Traicionando a su corazón (3)

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Marco estaba sentado en la cama, la mirada fija en las puertas de su habitación. Escuchó el sonido de los pasos acercándose... tan familiares... ¿Acaso se estaba poniendo viejo? ¿Alucinaba ya al fantasma de su amante perdido? Sólo eso le faltaba, comenzar a ver a Leo en todos lados. La puerta se abrió y fue como un Deja vu... casi podía percibir a Leo justo como la última noche en que lo había visto... pero aquel joven no podía ser Leo, el cabello era diferente, su piel también lo era, Leo había permanecido siempre mucho tiempo bajo el sol y eso jamás había oscurecido su piel.

— Mi señor— ambos hombres se hincaron frente a él— le he traído, como me lo ha pedido.

— Bien... puedes marcharte— el soldado asintió y salió de la habitación dejándoles solos—Levanta la vista.

— Mi señor ¿cómo podría levantar mis ojos a los de mi rey?— Marco sintió un escalofrío que le recorrió la piel, un disparo de adrenalina golpeó todo su cuerpo, se levantó y golpeó al joven hincado con una patada que fue más un empujón, dejándolo boca arriba en el suelo.

— Mírame— ordenó entre dientes. Aquella voz... no había forma de que la olvidara, la escuchaba cada noche al quedarse dormido "Jamás le he amado, señor" resonando en su cabeza.

Leo levantó la vista y su rostro mostro el dolor, la vergüenza, la tristeza que había cargado todos aquellos años.

— ¿Realmente creíste que no te reconocería?— Marco le tomó de la camisa y lo arrastró por la habitación lanzándolo a la tina de agua que la doncella había dejado preparada. A veces no tenía suficiente con bañarse antes de dormir y se levantaba a hacerlo por las noches, cuando los recuerdos eran demasiado vívidos como para dejarlo descansar.

Leo por su parte sintió como su Rey casi lo ahogaba fregando su rostro, después de un rato la pintura terminó cayendo dejándolo moreno por partes y blanco por otras.

— ¿Qué le hiciste a tu cabello?— exigió saber y Leo solo atinó a murmurar la verdad: "bayas"— ¿Qué hace aquí?— su rey lo soltó dejándolo en la tina — Le advertí lo que sucedería si volvía— se giró a él a un par de metros de su ubicación, sintiendo que no era capaz de controlarse, había un temblor interno que no paraba, una incredulidad y hasta cierto punto la sensación de que aquello no estaba pasando, como si debiera reír ante la broma, pero no tenía ganas de hacerlo.

— Déjeme quedarme, señor— murmuró en voz suplicante saliendo del agua, caminando hacia el otro sin atreverse a verlo al rostro, se hincó frente a él y besó sus pies ante el mirada atónita de su rey—Seré su perro fiel, por favor, permítame protegerle...

Marco no se movió, se quedó paralizado ante el hecho. Ahí estaba, el hombre que lo había atormentado todos aquellos años, besando sus pies y pidiendo quedarse. Había esperado mucho por eso, los primeros años se levantaba diciéndose que ese día Leonard volvería suplicando su perdón, pero eso nunca sucedió y ahora estaba ahí. Apretó los puños y le contestó entre dientes.

— Me juro lealtad una vez y hace dieciséis años me traicionó, ¿por qué debería creerle ahora?— Leo no supo qué decir.

— No lo sé, señor... solo... se lo suplico— Marco le observó y después dio un paso atrás.

— Te pondré a prueba mañana, Gerald puede medirte ¿lo recuerdas? Era casi tan bueno como tu cuando estabas aquí, ahora es mejor— Leo permaneció en el suelo mientras Marco caminaba hasta su cama— Si puedes vencerlo te dejaré quedarte... si no, te marcharás de aquí si no deseas morir— Leo le escuchó y levantó la vista a su rey, incrédulo... estaba siendo mucho más benévolo de lo que había podido soñar.

— Mi señor...— Marco le miró con cierto resentimiento.

— ¿No es acaso eso lo que quieres? Estas aquí solo por el príncipe ¿no es cierto? Me has dicho verdades más dolorosas que esa, así que no tiene caso que lo ocultes— los ojos de Marco se oscurecieron—Pero te lo advierto— su voz se volvió amenazadora y aquel aura que te hacía querer tirarte al suelo cubriéndote la cabeza apareció— Leandro es mi hijo... mío... ¿comprendes? Si vences a Gerald, estarás aquí solo para protegerlo... y nada más...— Leo asintió y lo miró, sentado en la cama, dominante, fuerte, más atractivo aún que antes. El pecho le estaba quemando de ansiedad, quería tocarlo... quería... quería que volviese a tomarlo en sus brazos, que el tiempo volviese atrás y rehusarse a tomar a la reina —Puede marcharse, soldado— Leo se levantó pero caminó hasta él, hincándose nuevamente.

Traiciones RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora