Capítulo 14 (parte 2).

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Umiko salió de la habitación justo cuando Tera hubo conseguido apagar el portátil y guardar la tablet que el médico le había dado minutos atrás. Había hecho todo lo posible por calmarse y aparentar la habitual serenidad que solía transmitir. Con gesto impaciente miró el reloj de su pulsera identificadora para luego dirigir una mirada acusatoria a la directora de la sección hospital.

—Vamos, debemos estar en menos de cinco minutos sentadas en la sala de juntas.

Sin mediar palabra, ambas aligeraron el paso. Tera no se llevaba demasiado bien con la mujer japonesa. En realidad no se llevaba demasiado bien con casi la mitad de los directores de sección, pero tenía de su parte a los que ella consideraba más importantes, como era al de la sección de informática, a la de balística y armamento y al de investigación y desarrollo. Sin embargo, sabía que tras la reunión que tenían prevista para ese día, la mayoría se posicionaría a su favor. La información que contenía el documento que le había dado aquel hombre se encargaría de ello.

Y por supuesto, no pensaba dejar escapar aquella oportunidad que tenía de hacerse con casi todo el control del Cubo.

Era difícil luchar contra una horda de moralistas que apenas veían más allá de sus narices. El mundo se iba a pique y nadie aportaba soluciones, y si las daban, todas ellas eran banales y poco comprometidas. Si querían sobrevivir y volver a la Tierra, debían actuar en consecuencia. Nadie se atrevía a poner las cosas en su lugar salvo ella, aunque debía reconocer que hasta entonces no había tenido ningún tipo de enfrentamiento serio cuando había tomado una iniciativa medianamente drástica.

Odiaba las mesas redondas en las que nadie aportaba nada. Día tras día se sentaba en aquella sala de la sección de mando, rodeada de personas incapaces de mojarse un pelo por la humanidad. Si había que tomar una decisión seria en una sección concreta, el director correspondiente pasaba la pelota a otro director y así sucesivamente hasta que la pelota llegaba a ella por propia inercia. Era entonces cuando debía emplear su puño de hierro y aplicar lo que ella consideraba conveniente.

Ese era su día a día, y estaba harta.

Afortunadamente, la reunión que tendría lugar en apenas unos minutos cambiaría las cosas, pero aún debía plantearse cómo iba a presentar la información que acababa de descubrir sin poner en evidencia que ésta la había obtenido de manera poco legítima.

Apretó el paso para adentrarse en la sección de mando hasta llegar a la puerta metálica de la sala de juntas. Se sacudió la pechera del uniforme en un gesto casi sistemático que había adquirido tras años de trabajo, y una vez conforme con el resultado situó su pulsera identificadora sobre el lector para acceder a lo que sería una jaula de pajaritos asustados durante las próximas horas.

El ambiente en el interior de la estancia parecía relajado hasta que Tera y Umiko hicieron acto de presencia. Varias cabezas se giraron para contemplar a las recién llegadas, y en seguida el incesante parloteo se convirtió en un leve murmullo. Una sensación de bienestar se apoderó de la directora de la sección de exploradores. Le producía especial satisfacción comprobar el efecto que tenía sobre el resto. Aquel silencio le susurraba lo respetada y temida que era, le hacía flotar por encima de todos; le hacía tener una corona invisible sobre la cabeza.

Con un gesto más que estudiado, Tera aparentó hacer caso omiso a las miradas fugaces que varios directores la dedicaron.   Se sentó en su correspondiente silla tras haber limpiado el asiento con la mano, abrió el ordenador y realizó un par de búsquedas sin importancia mientras esperaba a que el resto de los directores de sección llegasen.

Apenas tuvieron que transcurrir un par de minutos más para que todo el mundo se encontrase sentado en su lugar. Umiko fue la primera en comenzar lo que prometía ser una larga reunión.

Mara (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora