Capítulo 2

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Helen y Elisabeth buscaron por todo su piso buscando el móvil de ésta última sin éxito alguno. Estaba desesperada, no sabía que hacer.

- Tranquila Beth, mira mientras lo seguimos buscando te dejo yo mi antigua BlackBerry ¿Vale? Y si no aparece pues vamos a tu compañía de teléfono y le pedimos el duplicado de tu tarjeta. No hay problema. Ahora deja de preocuparte y vamos a cenar. - Helen tranquilizó a su amiga dándole un sonoro beso en la mejilla.

Juntas se dirigieron a la cocina y prepararon unas ensaladas para cenar. La chica rubia estaba preocupada. No podía vivir sin teléfono y además, ¿Cómo hablaría con su familia? Ellos no tenían el número telefónico de su compañera de piso. Suspiró profundamente y terminó de cenar para dirigirse a la habitación doble en la que dormía con Helen y dormirse tras dar muchas vueltas.

La chica castaña siguió el mismo proceso que su amiga y se durmió.

El molesto pitido del despertador despertó a ambas. Que con sueño se levantaron y se dirigieron a la cocina ya vestidas para desayunar.

- Te cojo la BlackBerry ¿Vale?

- Vale.

- No voy a venir a comer. Cuando salga de clases comeré por ahí, iré a la academia de español y después iré a la compañía para que me den el duplicado de la tarjeta.

- Vale, no te preocupes. - Las dos chicas se sonrieron mutuamente y salieron de casa, camino a Buckswood School que no estaba a más de tres calles de su piso.

Llegaron justo a tiempo a clase. El profesor acababa de entrar por la puerta justo cuando ocuparon sus sitios.

- Hola alumnos. Cómo sabréis el próximo día lunes tenemos el examen así que dedicaremos la hora a resolver las dudas que tengáis.

Y así entre dudas y risas transcurrieron dos horas más de clase, el recreo y las tres siguientes clases. Hasta que la campana tocó. Y por fin todos los alumnos pudieron salir de sus aulas.

- Beth, ¿Te vienes mañana a tomarte un batido al centro comercial? - preguntó inocentemente Anne.

- Claro. ¿Por qué no?

- ¡Genial! Si quieres dile a Helen que se venga. - continuó sonriente. - Os recojo en vuestro piso a las cuatro. - terminó despidiéndose con un beso.

Elisabeth continuó por los pasillos de su escuela aún dándole vueltas al tema del móvil.

- Qué torpe eres Elisabeth. - dijo en voz alta.

- ¿Que te ha pasado ya? - preguntó Greg mientras se ponía al lado de su amiga sonriendo.

- Hola Greg. Ayer perdí el móvil. - dijo ella cabizbaja.

- Oh... ¿Y qué vas a hacer?

- Pues voy a ir a pedir un duplicado de la tarjeta después de las clases de español.

- Si quieres te acompaño.

- Oh no, no hace falta. - dijo ella.

La chica, al ver el rostro de decepción en su amigo le propuso otra cosa.

- Si quieres puedes venirte a comer conmigo. Hoy no voy a ir a comer con Helen, que sino no me da tiempo a coger el bus.

- ¡Vale! - dijo él mostrando todo su entusiasmo en la idea.

- Pues vamos.

Juntos, se dirigieron a la cafetería que había junto a aquella escuela. Se sentaron en una mesa junto a la ventana y entablaron una animada conversación mientras almorzaban.

- Voy a pagar. - dijo el chico.

- Eh no, pago yo.

- No, que yo he sido el que se ha acoplado.

- Que no.

- Que si.

- Que no.

- Que si.

- No.

- Sí. Me da igual lo que me digas, podemos estar discutiéndolo todo el día y tu no llegarías a coger el autobús.

Elisabeth soltó un profundo suspiró y giró la vista para mirar por la ventana mientras su amigo se dirigía a la barra y pagaba. Entre la gente que se movía por las frías calles londinenses pudo divisar una figura familiar. Un chico rubio, alto, delgado, de tez pálida y ojos azules. Era él. El chico del bus. Se quedó observándolo unos segundos. Hasta que pasó a la mirada a un grupo de chicas que gritaban mientras le señalaban.

- ¡Es Niall Horan! ¡Es él! ¡Dios mío!

- ¡Me muero! - decía otra chica mientras se abanicaba la cara con la mano.

Aquellas cinco chicas se dirigieron hacía él y le gritaban en la cara.

Elisabeth estaba más perdida a cada segundo que pasaba contemplando la escena. Aquel nombre le resultaba familiar pero no sabía de qué.

Pudo contemplar como él, sonriente y amable se hacía fotos junto a ellas.

- Ya está. ¿Beth? Si no te das prisa vas a perder el autobús.

La chica consiguió salir de sus pensamientos, miró a su amigo y se dió cuenta de que tenía razón.

- Gracias por la comida, Greg. Eres un cielo.

Le dió un beso en la mejilla y salió corriendo hacia la parada. Allí estaba él. Esta vez no estaba dentro del autobús sino en la parada. A apenas un metro de ella. Tan perfecto como siempre.

Se quedó allí, esperando a que el autobús llegase para montar y dirigirse a su academia. De reojo miraba a aquel chico que ni si quiera se había percatado de su presencia. Decidió apoyarse en el tronco de un árbol que había junto a la parada. Entonces fue cuando sus miradas se cruzaron. Él se quedó unos segundos observándola y ella perdiéndose en ese mar azul que tenía como ojos. Entonces él metió la mano en el bolsillo y saco un teléfono móvil. Miró la foto que tenía ese teléfono de fondo y levantó los ojos para mirarla a ella.

- Me parece que esto te pertenece. - tenía un adorable acento irlandés.

Ella, con el simple hecho de oír su voz, se ruborizó. Miró el objeto que tenía el chico en sus manos sonriente y volvió a mirarle a los ojos. Dió unos pasos hacia delante y agarró el teléfono móvil.

- Gr-gracias... ¿Do-Dónde estaba?

- Se te cayó ayer al suelo cuando el autobús dió el frenazo.

- Oh... ¿Cómo puedo agradecértelo? - se atrevió a decir con más confianza que antes.

- No me lo tienes que agradecer. - dijo sin dejar de mostrar su preciosa sonrisa.

- Que sí, insisto.

- Bueno... No sé. - dijo un poco sonrojado.

- ¿Te invito un café? - era la única oportunidad que tenía Elisabeth de darse a conocer ante el chico que había observado durante tanto tiempo.

- Está bien. Pero no te aconsejo que sea un sitio muy transitado.

- Pues va a ser un poco díficil estando en pleno centro de Londres.

Él rió.

- Bueno... Entonces puedes venir a mi piso. - se ofreció el chico.

¿De verdad le estaba pidiendo ir a su piso? Elisabeth estaba asombrada, era una idea un tanto surrealista. Él ni si quiera conocía su nombre. No sabía que hacer.

Tus pequeñas cosas son perfectas para mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora