Tres días.
Se colocó frente al espejo, al tiempo que se rascaba la palma de la mano, pensativa. Llevaba un vestido azul eléctrico con flores turquesas y unas zapatillas del mismo color. En sus dedos, tantos anillos como siempre solía llevar, sin dejarse ni uno sólo desnudo. En su muñeca una única pulsera con una cruz, la misma que su madre le había regalado antes de volver a Italia en la que estaba inscrito su nombre. Llevaba el pelo suelto, por encima de los hombros y los ojos pintados. No hacía más que repasarse con la mirada frente al espejo. Se veía demasiado elegante, pero no lo suficiente como para los que iban a ser sus acompañantes en el centro de Londres. Suspiró y se volteó para mirar su espalda, los tirantes cruzados dejaban ver su piel pálida que desentonaba un poco con los colores oscuros.
Decidió dejar de pensarlo tanto, al fin y al cabo, seguían siendo sus amigos y no la iban a juzgar por la ropa que llevara. Aunque quizás debería ponerse unos altos tacones como cualquier chica que fuera con ellos. A lo mejor si la prensa les hacía fotos pensarían que ella era una enana que no pegaba nada al lado de cinco estrellas de la música. A lo mejor, los chicos pensaban eso. Y si no lo hacían, seguro que la verían como la hermana pequeña a la que hay que cuidar porque es la obligación, pero con la que nadie quiere pasar el tiempo. El interfono sonó y supo que la esperaban. Cogió la chaqueta que más abrigaba de las que tenía y en sus bolsillos metió lo que creyó que necesitaría; dinero para pagar su parte de la cena, el móvil, un par de libras sueltas para pagar el autobús de vuelta y pastillas para la ansiedad en el caso de que todo fuera mal. El interfono volvió a sonar y ella se dio cuenta de que estaba tardando demasiado. Agarró las llaves y le dio dos vueltas a la cerradura al salir, no sin antes comprobar que todas las luces habían quedado apagadas y que nada estaría gastando energía en el tiempo que ella estuviera fuera. No pudo evitar dirigir una rápida mirada al calendario de la cocina, que tenía una visible cruz roja destacando el día siguiente.
Bajó corriendo las escaleras y pudo ver un rostro conocido a través del cristal del portal. Sonrió al instante cuando le vio, después de todo lo que había pasado. Sentía como si llevara siglos sin verle cuando, en realidad, eran cuatro semanas escasas. Su pelo castaño seguía siendo corto y su sonrisa de ternura al verla, tampoco había cambiado. Helen se acercó lentamente con miedo a su rechazo, con miedo de que no quisiera abrazarla o hablarle, o algo así. Pero Liam se adelantó unos pasos y la abrazó con tanta fuerza como sus ejercitados brazos le permitían. Ella le correspondió enseguida, tratando de aguantar las lágrimas que esperaban a salir impacientes de sus ojos.
- Liam, me estás ahogando. -murmuró cuando la fuerza de sus brazos le impedía respirar correctamente.
- No nos vuelvas a hacer esto, Helen. Nunca más. Te he echado muchísimo de menos. -respondió él cuando vio sus ojos brillando por culpa de las lágrimas.
Ella simplemente asintió y se dio la vuelta para entrar en el coche, saludando con una sonrisa a Harry que se encontraba en el asiento del copiloto y la ventanilla bajada.
Abrió la puerta trasera del Audi negro y se encontró con los ojos grises que le encantaron desde el primer día que los vio, y a su lado, un muchacho moreno con los brazos llenos de tatuajes y una tímida sonrisa a modo de saludo. Se sentó en el asiento libre, en silencio, sin saber exactamente qué decir. La verdad es que no se había sentido tan avergonzada nunca. Era muy incómodo no saber si realmente les alegraba su presencia o en realidad preferirían que se quedara sola en casa. Por un momento pensó que debería haberse ido de discotecas y buscar algún tío dispuesto a cualquier cosa por tenerla, pero tan rápido como eso surgió en su mente, desapareció. Prefería mil veces aquella compañía, aunque la odiaran y ni si quiera quisieran hablarle. Miró a Louis, vestido con unos pantalones negros y una camisa azul. Se le hacía raro verlo vestido tan elegante. Él captó su mirada, pero ella la retiró tan rápido como pudo. El chico pasó su brazo por encima del hombro de Helen y la achuchó cariñosamente.
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