Capítulo 17.

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Mara

El estruendoso ruido de las líneas rojas formando la puerta en la pared de mi celda me despierta de golpe. Es un sonido que por un lado me estremece de miedo, pero por otro lado calma la angustia interior que me corroe por dentro como ácido cuando pienso en si habrán descubierto o no el sistema para acceder al Cubo. Guardo la esperanza de que, si vienen en mi búsqueda, aún no hayan sido capaces de descubrir el funcionamiento de nuestras puertas dimensionales.

Es la primera vez que vienen a visitarme tras el implante de electrodos que me hicieron. Desde entonces, mi memoria ha estado jugándome malas pasadas, aunque no he notado la pérdida de situaciones o eventos importantes en mi vida. Sigo sabiendo quién soy y por qué estoy aquí. Sé que no debo responder a ninguna pregunta que los soldados me hagan, porque si lo hago acabarán con mi civilización.

Por otro lado, siempre que despierto me vienen a la mente pequeños retazos de un sueño que no consigo entender. Es frustrante, porque cuando intento acordarme de su contenido, lo poco que mi memoria retiene se desvanece como humo mientras un dolor agudo y penetrante taladra mis sienes sin piedad.

Por el rabillo del ojo veo cómo dos soldados entran en mi celda, dispuestos a ponerme en pie a la fuerza. No he recibido ni una sola lámina comestible y me siento hecha una auténtica mierda, aunque llevo mucho peor el no poder beber agua. Siento la garganta como un estropajo, seca y áspera. ¿Cuánto tiempo puedo llevar aquí? ¿Dos días? ¿Tal vez tres? Sé que los soldados emplean una tecnología muy superior a la nuestra, pero tal vez necesiten nociones básicas de biología.

—Agua —imploro en un susurro casi imperceptible.

Como era de esperar, ambos soldados pasan por alto mi petición. Trato de acordarme de cuánto tiempo puede aguantar una persona sin comer ni beber, pero es tan doloroso hacer memoria que decido dejarlo.

Parece que tienen intención de sacarme de la celda para llevarme a algún lado, tal vez a la sala de la camilla. El procedimiento es el mismo: me levantan en volandas, me ponen una bolsa en la cabeza y me arrastran por los pasillos hasta llegar a nuestro destino; me lanzan contra lo que supongo que es el borde de la camilla, me ponen sobre ella y me aseguran con unas cintas en las extremidades. Finalmente, me quitan la bolsa que me impide ver para así encontrarme de nuevo con la mierda de foco de luz cegadora.

—Agua... Por favor —insisto con voz rota.

Oigo pasos alejarse de mi lado. Éstos se interrumpen tras unos segundos para a continuación ponerse en marcha de nuevo en mi dirección. Una mano enfundada en un guante me introduce un tubo en la boca, y sin previo aviso noto cómo una sustancia líquida y fresca llena mi garganta de manera descontrolada, impidiéndome respirar. Balbuceo y toso; abro los ojos tratando de decirle a quienquiera que esté allí que no puedo coger aire. La luz se clava en mis pupilas dejándome ciega, así que vuelvo a entrecerrar mis párpados mientras el agua se abre paso por mis fosas nasales. A este ritmo terminaré ahogándome antes de que se percaten de ello.

Como si mis pensamientos hubiesen sido leídos, la tortura cesa tras retirarme el tubo. Mis pulmones se hinchan en un intento desesperado de coger oxígeno, y mi boca se abre en una inmensa "o" para ayudarles en su cometido. Consigo expulsar el agua a base de tosidos, deseando con toda mi alma poder inclinarme o poder ponerme de lado para echarla toda. Pero no; estoy tumbada boca arriba, con los brazos y las piernas amarradas a la camilla y con el puto foco de luz atravesándome el cerebro como si fuese un rayo láser.

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora