Capítulo 26.

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Sólo diré que me dieron ganas de escribir. 

—¡¿Juvia?! —pregunté totalmente atónito sin poder articular algo más inteligente que lo que era obvio. 

—¿Tanto he cambiado? —preguntó con una pequeña sonrisa y negando divertida. Se estaba burlando de mi sorpresa—. Pero tú... Tú si has cambiado, Natsu. Eres mucho más guapo que antes y creciste bastante. —tocó deliberadamente mi hombro, al parecer me seguía conociendo. 

—Han pasado dos años, Juvia. Todos crecemos. —contesté con intención de darle a entender que ya no era el mismo de antes. Le doliera a quien le doliera, yo ya no era como antes. Ya no era tan crédulo como para creer en mentiras inmorales, ya no decaía tan fácil mis ánimos y mucho menos mi humor, ya no permitía tan ampliamente que entraran a mi vida con el poder de dañarla, ya no era el Natsu estúpido de hace dos años que se cegó por amor ante la vida, ya no lo era. 

—Lo sé. —resopló a mi lado y dejó que su cabello volara con el aliento que sus labios emanaban—. Sé que ha pasado mucho tiempo pero me gustaría hablar contigo. Te guste o no dejamos una charla pendiente... 

—Lo siento, me están esperando. —me excusé y ella negó nuevamente. 

—A estas horas nadie te esperaría, Natsu. Son las cinco de la mañana. —rió unos segundos y después volvió su rostro un poema de curiosidad—. ¿Acaso una chica está esperándote a estas horas? —y esa pregunta fue la que arruinó mis planes, de pronto ya tenía curiosidad por "charlar" con ella lo que tantos años atrás olvidamos. Me tenía a su merced, lo sabía, sabía que no me gustaba admitir ningún tipo de relación con alguien. Era inteligente y yo muy idiota. 

—Cinco minutos solamente. —le permití y ella sonrió en aprobación. Ambos sabíamos que serían más de cinco minutos. 

   Con una sonrisa me indicó que la siguiera y cuando me dió tiempo de observarla con detenimiento, pude notar que llevaba un uniforme de enfermera y supe de inmediato que trabajaba aquí. 

   Seguimos avanzando sin perdernos del tercer piso y después, al final del pasillo, abrimos una puerta blanca que daba al interior del hospital. Era un gran balcón en el que podía fácilmente andar en bicicleta como ejercicio y a nadie incomodaría. Perfecto para hablar. 

—Nadie nos interrumpirá, no te preocupes. —dijo ella en un intento de calmarme y me sonrió para lograrlo. Debía reconocer que sin duda alguna, a Juvia también le había sentado bien los años. Su pálido rostro me daba la bienvenida y sus enormes ojos la hacían aún más cálida, sus azulados cabellos caían en cascada por sus hombros y unos por su frente, su cuerpo seguía poseyendo unas llamativas curvas que dos años atrás me hubieran matado. Juvia era bella, sin embargo, Lucy la opacaba por mucho. Juvia no era nada físicamente al lado de Lucy.

—¿Es aquí dónde me dices que no querías acostarte con Gray? —le pregunté y su risa se descompuso. Claro que era lo que quería decirme. 

—Tendrás que oírme si quieres arreglar las cosas. —musitó enojada y después relajó su arrugado ceño—. Admito que acostarme con Gray no fue lo mejor que he hecho, lo sé, de verdad que lo sé. Te juro que me arrepentí, te juro que lo hice. Yo amaba nuestra relación, te amaba y sabía que me amabas, todo era perfecto. Natsu, eras demasiado. Eras tímido, inteligente, contagiabas alegría, reías sin parar, eras la perfección en toda la palabra, eras el amor y yo era la ignorancia. Éramos el uno para el otro, nos completábamos, pero preferí dejarte ser feliz por otra parte. Decidí que te hartarías de mi, te cansarías de mi indiferencia, te darías cuenta que yo no era suficiente al final todo el amor que nos teníamos se esfumaría y no me equivoqué; se esfumó todo, pero no de la manera que quería. Yo no quería que te convirtieras en el monstruo que yo era. —y en esta parte fue donde sus lágrimas se asomaron—. Dejaste de ser el amor que eras por mi culpa. Te volviste frío y te cerraste a los sentimientos que otras personas podían ofrecerte, creaste una barrera alrededor de ti y no le permitiste la entrada a nadie. Dejaste de ser tú y eso fue lo que me mató. La culpa me cayó encima pero no podía remediarlo, no me dejabas que te ayudara y no te culpaba, me había acostado con tu mejor amigo. Aprendí a vivir sin ti y después de un tiempo supe que el error no eras tú, supe que no importaba cuánto me amaras, supe que no importaba que tan perfecto eras, al final la culpa era mía por escudar mi ignorancia con tu alegría, la culpa era mía por no entender que si tu me amabas y yo te amaba; no había nada de qué preocuparse. —me miró esta vez con sinceridad. Esta vez, era ella quien lloraba. Esta vez, no veía la duda... Estaba arrepentida—. Siento mucho lo que hice, pero no quiero que volvamos. Soy feliz ahora, soy feliz aunque no lo creas. Tengo un novio y con él no cometeré el mismo error que hice contigo...

—¿Por qué me dices todo esto? —pregunté tratando de entenderla. 

—Porque mereces una explicación, mereces que te libere de la culpa. —tomó mi rostro con sus manos obligándome a verla—. Mereces ser feliz. Sé lo que haces, sé lo que te cuestionas, sé con exactitud lo que piensas. Nadie te conoce como yo, Natsu. Ahora, justo aquí, te libero de todo lo que ata a mi, te dejo ser feliz con alguien más y te permito que seas tú y sólo tú. —contestó y sonrió, borró sus lágrimas y con una mirada me advirtió que fuera por ella. 

   Entonces comprendí a lo que se refería, comprendí por qué me decía todo esto, comprendí que nuestra situación se asemejaba a mi actual con Lucy, ella lo sabía. Esta vez Lucy era el amor y yo era el irracionalismo, esta vez yo era el insuficiente y Lucy era el premio mayor... Todo se estaba repitiendo. Todas las razones por las cuales había odiado a Juvia era lo que ahora me definía, me estaba convirtiendo en ella, pero algo que yo seguro no haría, era dañar a Lucy.   

   La miré pidiendo el permiso de irme de ahí y ella asintió con una sonrisa en el rostro. 

   Hoy por fin había sido libre. 

   Ahora nada me abrumaba.

   En efecto que ahora era feliz.  

Enamorando al Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora