Capítulo 30

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Me desperté al día siguiente al sentir los rayos de sol del medio día golpeando contra mi rostro. Me sentí confundida, desconcertada. Hacía un tiempo que no despertaba en casa, pero hacía más tiempo que no despertaba en la cama de mis padres.

Ellos ya habían bajado, probablemente, mucho antes de que yo ni si quiera abriera los ojos. Aquello de que necesitaba un descanso no era del todo falso. Los viajes, las entrevistas, los días enteros en el estudio... todo contribuía a que, cada vez que llegara a casa, despertara casi a la hora del café de por la tarde.

Caminé sólo con mis calcetines por el parqué brillante y me asomé a la habitación de mi hermana pequeña. La cama estaba hecha y todo estaba bien colocado, con lo cual, supuse que estaba en el colegio. Nada me hacía más feliz que saber que Sofía había vuelto a la normalidad: escuela, amigos, deportes... Que mi hermana estuviese sana me daba ya una enorme razón para sonreír.

Bajé las escaleras con cuidado -no era la primera vez que me resbalaba por las mañanas -, aún frotándome los ojos con una mano y agarrándome a la barandilla con la otra. Entré primero en la cocina y puse a calentar un vaso de leche para echarme el café.

-¡Mila, cielo! -sonó la voz de mi madre desde el salón. -¿Puedes venir un momento?

Yo no contesté, aún era muy temprano para hacerlo. Sin embargo, dejé el vaso dando vueltas en el aparato mientras entraba en la sala de estar, desde donde me llamaba mi madre.

Lo que vieron mis ojos fue algo que completamente ignoraba. Algo que, por supuesto, no esperaba. Sentada en el sofá con ambas manos entre sus rodillas y una enorme sonrisa estaba mi madre. A su lado y de pie, también sonriente, Lauren.

-¿¡Lauren!? -exclamé corriendo a abrazarla. -¿¡Qué haces aquí!?

-Digamos que me he escapado -dijo mirándome de frente, pero aún rodeándome con sus brazos.

-Lauren, en serio, ¡deberías estar en Los Angeles! -dije zarandeándome un poco en su abrazo, sin intención de deshacerme de él.

-¿Por qué no salimos a tomar algo y te explico mejor? -me preguntó con una media sonrisa, aflojando nuestra unión.

-Sí... claro... -dudé. -Pero antes me gustaría que supieras que mis padres...

-Que tus padres lo saben todo -se adelantó dando una lateral a mi madre, divertida.

Yo fruncí el ceño mientras Lauren se retiraba un poco de mí. Miré a dos de las mujeres que más quería en el mundo, ambas compinchadas y ocultando una sonrisa mientras desviaban sus miradas de mis ojos.

-¡Hey! -exclamé golpeando suavemente el hombro de la chica de ojos verdes. -¿Cómo lo sabes?

-Camz -comenzó diciendo ella, alzando sus cejas -, aterricé en Miami hoy a las 10 de la mañana. Hemos tenido tiempo de hablar de muchas cosas mientras esperábamos a que te despertaras.

Estuve charlando con Lauren y mi madre un buen rato más antes de que, finalmente, decidiéramos salir a dar un paseo. Algo que no solíamos hacer en Los Angeles, donde todo estaba plegado de paparazzis fantasma.

-¿Vendréis a comer? -preguntó mi madre cuando estábamos a punto de salir.

-En realidad...

-Vamos, Lauren -pedí haciendo un puchero.

-Está bien -aceptó resignada. -¿Me acompañas a casa luego? Tengo que decir "hola" al menos, antes de que volvamos a Los Angeles.

-Claro -dije decidida. -Podemos cenar allí si te apetece.

Si Supieran (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora