Capítulo 12.

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   Estaba en nuestra mesa de la cafetería comiendo débilmente el emparedado de atún que mi madre me había preparado esta mañana rodeado de mis amigos que disimulaban no mirarme mientras comían sus almuerzos; ya los había encontrado mirándome unas tres veces en los cinco minutos que llevábamos comiendo. Ellos sabían del espectáculo de esta mañana con Lucy en el pasillo del instituto, en realidad todos lo sabían, pero que ellos fingieran no saberlo me molestaba, sólo un poco. 

—¿Qué es lo que sucede? Digan algo. —rompí el silencio mientras soltaba el emparedado del cual no tenía apetito alguno —. Llevan minutos sin regañarme, insultarme o si quiera mirarme sin pena.

 —No te entiendo, Natsu. —fue Gray el primero en hablar—. Sé que eres idiota pero, no me esperaba algo así. 

—¿Así? —pregunté claramente confundido—. Yo no hice nada malo, no es mi culpa no corresponder los sentimientos de Lucy.

—Eso tampoco lo entiendo ¿cómo pudo alguien como Lucy enamorarse de alguien como tú? —fue esta vez Gajeel quien intervino pero seamos realistas; eso era lo que todos se estaban preguntando. ¿Cómo pudo enamorarse alguien como Lucy de alguien como yo? Valla que era un mohín. 

—¿Por qué debería saberlo? —me escudé—. Yo más que nadie me he cuestionado eso desde la primer hora de artes...

—Tal vez la rubia sólo tiene pena o compasión por ti. —me interrumpió Loke y de alguna manera esa idea me molestó. Tampoco era como para que yo le diera pena a Lucy. 

—Gracias Loke, eso me levanta el ánimo. —contesté con desagrado y él sólo se encogió de hombros con una pequeña sonrisa ladeada. Después de eso volví a comer el sandwich de atún o mínimo a aparentar que lo hacía mientras mis amigos seguían con su tarea de devorar sus almuerzos, hasta que la tentación me ganó y volteé a la mesa central; a la mesa de los populares. 

   Busqué su cabellera rubia y descubrí que era la que más brillaba de su grupito resaltando cada hebra dorada que la conformaba y eso no era todo, también había encontrado su achocolatada mirada observándome con desdén. Era impresionante como aquella sonrisa vacía que vestía para sus amigos aparentando no tener nada, nunca llegaba ni a sus ojos; a sus bellos ojos. 

   Seguía mirándola, seguía hipnotizado y perdido en su mirada que aún estuviera a unos veinte metros seguía siendo clara e inolvidable para mi, hasta que el voluptuoso cuerpo dueño de una bella chica se interpuso en nuestro contacto visual.

—Hola, Natsu. —oí su penetrante voz traspasar mis pensamientos—. Por ahí supe de tu situación con Lucy. 

—¿Qué tratas de hacer, Kagura? —le pregunté confundido.

—Vamos, yo sé que necesitas. De seguro que fue vergonzoso que una niña de segundo se te declarara en medio del pasillo, ya imagino tu pena al decirle que no. —se burló Kagura y rió. Después se hizó un espacio entre Gajeel y yo y se sentó con nosotros en la mesa, por no decir que sobre mí. 

—No te lo volveré a preguntar, Kagura. Estás violando mi privaci...

—¡Vamos, Natsu! —me interrumpió Kagura en un pequeño grito y yo sólo me negué bajo la mirada de toda la cafetería, que nos observaba desde la llegada de la pelinegra, inclusive Lucy—. Sólo te pido unos minutos en el cuarto del conserje o en el aula de química si te parece. 

—¿Por qué? —pregunté intrigado. Cabe decir que de un momento para otro mi vida había dado un pequeño giro; primero la noticia de que me había acostado con Jenny, después la confesión de Lucy y ahora la invitación de Kagura. ¿Desde cuánto tres de las chicas más guapas del instituto se dignaban a escucharme?

—Quiero ayudarte. —ronroneó en mi oído y después paseó su mano derecha sin descaro alguno por mi entrepierna y alrededores. Mierda. 

—Kagura, —la paré—. Creo que deberías irte. No quiero estar contigo ni...

—No te hagas el difícil, Dragneel. —me interrumpió y se acercó más a mi, pero para entonces yo me levanté de mi asiento y bajo la atenta mirada de todos caminé entre las mesas y salí de la cafetería. 

   Con pasos rápidos caminé entre los pasillos y cuando llegué al mismo pasillo donde habíamos tenido nuestro momento, la oí hablar:

—Que irónico. —rió con amargura a mi espalda—. Yo; Lucy Heartfilia, terminé enamorada de un completo idiota. 

—¿Quieres que te diga que no te lo advertí? —respondí—. No es mi culpa que así haya sido. 

—Lo quiero que me digas es cómo lo has hecho en tan poco tiempo. —se limitó a decir y yo sin mirarla me recargué en las taquillas de aluminio a mi costado y me dejé caer hasta el piso. 

—¿Qué quieres que te diga? ¿Qué fue mi rostro de modelo? ¿Mi cuerpo perfecto? ¿Mi inteligencia? ¿Mi carisma? ¿Simpatía? ¿Mi sonrisa de comercial? —dejé que captara mis preguntas por unos segundos—. Mierda, Lucy. No encuentro ni una razón para que te hayas enamorado de mi, no tengo nada que te até a mi.

—Ahora somos dos. —resopló y se sentó a mi lado en el suelo—. Pero ¿sabes qué es lo que más me llama la atención? —preguntó y recargó su cabeza en los casilleros—. Que aún cuando me repetí a mi misma mil veces que no eras bueno, siempre llegabas o aparecías tú con tu escasa sonrisa que me susurraba: quédate. Fui una estúpida y lo sigo haciendo, pero, nadie elige de quién enamorarse.

—No sé que decirte. —admití—. Quiero consolarte diciendo que encontraras a alguien que te valore pero siento que no quiero hacerlo. Quiero decirte que me olvides y que sigas con tu vida adolescente y con todos los problemas que la afrontan pero tampoco quiero hacerlo. Quiero decirte que no pasa nada pero ambos sabemos que pasa todo... 

—Quieres lastimarme. —concluyó ella al fin.

—No, no quiero lastimarte, pero tampoco quiero que te vayas. Quiero que estés conmigo y me brindes tu amor sin esperar nada de mi, quiero que te quedes y me elogies con tu presencia. No sé si soy claro, pero quiero que permanezcas conmigo aunque eso te joda. Sé que es egoísta pero eso quiero...

—Yo quiero besarte y mira; nadie obtiene lo que quiere. —me interrumpió en un pequeño grito ahogado, como si no quisiera revelar ese gran capricho suyo.

—Te arrepentirías, no sé besar. Nunca he besado a alguien.

—¿Te importaría si me quedo con tu beso? —preguntó y esta vez si volteé a verla.

—¿Te importaría si me quedo con tu virginidad? —pregunté esta vez yo y ella no me dejó burlarme en su cara, ya que debido a la cercanía sólo bastó con un pequeño movimiento para que sus labios tomaran los míos y empezaran a estrujarlos con delicadeza. Empezó con algo sutil y tímido y yo sin saber que hacer o como debía comportarme, sólo seguí sus movimientos y dejé que ella me enseñara como demostrar la necesidad en un beso. 

Hola, debo avisaros que no publicaré en unos días ya que estoy corrigiendo una historia. Tardaré dos semanas sino es que más. 

Bye, bye.  


Enamorando al Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora