capitulo 2

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Estoy más feliz en mi habitación, en la silenciosa casa, que rodeado por los deferentes y compungidos Abnegación. La consecuencia de mi constante ausencia, es que los otros Abnegación son cautelosos conmigo, están convencidos de que hay algo mal en mí, que soy raro o inmoral. Incluso aquellos dispuestos a saludarme con un asentimiento no terminan de mirarme a los ojos. Me siento apretando mis rodillas con las manos, observando las otras mesas, mientras los demás estudiantes terminan sus pruebas de aptitud. La mesa de Sabiduría está cubierta con material de lectura, pero no están estudiando, sólo están haciendo un espectáculo, intercambiando conversación en lugar de ideas, sus ojos regresando a las palabras cada vez que creen que alguien los están observando. En la mesa de Sinceridad están hablando alto, como siempre. En Concordia se están riendo a carcajadas, sonriendo, sacando comida de sus bolsillos y compartiéndola. Los de Intrepidez son estridentes y escandalosos, colgándose de las mesas y sillas, apoyándose el uno en el otro, empujándose y burlándose. Quería cualquier otra facción. Cualquiera, excepto la mía, donde todo el mundo ya había decidido que no valgo su atención. Finalmente una mujer de Sabiduría entra en la cafetería y levanta una mano para pedir silencio. Abnegación y Sabiduría se calman de inmediato, pero tiene que gritar "Silencio" para que Intrepidez, Concordia y Sinceridad la noten. ―Las pruebas de aptitud ya han terminado ―dice―. Recuerden que no tienen permitido discutir los resultados con ninguna persona, ni siquiera sus amigos o familiares. La Ceremonia de Elección será mañana por la noche. Planifiquen llegar por lo menos diez minutos antes de que inicie. Pueden retirarse. Todo el mundo se precipita hacia las puertas, excepto nuestra mesa, donde esperamos a que todos salgan antes si quiera de ponernos de pie. Sé el camino que mis compañeros de Abnegación tomarán, saldrán al pasillo hasta las puertas de entrada, hacia la parada del autobús. Podrían estar ahí durante una hora, dejando que otras personas se coloquen delante de ellos. No creo que pueda soportar más de este silencio. En lugar de seguirlos, me deslizo por una puerta lateral hacia el callejón a un lado de la escuela. He tomado este camino antes, pero por lo general me arrastro lentamente a lo largo, queriendo no ser visto ni oído. Hoy todo lo que quiero hacer es correr. Corro hasta el final de callejón y entro a la calle vacía, saltando por encima de los baches del suelo. Mi chaqueta de Abnegación se mueve suelta al viento, dejando su rastro tras de mí como una bandera. Recojo las mangas hasta los codos mientras corro, disminuyo a un trote cuando mi cuerpo ya no puede resistir la carrera. Se siente como si la ciudad entera se apresura en un borrón, los edificios fundiéndose. Escucho el golpeteo de mis zapatos como si fuera algo separado de mí. Finalmente tengo que detenerme, mis músculos están ardiendo. Estoy en la zona baldía de los Sin Facción que se encuentra entre el sector de Abnegación, la sede de Sabiduría, la sede de Sinceridad y los lugares comunes. En cada reunión de facciones, nuestros líderes, que usualmente hablan a través de mi padre, nos dicen que no tengamos miedo de los Sin Facción, que los tratemos como humanos en lugar de como criaturas rotas y perdidas. Pero nunca se me ha ocurrido estar asustado de ellos. Me muevo a la acera para poder mirar a través de las ventanas de los edificios. La mayoría del tiempo todo lo que veo son muebles viejos, todas las habitación están vacías, restos de basura en el suelo. Cuando la mayoría de los residentes de la ciudad se fueron como debieron de haberlo hecho, dado que la población actual no llena todos los edificios- no deben haberse marchado con mucha prisa, puesto que los espacios que ocuparon están muy limpios. No queda nada interesante. Cuando paso por la esquina de uno de los edificios, siento algo dentro. La habitación detrás de la ventana está tan vacía como cualquier otra, pero dentro puedo ver una luz, carbón encendido. Frunzo el ceño y me detengo para ver si la ventana se puede abrir. Al principio no cede, pero la muevo hacia atrás y adelante, y se abre. Empujo mi torso a través de ella y luego mis piernas, cayendo en el suelo. Mis codos arden mientras se arrastran en el piso. El edificio huele a comida cocinada, humo y sudor. Me inclino, para escuchar las voces que me advertirán de la presencia de los Sin Facción, pero sólo hay silencio.

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