Traicionando a su corazón (2)

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Actualmente

Leonard empacaba algunas cosas, solo lo esencial, a la velocidad más rápida que podía mientras su mujer lo observaba en silencio.

— Va a matarte, Leonard...— la mujer casi lloraba.

— Meredith, es nuestro hijo...— ella vestía ropas elegantes, no como las que había vestido antaño, pero seguía siendo bella.

— Lo sé... por eso no intento detenerte... pero ten cuidado ¿sí?— Leonard ahora era un hombre de treinta y tres años, pero apenas y aparentaba unos veintiséis.

— No me verá...— dijo con pesar y la mujer le observó tristemente.

— Te arrepientes de haberme elegido ¿no es así?— Leonard volteó a verle y negó.

— No, por supuesto que no, tenemos una vida— aunque ambos sabían que estaba mintiendo, ambos sabían que incluso a veces lo llamaba entre sueños—Iré...y regresaré a principios de año ¿estás de acuerdo?— ella negó llorando.

— Ambos sabemos que no volverás Leonard... por una u otra razón... no lo harás— Leonard la abrazó.

— Volveré...— pero Meredith sabía que no lo haría.

— No voy a esperarte... no tengo esperanza de que vuelvas... ¿entiendes Leonard? Me has hecho feliz durante casi dieciséis años... me diste todo cuanto podías... ya es suficiente. — Leonard no la soltó, la siguió abrazando, no porque la necesitara, sino porque era lo único que tenía en ese momento...

— Volveré— pero ninguno de los dos lo creyó.

Leonard salió aquella mañana rumbo a la ciudad principal, eran cinco días a caballo pero tenía que hacerlo, el príncipe heredero iba a casare y había una amenaza sobre su cabeza. Incluso hasta aquellas tierras habían llegado las noticias.

Los reinos de Sabeth y Golem habían sido enemigos desde hacía siglos pero debido a sus fuerzas tan igualadas habían mantenido una tregua silenciosa desde hacía mucho tiempo. Eran los dos reinos más poderosos del continente y un enfrentamiento solo llevaría a ambos a la ruina. Pero algo estaba por suceder: Marco "El Grande", el actual rey de Sabeth, había logrado una posible alianza con Madia, el reino más grandioso después de Sabeth y Golem.

Ambos países habían intentado aliarse a Madia desde antes, pero ésta se había rehusado alegando que traería la tragedia a los reinos. Madia no era tan grande como Sabeth y Golem pero ninguno de los dos se había atrevido a atacar jamás, eso debilitaría sus fuerzas y después de derrotar a Madia seguramente serían atacados por el otro, obligando a ambos países a terminar sometidos a quien sea que hubiese esperado al último momento en asaltar.

Ahora, por primera vez, se estaba contemplando una alianza y Golem no estaba dispuesto a permitirlo, aunque no hubiese como probarlo. El rey y el príncipe habían tenido varios atentados en las últimas semanas, la guardia real se había reforzado, los ataques cada vez eran más certeros y no podía quedarse sin hacer nada.

El primer día de camino se lavó los cabellos con manzanilla y hiervas, decolorándolo y dejándolo del color del bronce, muy diferente del oscuro y lustroso negro que siempre había tenido. Recolectó bayas y el quinto día antes de entrar a la ciudad pintó su piel para que fuese más bronceada, no había dejado de ejercitarse o practicar la espada y el arco, así que su cuerpo era fuerte y firme, pero jamás, incluso a pesar del trabajo bajo el sol, había perdido su piel la blancura de siempre.

Caminó varios minutos frente al lago antes de decidirse a ir al Palacio, debía asegurarse de caminar como cualquier aldeano, debía quitar el orgullo de sus movimientos y aprender a mantener la cabeza baja, sus ojos hazel no eran comunes y no podía arriesgarse a que alguien lo reconociera, ya había cambiado sus finas ropas por gastadas y viejas en el segundo día de viaje, solo faltaba rezar a los dioses y esperar que le escucharan.

Traiciones RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora