es lo que no entiendo! —la interrumpí de un pequeño grito—. No entiendo porqué de pronto te metes a mi vida, porqué de pronto quieres conocerme y haces citas a mis espaldas. Tú me preguntas qué por qué te elegí a ti de tantas chicas, pues yo te estoy preguntando lo mismo. ¿Por qué yo? Sé que es raro que de pronto un chico al que no conoces te pida su amor, pero no por eso lo vas a seguir a donde quiera que valla. ¿O es eso? ¿Te sientes atada a conocerme? Porque si es así mejor...

 —¡Cállate! Yo nunca podría hacer tal cosa. 

—Entonces, ¿qué es? —le pregunté. 

—No sé, no lo sé.

—¡Tienes que saberlo! ¡Tienes que saber porque pasa tanta mierda que me incluya por tu cabeza! —le grité harto de volver siempre a lo mismo y ella pareció asustarse ante mi acción, porque se sobresaltó y sus ojos se agrandaron—. Perdón, no quería gritarte. —le dije, pero ella no se inmuto de eso, sólo retrocedió dos pasos y con sus brazos buscó soporte por el barandal del puente—Lucy. —la llamé y ella sólo me miraba como una presa mira a su depredador—Lucy, lo siento. —volví a decirle, pero la reacción fue la misma. No tenía remedio, no tenía elección, bueno, tal vez sí, pero no quería pensar demasiado en eso. Sin debatirme demasiado, avancé hasta ella y una vez cerca, la abracé. No fue un abrazo como el que le das a una persona después de años de no verla, fue como el que le da una madre a su pequeño después de un raspón. Porque la sentí frágil sin razón aparente, sentí como se debilitaba con algo tan insignificante, no era para tanto ¿o sí?—. Luce, lo siento.  

Enamorando al Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora