Capítulo 17.

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—... más a la derecha. —ordenó mi madre y con su dedo apuntó el lugar a lado de mi cabeza. Llevábamos horas acomodando un cuadro en la pared de la sala y a mi madre, como siempre, le parecían absurdas todas las direcciones que yo elegía, así que mejor decidió acabarse todo el día buscando la posición perfecta para un cuadro tan vulgar donde aparecían mis padres felizmente abrazados y yo en medio de estos. Lastima que después del divorcio el cuadro se perdiera y justamente ahora quisiera torturarme—. Ahí está perfecto. —alabó al fin mi trabajo y se sentó rendida en el sofá detrás suyo. 

—¿Para qué quieres esa mierda en la pared? —le pregunté ofendido y no sólo por el simple hecho de que cuando Gray viniera se burlaría de mi aspecto a los cinco años, sino porque mi padre aquí era algo a lo que no te podías referir más que con adjetivos vulgares. 

   Mi padre; Igneel Dragneel, es un empresario adinerado que vive en la capital mientras disfruta de su dinero y lo despilfarra en alcohol, había dejado de ser un hombre estricto desde que las trabajadoras de su empresa empezaron a acostarse con él por obligación y desde entonces; le tomé un asco irracional. Siempre iba a ser un niño de mami en ese sentido.

—Cuando vengan mis amigas verán lo guapa que era cuando no me dabas tanto estrés. —contestó ella y rió, sabía que le dolía ver a mi padre tan feliz a su lado cuando ahora sólo veía las cartas que nos mandaba al mes repletas de dinero. 

   Seguimos charlando de variedades de cosas triviales hasta que el momento llegó y mi madre algo cansada fue a dormirse a su habitación. Si bien, nosotros manteníamos una relación madre-hijo bastante cómoda y envidiable; yo aveces podía ser su amiga chismosa que venía todos los fines del mes para ponerse al tanto de las noticias y ella aveces podía ser mi amigo el rebelde al cual contarle todas mis fechorías. 

—¡Te lavas los dientes antes de dormir! —me gritó mi madre desde su habitación y reí en silencio. Esta noche tenía planeado salir a beber yo solo al bar del centro para ahogar un poco mis penas que me habían estado molestando desde hace una semana cuando Lucy se decepcionó de ella misma.

   Salí de mi casa y caminé hasta el bar que no quedaba a más de quince minutos a pie. En el transcurso pude notar como la neblina empezaba a caer sobre los tejados de Magnolia en anuncio al húmedo verano que tendríamos, lo malo era que ya tenía planes con los chicos sobre ir a pasar las vacaciones en una playa al otro lado del país. 

   Después de unas cuadras a pie, llegué a el dichoso bar y cuando entré, no pude evitar sentirme incómodo y no por el simple hecho de que mujeres con poca ropa paseaban de aquí para allá o porque hombres robustos habitaban la mayor parte del bar, sino porque ya había dejado los bares hacia un año. 

   Los primeros minutos los pasé desapercibido en la barra con un shot en mis manos y al final terminé liándome con una de las meseras en el asqueroso baño del bar.

  —... sigo sin entender. —dijo ella sobre el lavamanos con la mini falda entre las rodillas. 

—Serás estúpida. —dije algo torpe y ella rió—. Estas tan estrecha...

—Que sea rápido, en unos minutos entra mi turno. —susurró y siguió rebotando sobre el lavabo hasta que el climax llegó y ella se despidió de mi con un simple beso en la mejilla. 

   Al salir del baño me topé con otra sorpresa sentada en la barra de peculiar cabello azul para arruinar lo que iba de mi día. 

—¡Pero mira a quién tenemos aquí! —arrastré las palabras y Jellal volteó a verme claramente enfadado, tal parecía que él estaba totalmente sobrio. 

—No esperaba menos de ti. —confesó—. Caes tan bajo en tan poco tiempo. 

—No seas imbécil y dame mi copa. 

—Tú deja de ser imbécil y no vengas a un puto bar de muerte por tus malditas penas que te ganas por estúpido. —se exaltó esta vez él y tuve unas inmensas ganas de soltarle que él estaba aquí por lo mismo, sin embargo, sólo arrebaté la copa de sus manos y la bebí. 

—Mis penas no te importan. 

—Claro que me importan. —dijo—. Soy yo quien consuela a Lucy por tu maldita estupidez. 

—¡¿Qué querías que hiciera?! —pregunté yo esta vez exaltado, la verdad no tenía ni la mínima idea de que Lucy necesitara consuelo por una idiotez mía. 

—¡Que fueras más hostil con ella! —gritó en mi cara y tomo con fuerza mi camisa para amenazarme de cerca. 

—¿Más hostilidad? ¡Casi pinto su rostro de decepción! —dije y recibí un puñetazo suyo impactarse en mi rostro, pero no lo detuve ni lo regresé, sólo lo recibí con orgullo; lo merecía. 

—¡No valoras la mujer que es Lucy! —volvió a gritar en mi cara y casi sentía que me besaba. 

—¡Ella no se valora a sí misma! —me alejé un poco de él—. ¡Cayó tan bajo como para enamorarse de mi! 

—¡Ella no quería enamorarse de ti! —volvió a tomarme de mi camisa e impacto su puño en mi rostro—. ¡Ya me tenía a mi!

—¡Yo no quería enamorarla a tal punto! —me defendí. De haber sabido que querer su amor terminaría en esto, yo mismo hubiera buscado a otra chica que pudiera saciarme, aunque ella era la única opción. 

—Pero lo hiciste sin ni siquiera mover un dedo y eso es lo que la destrozó. 

—No quería destruirla, pero todo lo que toco lo destruyo y ella me entregó su corazón. 

Enamorando al Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora