Capítulo 36.

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Cinco días.

De nuevo, una llamarada subió por su garganta hasta su boca, produciendo una desagradable tos, que estaba reduciendo poco a poco con el paso de los días. Ahora no tenía frío, ni fiebre, pero su amiga no dejaba de preocuparse, como si estuviera muriendo. A ver, reconocía que se había encontrado muy mal cuando fue al médico, pero éste le había recetado medicamentos y ya se sentía mucho mejor. De hecho, casi necesitaba salir de allí y estar tranquilo, aunque el hecho de que Elisabeth estuviera pendiente de él no podía evitar sacarle una sonrisa. Él quería que fueran algo más, quería no tener que sentir celos si algún chico se acercaba a ella, pero estaba claro que el sentimiento no era mutuo. Suspiró. Estaba atento al silencio de su casa, todos estaban fuera; el pequeño con la abuela y sus padres trabajando. Llevaba una hora esperando a su amiga para que vieran una película, pero no sólo ella se retrasaba, sino que él no tenía ganas de quedarse en casa. Cogió las llaves y se abrigó bien antes de salir.

No estaba más lejos de dos pasos de su porche cuando vio a Elisabeth corriendo hacia allí, con el pelo enmarañado, la bufanda casi rozando el suelo y sus pequeños y suaves labios entreabiertos buscando un poco de oxígeno que respirar. Se quedó quieta con sorpresa mientras veía a Lucas caminar hacia ella, preguntándose qué hacía.

- Estás enfermo, deberías estar en casa. -dijo intentando recobrar el aliento.

- Ya, venga, vamos, que se nos escapa el autobús.

Agarró el brazo de su amiga y tiró de ella hacia la parada del autobús mientras ésta no dejaba de repetirle que debería estar delante de la chimenea o tapado con una interminable capa de mantas. Llegaron justo a tiempo para coger el autobús, con la suerte además de tener dos asientos libres juntos. Ella aprovechó que estaba sentada para colocarse bien la bufanda y atusarse el pelo con las yemas de los dedos.

- ¿A dónde se supone que vamos?

Lucas retiró la mirada de la ventana y sonrió a su acompañante.

- Al parque de atracciones.

Los ojos de la chica casi salieron de sus órbitas. Empezó a negar rápidamente con la cabeza y se levantó de su asiento. Su amigo la miró con gesto interrogante, un poco asustado de su reacción.

- Odio lasatracciones. No puedo. Tengovértigos. Odiolasalturas. No quiero ir. Me bajaré en la próxima parada. Yono puedo, no, no, no.

Hablaba tan rápido que era un poco difícil comprender lo que decía. Lucas se levantó de su asiento y se puso a su lado, agarrando la misma barra que ella. Pasó su mano por la mitad de su espalda y la acarició.

- Vamos, será divertido. Además vas conmigo, preciosa. No te va a pasar nada.

Elisabeth se empezó a sentir muy incómoda. No quería que la viera como una niña estúpida que no se atreve a montar en atracciones, pero la verdad es que se mareaba mucho y veía las cosas distorsionadas cuando se encontraba en lugares altos, pero si esos lugares estaban en movimiento...

No podía mirar a Lucas a la cara, se sentía tan avergonzada. El estómago se le revolvía sólo de pensar en la imagen que le daría, de una cobarde.

El autobús paró y el chico le agarró la mano con suavidad y tiró de ella para salir del vehículo.

***

- Deberías estar ensayando, idiota.

- Es más divertido ir al cine. -dijo mientras agarraba una palomita y ponía los pies en el respaldo del asiento de delante.

Tus pequeñas cosas son perfectas para mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora