- Bueno chicos, pues tenemos una hora de descanso. - dijo Liam una vez que habían terminado de ensayar el repertorio completo de canciones.
- Podemos ir a dar un paseo. - propuso la chica de pelo morado.
Todos los presentes dialogaban con tranquilidad excepto Elisabeth que se mantenía sumida en sus pensamientos. Por unos días estaba pudiendo notar como su vida dejaba de lado la monótona rutina. El tiempo comenzaba a volar y lo que en realidad eran cuatro días ella sentía que eran unas horas. Sin embargo pensaba que lo estaba haciendo mal. Que estaba cometiendo errores. En el fondo sabía de qué se trataba, pero siempre acababa engañando a su propia mente con escusas. No era tonta, sabía perfectamente dónde estaba el motivo de su preocupación pero, por una vez en su vida, no quería hacer caso a la sensatez.
Miró a su alrededor. ¿Dónde estaban todos? ¿Habrían decidido a dónde ir y se habrían olvidado de ella? Perdida y tonta. Así se veía en esos momentos. Nunca creyó que alguien se pudiera enfrascar tanto en sus pensamientos como para perder la noción del tiempo y no darse cuenta de lo que sucedía en su cercanía.
- Eh Beth. ¿Qué haces aquí? - dijo una voz grave a su espalda.
Se giró y pudo vez al chico del pelo rizado y los ojos verdes, mirándola con media sonrisa.
- Pues... No lo sé. No me había dado cuenta de que os habíais ido... - dijo tímida.
- Están fuera. Creo que nadie se ha dado cuenta de que no estás porque si no más de uno habría llamado. - comentó más para sí mismo que para la chica.
- ¿Cómo te has dado cuenta de que faltaba yo?
- Bueno en realidad, yo he ido a hablar por teléfono y cuando he vuelto ellos no estaban y te he encontrado aquí. - de nuevo aquella sonrisa tan adorable. - ¿Cómo es que tú no te has dado cuenta de cuándo se han ido?
- Estaba... pensando.
- ¿Puedo saber en qué?
- En todo. En vosotros, en Helen, en Niall, en...
Ambos guardaron silencio y la chica bajo la mirada. Harry comprendió en ese momento que aquella no era una de esas personas que necesitan hablar para desahogarse. Simplemente se guardan todo para sus adentros. Los pensamientos en su lugar, la cabeza. Él le pasó el brazo por los hombros dándole a entender que le apoyaba. Una sensación reconfortante recorrió el cuerpo de Elisabeth que no pudo evitar regalarle una sonrisa a uno de sus nuevos amigos.
Aún medio abrazados salieron por la puerta trasera donde todos conversaban animadamente.
- Eh chicos. - dijo Harry a modo de saludo.
No hicieron falta más que aquellas palabras para que todos se giraran para mirarlos con asombro.
- ¿De dónde venís? - preguntó la bailarina de pelo rizado.
- De dentro. Podríais haberme esperado. - continuó Harry.
Elisabeth mantenía la mirada fija en el suelo con ¿Vergüenza?
- Hemos decidido irnos al parque ese que hay unas calles más abajo.
- Está bien. - él seguía hablando como portavoz de ambos durante aquellos momentos en los que Elisabeth mantenía una actitud extraña e indescifrable.
En grupo, caminaban por la calle casi vacía, cada uno hablando sobre su tema.
- Eh, Beth. ¿Qué te ocurre? - preguntó Niall colocándose a la altura de su amiga que iba más apartada del grupo.
Ésta tardó unos segundos en reaccionar.
- Desde el ensayo estás callada. Más de lo habitual.
- Bueno es que... no sé. Sólo estoy pensativa. No te preocupes.
Una melodía pegadiza que ambos conocían intervino en la conversación haciendo que los dos dirigieran la mirada a la chaqueta gris de la chica.
- Discúlpame un momento. - Niall se limitó a mostrarle una tierna sonrisa y se alejó un poco para dejar intimidad a su amiga. - ¿Si? ¿Quién es? - Hablaba en inglés haciendo como si no supiera quien era la persona que se encontraba al otro lado del teléfono. Hasta que su conciencia pudo con ella. - Ah hola Papá. ¿Qué ocurre? No, estoy en el piso - mintió.
Tras dejar hablar a su padre un minuto, se comenzó a alterar.
- Ya te he dicho que sólo son rumores. Qué vas a hacer ¿Encerrarme en un convento? - preguntó retoricamente.
Después de varios minutos más escuchando gritar al emisor de la llamada, colgó la BlackBerry que su amiga le había tenido que prestar por culpa de uno de sus momentos de ira, la tiró hacia el suelo que pisaba que, en ese momento se encontraba cubierto de césped y salió corriendo sin rumbo.
El grupo de chicos que hasta ese momento habían estado observando todo, se quedó en completo silencio cruzando miradas sin saber qué hacer. Helen agarró el teléfono que reposaba sobre la hierba y corrió tras su amiga.
- ¡Suerte en el concierto! - gritó antes de que se le dejase de ver por culpa de la lejanía.
Helen que había seguido a Elisabeth hasta una plaza, buscó a su amiga con la mirada. Sabía que en aquellos momentos no querría estar rodeada de gente por lo que dió vueltas hasta encontrarse con el banco mas apartado de todos. Junto a un árbol de hoja perenne que le daba sombra en los días soleados como ese. Allí se encontraba su amiga abrazada a sus rodillas contemplando el suelo con lágrimas en los ojos.
- Eh Rubia. ¿Qué ha ocurrido? - preguntó con dulzura mientras se sentaba junto a ella
Ésta levanto la mirada y le dedicó la mirada más triste y desoladora que podría tener. Apoyó la cabeza en el hombro de la italiana y mantuvieron el silencio durante más de una hora. Hasta que la chica de ojos verdes lo rompió.
- El lunes vuelvo a España. Para no volver.