Helen y Elisabeth buscaron por todo su piso buscando el móvil de ésta última sin éxito alguno. Estaba desesperada, no sabía que hacer.
- Tranquila Beth, mira mientras lo seguimos buscando te dejo yo mi antigua BlackBerry ¿Vale? Y si no aparece pues vamos a tu compañía de teléfono y le pedimos el duplicado de tu tarjeta. No hay problema. Ahora deja de preocuparte y vamos a cenar. - Helen tranquilizó a su amiga dándole un sonoro beso en la mejilla.
Juntas se dirigieron a la cocina y prepararon unas ensaladas para cenar. La chica rubia estaba preocupada. No podía vivir sin teléfono y además, ¿Cómo hablaría con su familia? Ellos no tenían el número telefónico de su compañera de piso. Suspiró profundamente y terminó de cenar para dirigirse a la habitación doble en la que dormía con Helen y dormirse tras dar muchas vueltas.
La chica castaña siguió el mismo proceso que su amiga y se durmió.
El molesto pitido del despertador despertó a ambas. Que con sueño se levantaron y se dirigieron a la cocina ya vestidas para desayunar.
- Te cojo la BlackBerry ¿Vale?
- Vale.
- No voy a venir a comer. Cuando salga de clases comeré por ahí, iré a la academia de español y después iré a la compañía para que me den el duplicado de la tarjeta.
- Vale, no te preocupes. - Las dos chicas se sonrieron mutuamente y salieron de casa, camino a Buckswood School que no estaba a más de tres calles de su piso.
Llegaron justo a tiempo a clase. El profesor acababa de entrar por la puerta justo cuando ocuparon sus sitios.
- Hola alumnos. Cómo sabréis el próximo día lunes tenemos el examen así que dedicaremos la hora a resolver las dudas que tengáis.
Y así entre dudas y risas transcurrieron dos horas más de clase, el recreo y las tres siguientes clases. Hasta que la campana tocó. Y por fin todos los alumnos pudieron salir de sus aulas.
- Beth, ¿Te vienes mañana a tomarte un batido al centro comercial? - preguntó inocentemente Anne.
- Claro. ¿Por qué no?
- ¡Genial! Si quieres dile a Helen que se venga. - continuó sonriente. - Os recojo en vuestro piso a las cuatro. - terminó despidiéndose con un beso.
Elisabeth continuó por los pasillos de su escuela aún dándole vueltas al tema del móvil.
- Qué torpe eres Elisabeth. - dijo en voz alta.
- ¿Que te ha pasado ya? - preguntó Greg mientras se ponía al lado de su amiga sonriendo.
- Hola Greg. Ayer perdí el móvil. - dijo ella cabizbaja.
- Oh... ¿Y qué vas a hacer?
- Pues voy a ir a pedir un duplicado de la tarjeta después de las clases de español.
- Si quieres te acompaño.
- Oh no, no hace falta. - dijo ella.
La chica, al ver el rostro de decepción en su amigo le propuso otra cosa.
- Si quieres puedes venirte a comer conmigo. Hoy no voy a ir a comer con Helen, que sino no me da tiempo a coger el bus.
- ¡Vale! - dijo él mostrando todo su entusiasmo en la idea.
- Pues vamos.
Juntos, se dirigieron a la cafetería que había junto a aquella escuela. Se sentaron en una mesa junto a la ventana y entablaron una animada conversación mientras almorzaban.
- Voy a pagar. - dijo el chico.
- Eh no, pago yo.
- No, que yo he sido el que se ha acoplado.
- Que no.
- Que si.
- Que no.
- Que si.
- No.
- Sí. Me da igual lo que me digas, podemos estar discutiéndolo todo el día y tu no llegarías a coger el autobús.
Elisabeth soltó un profundo suspiró y giró la vista para mirar por la ventana mientras su amigo se dirigía a la barra y pagaba. Entre la gente que se movía por las frías calles londinenses pudo divisar una figura familiar. Un chico rubio, alto, delgado, de tez pálida y ojos azules. Era él. El chico del bus. Se quedó observándolo unos segundos. Hasta que pasó a la mirada a un grupo de chicas que gritaban mientras le señalaban.
- ¡Es Niall Horan! ¡Es él! ¡Dios mío!
- ¡Me muero! - decía otra chica mientras se abanicaba la cara con la mano.
Aquellas cinco chicas se dirigieron hacía él y le gritaban en la cara.
Elisabeth estaba más perdida a cada segundo que pasaba contemplando la escena. Aquel nombre le resultaba familiar pero no sabía de qué.
Pudo contemplar como él, sonriente y amable se hacía fotos junto a ellas.
- Ya está. ¿Beth? Si no te das prisa vas a perder el autobús.
La chica consiguió salir de sus pensamientos, miró a su amigo y se dió cuenta de que tenía razón.
- Gracias por la comida, Greg. Eres un cielo.
Le dió un beso en la mejilla y salió corriendo hacia la parada. Allí estaba él. Esta vez no estaba dentro del autobús sino en la parada. A apenas un metro de ella. Tan perfecto como siempre.
Se quedó allí, esperando a que el autobús llegase para montar y dirigirse a su academia. De reojo miraba a aquel chico que ni si quiera se había percatado de su presencia. Decidió apoyarse en el tronco de un árbol que había junto a la parada. Entonces fue cuando sus miradas se cruzaron. Él se quedó unos segundos observándola y ella perdiéndose en ese mar azul que tenía como ojos. Entonces él metió la mano en el bolsillo y saco un teléfono móvil. Miró la foto que tenía ese teléfono de fondo y levantó los ojos para mirarla a ella.
- Me parece que esto te pertenece. - tenía un adorable acento irlandés.
Ella, con el simple hecho de oír su voz, se ruborizó. Miró el objeto que tenía el chico en sus manos sonriente y volvió a mirarle a los ojos. Dió unos pasos hacia delante y agarró el teléfono móvil.
- Gr-gracias... ¿Do-Dónde estaba?
- Se te cayó ayer al suelo cuando el autobús dió el frenazo.
- Oh... ¿Cómo puedo agradecértelo? - se atrevió a decir con más confianza que antes.
- No me lo tienes que agradecer. - dijo sin dejar de mostrar su preciosa sonrisa.
- Que sí, insisto.
- Bueno... No sé. - dijo un poco sonrojado.
- ¿Te invito un café? - era la única oportunidad que tenía Elisabeth de darse a conocer ante el chico que había observado durante tanto tiempo.
- Está bien. Pero no te aconsejo que sea un sitio muy transitado.
- Pues va a ser un poco díficil estando en pleno centro de Londres.
Él rió.
- Bueno... Entonces puedes venir a mi piso. - se ofreció el chico.
¿De verdad le estaba pidiendo ir a su piso? Elisabeth estaba asombrada, era una idea un tanto surrealista. Él ni si quiera conocía su nombre. No sabía que hacer.