Caleb recibió el recado de boca de un lacayo a la mañana siguiente. La señorita Durant iba a viajar hasta la casa de subastas de Tattersall para tratar de comprar varias cabezas más de animales de raza y requería de su experiencia para que la ayudara a realizar la selección.
Tan pronto cumplió con sus obligaciones en el establo —incluida, para gran placer de Jimmy Murphy, la extracción del estiércol de los compartimientos de los caballos—, Caleb se refrescó, se puso ropa limpia y se dirigió a la parte trasera de la casa.
—La señorita Durant ha pedido el carruaje —le dijo el mayordomo cuando llegó a la puerta trasera—. Ha ordenado que la espere en la puerta principal.
Dio la vuelta hasta la parte delantera de la casa. Vermillion llegó a los pocos minutos acompañada de una mujer menuda y morena que parecía ser su doncella. Caleb se sorprendió un poco al verla, ya que había esperado que Vermillion, poco dada a sucumbir a las convenciones, viajara sin carabina. Entonces cayó en la cuenta de que ese día no iba ataviada con los colores brillantes y atrevidos de costumbre, sino que se había vestido con mucha sencillez, con un traje de talle alto de color musgo claro y, cubriéndole el cabello pelirrojo, un sombrero floreado a juego. Una sombrilla que apoyaba en uno de sus pequeños hombros protegía su rostro sin maquillar del sol; a simple vista, era una jovencita normal y corriente.
Por desgracia, a Caleb le pareció que estaba más atractiva que nunca.
—Buenos días, señor Tanner.
—Buenos días, señorita Durant.
—Ésta es Jeannie Fontenelle. Nos acompañará hoy. Jeannie, éste es el señor Tanner. Sustituirá a Jacob durante un tiempo.
—Bonjour m'sieur – dijo en francés la doncella, recordando de nuevo a Caleb las corrientes subterráneas que se arremolinaban en la casa y las posibles simpatías de las mujeres Durant hacia los franceses.
La doncella era delgada y bonita, un poco mayor que Vermillion, y tenía el pelo y los ojos castaños. Caleb consiguió esbozar una sonrisa, sólo un poco sorprendido por haber sido presentado a una persona que era, quizás, otra sirvienta a quien Vermillion consideraba amiga.
Lee plegó la sombrilla con cuidado, y Caleb la ayudó a subir al carruaje descubierto; su pequeña doncella francesa la siguió. El vehículo no era el elegante birlocho en el que se desplazaba la mayoría de las noches con su tía, sino una lustrosa calesa negra. Caleb se sentó junto al cochero, que sacudió elegantemente las riendas contra las grupas de un par de caballos zainos, y partieron rumbo a Tattersall.
Caleb había estado en la casa de subastas en varias ocasiones: una vez con su padre, siendo niño, y, en años posteriores, con uno u otro de sus tres hermanos. A Lucas, el mayor, le gustaban las carreras de caballos tanto como a Caleb. Christian y Ethan también poseían algunos purasangres notables.
Mientras recordaba a su padre y sus hermanos, los caballos avanzaban con estruendo de cascos por la carretera, entre los muros bajos de piedra que rodeaban los campos verdes y ondulados. Caleb se lamentó de no haber tenido tiempo de visitar a su familia antes de empezar la misión. Esperaba tener tiempo de verlos antes de volver a España.
Cuando el carruaje llegó a Tattersall, Caleb ayudó a Vermillion y a su doncella a descender por la escalerilla de hierro hasta la hierba. El sol había caldeado el aire. La presencia de las damas entre la muchedumbre, compuesta en su mayor parte por hombres bien trajeados, provocó un revuelo pasajero, pero la asistencia al evento de otras mujeres, y el hecho de que se mantuvieran al margen de la multitud, hizo que pronto obviaran su presencia.
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CAMINOS DEL CORAZÓN
Storie d'amoreVermillion Lee Durant es una joven seductora dispuesta a permanecer leal al destino para el que ha nacido. Pero para el capitán Caleb Tanner, un oficial británico que persigue a un espía de los franceses, puede que sea algo mas que una joven coquet...