Se llamaba Rossy Clemaid, y era una mujer que sufría ataques de epilepsia con frecuencia, haciendo que su vida fuese realmente complicada. Cuando el implante cerebral de electrodos fue anunciado por primera vez, Rossy decidió apuntarse al tratamiento experimental que hasta entonces había funcionado bien en primates. Durante los primeros años todo parecía funcionar de las mil maravillas. La señora Clemaid podía hacer vida normal sin tener que preocuparse por nada, ya que si el sistema detectaba un brote de epilepsia, éste ordenaba la descarga de unas pequeñas corrientes eléctricas que anulaban por completo el problema. Sin embargo, un día algo falló y el implante se convirtió en una bomba de relojería. Ross murió una mañana en el que su sistema percibió un brote epiléptico. Las corrientes eléctricas fueron tan intensas que en menos de un segundo su cerebro se había quemado por completo.
El resto de pacientes en fase experimental no obtuvieron mejores resultados. A pesar de no haber muerto debido al implante en sí, todos ellos desarrollaron enfermedades iguales o peores a las que ya tenían, ninguna de ellas reversible.
Así que las probabilidades de que Valia Alaine saliese bien parada de aquella condena eran realmente escasas. La única solución posible era que se mantuviese cuerda durante todo el periodo de sentencia para así evitar el uso del implante, pero Ciro sabía que eso era muy complicado. Nadie podía aguantar tanto tiempo asilado en tan poco espacio, con luz permanente y una temperatura tan incómoda sin sufrir ningún tipo de crisis mental.
—Resuelto esto, vamos a seguir con los puntos del día. —Ciro dirigió la mirada a su jefa de sección mientras ésta toqueteaba su ordenador táctil. Realmente se trataba de una mujer repugnante—. Señorita Roguez, no me he olvidado de usted. Hablaremos luego en privado.
—Sí, señora —repuso la chica con un tono firme de voz.
—El siguiente punto a tratar es algo que no puede salir de esta sala. Por supuesto, nadie del Cubo debe enterarse de que Mara ha sido capturada y de que los soldados han averiguado nuestro sistema de acceso al mundo paralelo. Ambos pelotones habéis sido seleccionados con el objetivo de averiguar el paradero de la señorita Alaine y proceder a su ejecución.
La directora de la sección de exploradores había dicho esas palabras con tanta ligereza y elegancia que a los integrantes de ambos pelotones les costó más de diez segundos entender lo que realmente estaba diciendo. Cuando el cerebro de Ciro hubo procesado la información, un sudor frío comenzó a empaparle la espalda y la frente.
De todas las personas del Cubo, tenía que ser Mara.
Dirigió su mirada hacia el pelotón de Ziaya y pudo ver cómo todos ellos tenían expresiones de verdadero disgusto pintadas en sus caras. La chica de rasgos orientales se había llevado las manos a la boca, tratando de ahogar un gemido. Su capitana parecía debatirse entre seguir escuchando a la directora de sección o mandarla a un lugar lejano con algún improperio; la mujer pelirroja se mordía el labio inferior con saña y el chico de pelo rubio verdoso había dejado de respirar a juzgar por lo rojo que estaba.
—Los exploradores no estamos entrenados para matar, señora, mucho menos a nuestros compañeros. —Ciro se sobresaltó al escuchar la voz de su capitán de pelotón—. Además, la señorita Alaine está registrada en el grupo de mujeres en condiciones óptimas para procrear.
—El grupo de mujeres en condiciones óptimas para procrear es suficientemente grande como para poder prescindir de un miembro, señor Sleiden —dijo Tera—. Es curioso que sea usted quien me recuerde que la sección de exploradores no está preparada para matar, cuando es justo usted el que mejor entrenado está para ello. Si no recuerdo mal, fue admitido en la sección de exploradores por haber pertenecido al cuerpo militar en la Tierra —prosiguió la mujer remarcando la última frase concienzudamente—. Creo que no han comprendido la situación actual. Nuestros enemigos han descubierto las puertas dimensionales, que es el sistema que empleamos para sobrevivir en un universo paralelo. Aún no saben cómo abrirlas, pero la señorita Alaine ha sido capturada. ¿Cuánto creen que tardarán en conseguir la información que necesitan?
—Si quiere que arriesguemos nuestras vidas para matarla, al menos podemos intentar sacarla de ahí. —Sylvan, hasta ahora callado, dio un paso adelante con las manos detrás de su espalda.
Ciro parpadeó un par de veces, sorprendido de que hasta Sylvan hubiese intervenido en la conversación. Sylvan era el miembro más reservado del grupo y rara vez cuestionaba las órdenes de sus superiores, pero estaba claro que a todo el mundo le estaba costando asimilar semejante orden.
—La señorita Alaine no debe regresar al Cubo. Los soldados podrían haber colocado algún tipo de localizador en alguno de sus órganos. Si Mara atraviesa de nuevo alguna puerta dimensional, sin duda proporcionará información al enemigo.
La jefa de la sección de exploradores permaneció en silencio unos segundos, esperando alguna intervención más. Sin embargo, en vista de que nadie parecía querer realizar más puntualizaciones, se levantó de su asiento y activó el dispositivo holográfico que se encontraba en el centro de la mesa. A continuación se sentó y conectó inalámbricamente su ordenador a dicho dispositivo. Una imagen tridimensional se expandió por encima de la mesa ovalada como si se tratase del tablero de un juego de mesa. Ciro dio un par de pasos hacia delante para ver qué era y en seguida reconoció la imagen: se trataba de una representación del sector de la Tierra en el que se localizaba la puerta dimensional número 23, donde Mara y su madre habían sido descubiertas.
—Aquí fue donde se produjo el incidente —dijo Tera señalando la tubería que ocultaba la puerta dimensional—. No sabemos si se encuentra cerca del lugar o no, porque su pulsera ha sido desactivada. Son las 17:15 aquí, así que en la Tierra han pasado aproximadamente diez minutos desde que Mara fue capturada, por lo que no debe de andar muy lejos. Existe otra puerta cerca de la 23 —prosiguió, señalando un pequeño pasillo entre dos edificios semiderruidos—, y será la que emplearán para acceder a la Tierra. El señor Sleiden y la señorita Roguez dirigirán a sus respectivos pelotones y serán los encargados de cumplir la misión. ¿Alguna pregunta?
—¿Qué pasa si renunciamos? —preguntó la chica oriental del otro pelotón. Tera se acomodó un mechón rubio que se le había desprendido del recogido y abrió la boca para responder.
—Ahora no, Ikino. —La capitana del pelotón de Mara intervino antes de que Tera pudiese decir algo. Dirigió una mirada de advertencia a su compañera que hizo que ésta enmudeciese.
—¿Algo más? —volvió a preguntar la directora de sección—. Bien, encontrarán los detalles en sus ordenadores personales, saldrán en cinco horas. Buenas tardes.
Tera se levantó de su asiento, dando por finalizada la reunión. Imitándola, el resto de directores de sección se levantaron y los miembros de ambos pelotones fueron saliendo de la sala uno a uno, dirigiéndose miradas furtivas entre sí.
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Mara (I)
Science FictionHace dos años acabaron con casi toda nuestra civilización. Hace dos años nos obligaron a huir a un universo paralelo apenas explorado. Hace dos años que vivimos a expensas de lo que nosotros, los exploradores, descubrimos y teletransportamos desde...