Leonard llego hasta donde Marco y Gerald, había algo en el mero aire que le hacía sentir que estaban ahí, posiblemente porque eran las dos personas que consideraba habían sido cercanas a él, era como si pudiese sentirlos. Había estado algo ansioso todo aquel tiempo pero al escuchar al chiquillo entrar corriendo al lugar supo que no se había equivocado al esperar hasta que las instrucciones de Marco se cumplieran. Hizo una reverencia, no era difícil saber cuál de los dos sujetos era Marco, su aroma, su esencia, su presencia incluso, la cantidad de sombra que proyectaba el hombre sobre él eran tan conocidos que dolía. Marco era el amor de su vida, el que jamás podría olvidar y para el dolor de su pecho, el que jamás podría recuperar.
—Gerald, él es Leo— Leonard se sorprendió un poco de que utilizara su nombre o al menos una abreviatura del mismo, pero era lo mejor, suficiente era tener que acostumbrarse a no usar sus ojos de un día para otro como para agregarle el cambio de nombre, las pruebas a ojos cerrados siempre habían sido su habilidad más reconocida, en batalla también podía asegurar que en ocasiones había tenido que prescindir de la vista mientras peleaba, el polvo, la noche, más de un factor habían hecho aflorar aquella entrenada habilidad, pero siempre había sido con su vida al filo de la navaja, tomarlo como un actuar diario y consciente era completamente diferente, se sentía inseguro y confuso, dudando de cada cosa que le rodeaba, la urgencia de quitarse la venda y comprobar todo cuanto le asediaba era difícil de contener.
Gerald no se presentó, al sentir cómo daba un paso hacia él supo que el hombre lo rechazaba por completo, aun sin la vista podía notar la hostilidad y la forma en que Gerald se imponía con su cercanía, ciertamente el hombre era más alto y mejor formado que él, pero la razón por la que estaba ahí era fuerte y Leonard no retrocedió.
— Entiendo que quieres entrar a la guardia del príncipe, te diré de antemano que no te acepto, pero al parecer debo dar muestra de mi rechazo— el sonido de la espada desenfundándose le dijo a Leonard que el enfrentamiento estaba por iniciar— pelearemos uno a uno, si pierdo te aceptaré en la guardia, si gano te marcharás sin decir más ¿tienes alguna objeción?— ¿que si tenía alguna objeción? Era para ello para lo que venía preparado.
— En absoluto— fue una frase corta y Gerald sintió que había algo familiar en el sujeto, pero lo dejó pasar y caminó alejándose de aquellos dos, al centro del patio.
— Venga, lo haremos ahora y dejaremos esto resuelto— Leonard solo se dirigió a él y se quedó quieto, necesitaba que su oponente comenzara el ataque pues sabía que si iniciaba jamás encontraría el ritmo adecuado al moverse.
Por el contrario, para Gerald la situación no era la más cómoda, pensar en atacar al sujeto y hacerle un daño real no le sabía bien. Decidiéndose por fin, atacó moderando su fuerza solo lo necesario para ir tanteando el terreno que pisaba y para su sorpresa los reflejos del sujeto eran buenos, arremetió con algo más de potencia y su espada solo iba a dar con las partes metálicas del bastón, comenzó a atacarlo con más intensidad a cada segundo, su recelo contra el hombre, la culpa de atacar a un desvalido se iba perdiendo conforme atacaba y sus golpes se veían frustrados por la habilidad del otro, no tenía una técnica pulida, era como si estuviese actuando por mero instinto.
Y no estaba demasiado alejado de la realidad.
Leonard había sido entrenado desde pequeño pero nunca había tenido que usar realmente sus habilidades de pelea a ciegas conscientemente, lo que lo estaba haciendo salir a flote eran meramente sus instintos, su oído, sus reflejos, cada uno de sus sentidos y habilidades motoras parecían intensificarse un poco más permitiéndole moverse casi como si pudiese ver a su oponente pero aún con la suficiente torpeza e inesperada gracia como para no moverse como el general que alguna vez había sido.
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Traiciones Reales
Ficción GeneralLeonard amaba a Marco, pero cual imprudente adolescente le engañó y lo perdió. Sin embargo, Marco siendo rey, dejó ir a Leonard quedándose con el hijo de éste y criándolo como suyo. Dieciséis años después, Leonard regresa al castillo creyendo a su h...