Capítulo 16.

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—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté al chico mientras soltaba a Lucy y me alejaba lo suficiente de ella. 

—Eso a ti no te interesa. —dijo Jellal y se acercó a mi, pasando de largo a Lucy—. Llevo tres días en este instituto y en esos pocos días me han contado lo suficiente como para saber que eres un maldito mujeriego...

—Te equivocas. —lo interrumpí. Todos en el instituto sabían a la perfección que yo no era más que un amigo de Gray y enemigo de Sting, sólo eso. 

—¡Por favor! —se hizo el indignado—. Jenny, Kagura, Cana, Lucy y hace a penas unos minutos Minerva...

—¿Te das cuenta de lo que dices? Con ellas no he tenido nada más allá de una charla. —volví a interrumpirlo y él sólo arqueó una ceja, por lo que corregí—: Excepto con Jenny. 

—Como quieras. —exclamo y se alejó de mi, para dirigirse a Lucy—: Tú y yo nos vamos. —dijo y la sacó de los vestidores de la mano, pero lo que más me sorprendió, fue que ella no pusiera resistencia en ello. 

Con el día arruinado me vestí por completo y para cuando salí de las duchas, me di cuenta de que faltaba muy poco para que las clases terminaran. Al parecer el día se había hecho corto por los simples problemas que siempre me rondaban. 

—Hoy te voy a salvar el culo, Dragneel. —dijo Gray por el pasillo y pude ver como iba con la profesora Aries de la mano, ante eso, sólo pude sonreír con incomodidad y cuando Gray lo notó; me tiró un beso por el aire con burla. Era un idiota. 

   Aproveché que el pasillo estaba tan desierto como para que Gray y la profesora Aries tuvieran su cómplice sexo en el laboratorio, que me senté en el suelo a lado de mi taquilla y esperé paciente los diez minutos que faltaban para que las clases terminaran que no tardaron en pasar volando. El pasillo luego empezó a abarrotarse de estudiantes que corrían despavoridos a la salida y me quedé aún en el suelo para esperar a Gajeel, quien al parecer, hoy tendría el privilegio de llevarme a casa.   

—Natsu, —me llamaron frente a mi y levanté la mirada a Lucy, que estaba parada en medio del pasillo mientras cortaba la ola de estudiantes—. Quiero hablar contigo. —volvió a decir y me ayudó a levantarme del cómodo suelo. 

   A duras caminé detrás de ella preguntándome el por qué de su repentino cambio de ánimo; esta tarde estábamos muy bien en las duchas ¿acaso Jellal le habría dicho algo? ¿O yo había hecho algo mal?, absorto de mis pensamientos llegamos a el aparcamiento de los autos y ella giró a verme con angustia. Algo andaba mal. 

—Lo de esta tarde estuvo mal, Natsu. —empezó, a tirar mierdas de mi—. Sé que no fue lo correcto por parte de ambos y me disculpo por eso. Ahora seré clara contigo; no voy a arrastrarme por nadie y tú no eres diferente a los demás. Siempre andas despreocupado por la vida esperando que ella te ponga el camino libre y sin ganas de mover un dedo sobre ello, podrás ser lo guapo que quieras pero eso no te da ningún derecho de exigir amor cuando no darás nada a cambio y no estoy dispuesta a arriesgarme, simplemente no puedo. Sé que tienes una vida sexual mucho más activa que la mía y que tal vez eso te de más poder sobre las chicas porque ya se forma una fila de las recurrentes invitaciones a sexo que has tenido y yo no voy a darte mi virginidad; no de esta manera. Así que seré directa con mi pregunta y quiero que me contestes con la verdad. —dio un suspiro—. ¿Estás jugando conmigo? 

   Iba a contestarle al segundo que terminó de reprocharme, sin embargo, supe que más allá de sus palabras estaba la decepción y no era exactamente de mi. Iba a decirle la verdad, insinuando que ya se había convertido en una amiga sin remedio alguno pero me contuve. Iba a decirle que ella sin duda alguna era más importante que todas aquellas chicas pero me abstuve. Ella estaba cansada, cansada de dar y no recibir, y yo, no podía complacerla. Estaba ella parada frente a mi preguntándome si debía seguir tratando o dejarlo ya todo por la paz. Estaba suplicándome con sus palabras que no fuera una como las demás y supe de inmediato que si la mantenía a mi lado la iba a lastimar, más de lo que ya lo estaba. Estaba entre la espada y la pared y ella era precisamente la pared que no quería lastimar. De un momento a otro la rubia se había metido a mi piel y sin darme cuenta, ya la quería como lo hacía con Gray, Gajeel e inclusive Loke, pero si estar conmigo la destrozaría al saber que nunca se iba a ganar más allá de mi atención, la dejaría. Ya la estaba dejando. 

   Vi su rostro, tratando de mantenerse neutral aunque una mirada de terror vestía sus castaños ojos. Vi su ceño, tratando de no temblar ante el rechazo que ya le había dado. Pero también vi mi preocupación por lo que pasaría con la rubia. Estaba temblando. Pensando con cada neurona de mi cerebro una respuesta coherente de la que no me arrepintiera y por supuesto; que no la dañara. 

   Sabía que debía decirle mucho, sabía que debía confesarle lo que segundos atrás me había estado atormentando, sin embargo, sólo miré sus ojos y le dije: 

—Estoy jugando contigo, Luce. 

   Entonces vi sus ojos agrandarse y su boca querer soltar una palabrota. La estaba desbastando. 

   Me miró y después al piso, escaneó mi rostro y después las grietas del suelo, como si fueran más importantes que yo en estos momentos. Debía aceptar que me aterraba verla de esa manera; incapaz siquiera de insultarme cuando días atrás esa era su manera de llamarme. 

   Después de unos segundos ella volvió en sí y habló: 

—Algún día te vas a enamorar de alguien como tú y entonces entenderás lo difícil que fue para mi hacerte feliz. 

Enamorando al Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora