Traicionando a su corazón (4)

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Su rey atacó sus labios con viveza, moviéndolo a su antojo, aquella noche le hizo el amor de tantas formas diferentes que por la mañana, tendido sobre la cama con su rey a sus espaldas, sujetándolo contra su cuerpo, se preguntaba si alguna parte de aquella habitación había sido omitida.

Sonrió, no quería que Marco despertara, quería quedarse así mucho tiempo, disfrutando de la fuerza de sus brazos en torno a su cuerpo, del calor de su pecho en su espalda, de la caricia de su acompasada respiración en su cuello. Pero eso era imposible y terminaron llamando a la puerta.

— Mi señor...— uno de los sirvientes se escuchó detrás de la pesada puerta y Marco despertó.

Se encontró con el cuerpo del amante que había perdido entre sus brazos, un cuerpo que se tensó en cuanto se movió ¿acaso tenía miedo de él? Por supuesto, después de la forma en que se había marchado de su vida...era lógico.

— Me siento indispuesto, me quedaré en cama toda la mañana, que nadie me moleste— ordenó y Leo se encogió un poco en la cama, no se movió, prefirió esperar a que su rey se dirigiera a él. Se escuchó al sirviente retirarse y Leo tembló al escuchar la voz de Marco— Estas despierto ya ¿no es así? Siempre despiertas al alba...—rió con amargura— o eso es lo que hacías...

— Vine aquí por ti— Leo dudó, pero ya que tenía la oportunidad que jamás espero tener, ¿por qué no aprovecharla todo lo que pudiera?—Todos estos años... he deseado volver a verte...— su voz se ahogaba —la situación del príncipe... fue mi pretexto perfecto... sé que esto no puede volver a repetirse... pero... por favor— aun sin darle la cara a su rey— se lo ruego mi señor, al menos como guardia del príncipe, déjeme quedarme aquí, déjeme verlo...

— ¿No te importa el príncipe?

— Mi corazón se desbocó en mi pecho cuando lo vi, pero sé que no es mi hijo, señor... sé que perdí ese derecho... aun así... si pudiese protegerle...y si eso me permite verle a usted... eso... sería maravilloso.

— Nada se da gratis en este mundo, Leo— Marco susurró en su oído mientras le acariciaba el vientre.—Pero por lo de anoche... te has ganado mi favor... no solo te dejaré quedarte, te pondré en la guardia del príncipe... pero a cambio, acudirás a mi cada vez que te llame— y Leo se tensó.

— ¿Acudir...a usted?— y Marco pudo sentir como la piel de Leo se templaba, al parecer no le agradaba la idea... que lástima, él se lo había buscado.

— A mi cama, Leo... acudirás a mi cama. Si se me antoja tenerte contra una pared gimiendo, vas a ponerte contra ella y a abrirme las piernas, si no tengo tiempo vas a tomarme en tus labios, tu cuerpo va a ser de mi exclusiva propiedad y podré hacer con el lo que me plazca, aún si quiero atarte, aún si lo deseas o no, si no te gusta el trato... la horca tal vez te sea más grata— y esta vez Leo se giró lentamente viéndolo con asombro en su rostro— ¿Por qué pones ese rostro, Leo?— pegándolo a su cuerpo desnudo haciendo que su soldado soltase un suspiro, al menos algo sabía, aquel cuerpo traidor seguía siendo tan sensible como siempre— te lo advertí, te dije lo que sucedería si regresabas aquí, pero en cambio te estoy dando una salida, ¿acaso no soy generoso?— Leo se había quedado sin habla y Marco le miró con fiereza pegándolo mas bruscamente a su cuerpo— ¿No lo soy?— y Leo paso duro asintiendo.

— Muy...generoso, Mi Señor...— sonrojándose al saber que en esa posición su excitación era obvia.

— ¿Qué es esto? ¿Te gusta que te hable fuerte Leo?— el cinismo fue claro en sus palabras y Leo prefirió no mirarlo, manteniéndose callado.

Marco quitó las sábanas que lo cubrían y giró con Leo, poniéndolo sobre su cuerpo.

— Creo que yo también estoy entrando en calor— poniéndolo a horcajadas sobre él— vamos... sabes que quiero ¿verdad?— Leo respiró dificultosamente y casi con duda se medio levantó tomando el miembro de su rey, lo alineó a él dejándose caer despacio, bajando y cerrando los ojos sintiendo como su rey entraba en él, grande y duro, solo Marco podía llenarlo de aquella forma, solo Marco podía hacer que su mente se quedara en blanco como en aquellos momentos.

Traiciones RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora