5. Renacimiento - Parte 2

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Mientras Blasset se comunicaba con Matthew fijé mis ojos sobre el tablero de botones de llamada. Tablero que, tan solo, contenía veinticinco botones, los correspondientes a las veinticinco plantas que conformaban el complejo hospitalario el cual era visible a los ojos de cualquier persona. En cambio, no había referencia alguna a las veinticinco plantas subterráneas que poseía el complejo de laboratorio, esas plantas eran totalmente secretas y los modos de acceso también eran totalmente secretos.

—Dadme un segundo —dijo Matthew tras escuchar las palabras de Blasset e, inmediatamente, a través del pinganillo pude escuchar el rápido golpeteo de sus dedos contra el teclado de su ordenador. En unos segundos las puertas de acero del ascensor comenzaron a cerrarse—. Bueno, de momento va todo bien —murmuró Matthew en un leve susurro cuando las puertas del ascensor terminaron de cerrarse—, así es que buen viaje, chicos.

—¿Puedes acceder a las cámaras de seguridad de la planta subterránea número veinticinco? —le pregunto Blasset nada más que el ascensor comenzó a descender lentamente disponiéndose a realizar un largo recorrido de cincuenta plantas, veinticinco sobre tierra y veinticinco bajo tierra.

—Puedo —respondió Matthew con seguridad y firmeza en sus palabras—. ¿Qué necesitas? —preguntó consciente de que Blasset acababa de formularle esa pregunta por alguna razón más allá de la mera curiosidad.

—Necesito que compruebes si hay presencia de agentes de seguridad de la S.L.S. en el recorrido desde el ascensor hasta el despacho de Krauster.

Las palabras de Blasset fueron revestidas de una imperatividad que no dejó duda alguna de que se trataba de una orden directa; la típica orden que él, como jefe de la unidad de seguridad del laboratorio, estaba acostumbrado a dar.

—Dame dos segundos —respondió Matthew con calma y, una vez más, guardó absoluto silencio; silencio que solo era roto por el golpeteo constante de sus dedos sobre las teclas del teclado de su ordenador—. Todo despejado —informó en unos segundos con una seguridad y firmeza absolutas.

—¿No hay nadie? —preguntó Blasset con el entrecejo ligeramente fruncido y pensativo.

Era como si Blasset comenzara a ser consciente, al igual que yo, de que no era lógica tanta falta de vigilancia teniendo en cuenta que hablábamos de Krauster, una persona ambiciosa y obsesionada por la seguridad más extrema posible con el fin de proteger al máximo a sus experimentos. Blasset intuía que algo extremadamente peligroso se estaba gestando en algún lugar demasiado lejano a nuestro conocimiento.

—Ni un alma deambula por esos pasillos —respondió Matthew confirmando una vez más las palabras que había dicho unos segundos atrás.

—¿Va todo bien? —pregunté mirando a los ojos a Blasset pues era a él a quien iba dirigida mi pregunta.

—Va todo demasiado perfecto —respondió Blasset mirándome a los ojos y manteniendo una mirada que se debatía entre la confusión y la incertidumbre, aunque sin perder la calma que le caracterizaba ni un solo segundo—, y eso no me gusta lo más mínimo... —concluyó negando levemente con la cabeza.

—¿Crees que pueda tratarse de una emboscada? —preguntó Matthew con un tono de voz ligeramente alterado por las circunstancias que, repentinamente, parecían haberse presentado.

Blasset no respondió de forma inminente a sus palabras, sino que mantuvo su mirada fija en algún punto perdido dentro del propio ascensor mientras en su mente calibraba las posibilidades de que pudiéramos encontrarnos ante una verdadera emboscada.

—Escuchadme —añadió Matthew hablando demasiado rápido y refiriéndose concretamente a Blasset—, si teméis algo, lo que sea, aún estoy a tiempo de sacaros de ahí. Tan solo tengo que revertir el protocolo del ascensor para que os lleve, de nuevo, a la azotea y podáis huir sin problemas. Si seguís adelante, una vez que salgáis del ascensor es muy difícil que pueda ayudaros a escapar.

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