4. Enfrentados - Parte 6

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—¡No, Enyd, no! —gritó una voz, masculina, grave y profunda a mis espaldas.

No me giré al escuchar la voz que acababa de hablarme, sino que clavé ligeramente el cristal sobre el cuello de Matthew, de modo que, unas pequeñas gotas de sangre brotaron de la herida que acababa de causarle.

Sentí que alguien me agarraba por la espalda y sujetaba, ejerciendo una gran fuerza capaz de rivalizar con la mía, la mano en la que yo sostenía el afilado cristal obligándome a apartarlo del cuello de Matthew.

—Soy Blasset —dijo en un tono de voz que portaba cierto alivio al comprobar que me había detenido antes de alcanzar a matar a Matthew—. Tranquila... —susurró cerca de mi oído, mientras me arrebataba, con su propia mano derecha, el afilado cristal, con el que yo acababa de intentar asesinar a Matthew, para después lanzarlo al suelo bastante lejos del lugar en que estábamos.

Por alguna razón, el odio y la ira que me habían llevado a desear a asesinar a Matthew con mis propias manos, se esfumaron nada más que la palabra "tranquila" salió de los labios de Blasset, antiguo jefe de la unidad de seguridad del laboratorio, la S.L.S., quien, por alguna razón, se había convertido en enemigo de Krauster. Ese odio y esa ira fueron sustituidas de nuevo por el dolor, por el más lacerante y puro dolor que puede llegar a sentir una persona.

Las imágenes de Bryon muerto en el suelo y la de mi hijo siendo arrastrado por Drixman mientras yo no podía hacer nada por salvarle, arribaron a mi mente con una brusquedad que paralizaron tanto mi corazón como mi respiración por unos instantes.

Tras el regreso del dolor, me dejé arrastrar ligeramente por Blasset, quien, aún abrazándome por la espalda, me separó unos metros de Matthew con el fin de apartarme de la sospecha que más daño me causaba. Mis piernas ya no pudieron soportar, un solo segundo más, mi propio peso. El dolor había venido acompañado de la debilidad más absoluta, y me dejé caer al suelo.

Blasset, lejos de impedírmelo, se dejó caer también al suelo conmigo, sin dejar de abrazarme, mientras el llanto regresaba de nuevo a mí. Tal vez, el llanto que había llegado a mí, en este instante, era el que más dolor arrastraba en sí mismo puesto que, ahora más que nunca, mi mente había asimilado violentamente todo lo que había sucedido.

Me dominaba en estos momentos el verdadero llanto que sale desde el propio pecho, lugar en que sientes el máximo dolor, un llanto que sale acompañado de la rabia y la frustración, un llanto que arranca gritos desgarradores del más puro dolor que te está destruyendo por dentro, un dolor que te está matando por dentro y que desearías que lo hiciera de un modo rápido.

En el rostro de Mathew solo se dibujaba el miedo más absoluto. Sus ojos pasaban alternativamente entre mi rostro y el de Blasset y, ni siquiera, se movía del suelo, era como si estuviera paralizado y sus músculos no respondieran a ningún estímulo pese a que, tal vez, su deseo más intenso fuera ponerse de pie y huir de nosotros a la máxima velocidad que le permitieran sus piernas.

—Tranquila... —repitió Blasset sin dejar de abrazarme—. Respira... —susurró acariciando mi espalda levemente al ver que el llanto ni siquiera me permitía respirar. Era un llanto demasiado intenso que venía acompañado de alaridos desgarradores de puro dolor, lo único que realmente sentía; un llanto que me arrebataba el aire, que se llevaba las fuerzas, que me hacía sentir que estaba agonizando, que me hacía desear morir...—. Eso es... —añadió en un tono de voz que aportaba amargura mezclada con una pizca de ánimo para que continuara sacando el dolor del interior de mi pecho, de mi propio corazón.

Ignoro el tiempo que transcurrió hasta que el dolor en mi interior dejó de ser tan lacerante, tan desgarrador y, poco a poco, a medida que el dolor amainaba me fue abandonando el llanto. Me sentía destruida, vacía, sin vida, sin alma, herida de muerte...

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