4. Enfrentados - Parte 1

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—¡Soltadle o le mato ahora mismo! —grité a los agentes de seguridad de la S.L.S. para que liberaran a Bryon inmediatamente o no dudaría un solo segundo más en apretar el gatillo de mi Fusil de Asalto para acabar con la vida de Krauster.

Mantenía a Krauster, en todo momento, sujeto contra mí, rodeando su cuello con mi brazo izquierdo, mientras que mi Fusil de Asalto, el cual sostenía con mi mano derecha, estaba clavado en su espalda.

Estaba dispuesta a todo por salvar a Bryon, absolutamente a todo. Ya no tenía nada que perder porque ellos, aunque principalmente Krauster, me lo habían arrebatado todo, mi vida, mi presente, mi pasado, mi futuro... Me habían convertido en algo que yo no era, algo demasiado lejano de ser considerado un ser humano... Ni siquiera me sentía humana, en muchos aspectos, en realidad... Lo único que me quedaba era Bryon, era mi marido, el padre de mi hijo y no me iba a rendir sin luchar por él, sin luchar por su vida.

Los agentes de seguridad de la S.L.S. clavaron sus ojos sobre los míos nada más que mis amenazantes palabras llegaron a sus oídos. No había amenaza en sus miradas, más bien había demasiada confusión ante el hecho de ignorar qué poder hacer en estos momentos en que la situación parecía haberse vuelto demasiado delicada para ambas partes, tanto para Krauster como para Bryon y yo. Sin embargo, en mi propia mirada sí había amenaza, una amenaza demasiado intensa y demoledora, una amenaza envenenada por el odio y la ira... Mi mirada mostraba claramente que mi decisión era tan inapelable como absolutamente concluyente.

Todo estaba en contra de Bryon y de mí, nada estaba a nuestro favor y nada se podría jamás a nuestro favor... Estábamos condenados a morir de un modo u otro. Pero si éste era nuestro final, si hoy estábamos condenados a morir, Krauster lo haría con nosotros.

Uno de los agentes de la S.L.S., quien, a juzgar por su apariencia física, parecía ser de procedencia afroamericana y quien, además, debía de ostentar un mayor rango, control y poder sobre el resto de agentes, aunque no por encima de Krauster, escrutaba minuciosamente, con sus oscuros ojos, la situación en la que nos hallábamos todos los presentes, al igual que parecía estar comprobando cuánta determinación había en mis propias palabras.

Mantenía una calma absoluta y sostenía su Fusil de Asalto entre sus manos pero sin mostrar con él ningún tipo de amenaza. No me apuntaba a mí, ni apuntaba contra Bryon. Se limitaba a observar la compleja situación que tenía ante sus propios ojos. Los demás agentes de seguridad parecían estar esperando que él pronunciara algún tipo de orden consistente en liberar a Bryon o matarle directamente. Pero él, por alguna razón, no parecía estar dispuesto a emitir orden alguna, sino que parecía mantenerse sumido en sus propios pensamientos, pensamientos que le habían transportado a algún lugar demasiado lejano, en tiempo y espacio, de la situación actual en Verrazano Narrows.

A pesar de ser el jefe del grupo de agentes de la S.L.S. no le había visto nunca anteriormente, ni siquiera cuando asesinaron a Kalen en la azotea del complejo hospitalario. En aquel momento, los agentes que acompañaron a Krauster y que asesinaron a Kalen a sangre fría, sin sentir el más mínimo respeto por su vida, solamente seguían las órdenes de un único líder, Krauster.

—Bajad las armas —ordenó el agente de seguridad afroamericano, a sus restantes compañeros, tras su más que exhaustiva observación de la situación que se estaba desarrollando ante su implacable presencia y tras haber abandonado aquellos profundos pensamientos en los que su mente debía de haberse sumido anteriormente.

Su tono de voz sonó tan firme como inapelable. Era la típica orden, de carácter imperativo e ineludible, procedente de alguien que está acostumbrado a dirigir a un grupo de personas, durante largos años, y que es absolutamente consciente de que ese grupo obedecerá cualquier orden que él escupa por su boca, sea cual sea la orden, pues es consciente de que, hasta la orden más suicida que él pronuncie, será acatada por el grupo de personas a las que lidera quienes le seguirán hasta el fin del mundo si es necesario.

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