|IZZIE|
Alrededor de un año después...
El calor quemaba mi piel. Sentía el hormigueo de la adrenalina y el cansancio entremezclarse, dándome una sensación excitante. El viento movía suavemente la vegetación de los alrededores, trayendo consigo una hipnótica melodía. Aunque me había acostumbrado al esfuerzo, respiraba agitada. Habíamos recorrido gran parte de la montaña y ahora descendíamos lentamente para llegar hacia nuestro ansiado objetivo: la cascada.
Estiré mi cuerpo con lentitud para no marearme y me detuve, contemplando la escena que se abría a mí. El verde de las plantas se fusionaba con la oscuridad de las rocas y entre todo eso, la claridad del agua que caía rápidamente y desembocaba en un lago. Su sonido era tan embriagador como la sensación de satisfacción.
— Lo logramos —susurré sin aliento, sin contener una sonrisa.
Oí murmullos de acuerdo, y me gire hacia mi derecha, donde Darien se sentaba sobre una roca para poder descansar mientras se dejaba llevar por el paisaje. La expresión de su rostro era de desconcierto y maravilla. Una fascinación que no se podía replicar. Una media sonrisa curvaba sus labios, y nuestras miradas permanecieron en el otro cuando se giró hacia mí.
La satisfacción nos abrazaba con fuerza. Nos sentíamos poderosos, inalcanzables y capaces de hacer cualquier cosa.
— Creo que me estoy muriendo —oímos una voz que rompió con aquel mágico momento. La sonrisa de Darien se torció con diversión y movió la cabeza hacia un lado para ver a Alain, quien estaba al otro lado de mí.
Sin aliento, apoyaba sus manos sobre sus piernas en busca de aire. Su rostro había enrojecido y parecía a punto de colapsar. Aun así, se detuvo en mirar nuestro logro y sonrió débilmente.
Nada podía compararse con ese momento, y los tres lo sabíamos.
El tiempo había transcurrido deprisa en nuestras vidas, casi sin darnos cuenta. Darien se había ido a Paris por un corto tiempo y había vuelto trayendo consigo a Alain. Él encajaba tanto en Clemencia como un gato en el agua, pero al menos se estaba divirtiendo y salía de su zona de confort.
Su amistad con Mel le hacía más fácil a Darien soportarlo al traer caos en su vida. Aunque también traía mucha frescura. Y decidimos aprovechar mis vacaciones para salir a vivir otra de las aventuras de las cuales Darien y yo nos estábamos volviéndonos adictos.
En el último año, nuestra amistad había vuelto a ser tan sólida como antes. La confianza y le diversión volvieron, y los malos días quedaron como recuerdos de lo que tuvimos que lidiar para aprender en esta vida. Él intentaba acostumbrarse a vivir en Clemencia, trabajando de lo que sabía e intentando volver a remontar su estudio con Alain. Incluso en la distancia.
Ambos debieron empezar desde cero pero eso no significó perder todo. Gran parte de lo que obtuvieron gracias a sus esfuerzos aún lo tenían, así que solo debían trabajar más duros pero sin enloquecer.
Por mi parte, ahora vivía sola con la esporádica compañía de Abbie. Tenía una pequeña oficina en la que podía recibir clientes y donde trabajaba codo a codo junto a Mel. A veces recibíamos la visita de Steve, quien continuaba trabajando en el buffet de mi padre, pero que también quería tener un nombre propio. Yo seguía teniendo mi trabajo en tribunales pero ya no se limitaba a servir café, afortunadamente.
En cuanto a los demás... Mel y Daphne atravesaban una crisis alrededor del siguiente paso para ellas: los hijos. Mi madre y Henry estaban de vacaciones en Bahía Azul, alejándose de la ciudad y de Jesse para disfrutar un poco. Y él, pasaba los días con Claire, quien ahora debía luchar con una hija de dos años que destrozaba todo a su paso y un adolescente ciclotímico. Chris parecía divertirse y ser optimista acerca de todo eso. Grace y Tim estaban bien, disfrutando de sus nietos. Ella había podido reponerse de su cirugía y luchaba día tras días por su salud, algo que estaba logrando. Sobre mi padre... él seguía siendo el mismo aunque quizás, ahora con su nueva pareja, pudiese sentar cabeza y dejar de centrarse tanto en el trabajo; ella me caía bien porque era humilde y simpática, y sabía cómo hacer que mi padre dejara de ser un idiota.
Lentamente, todos estábamos siguiendo con nuestras vidas. Avanzando, intentando mejorar y buscando la felicidad. Yo no me podía quejar de mi vida, mucho menos en aquel momento.
— A la cuenta de tres nos tiramos —advirtió Darien, elevando su voz para hacerse oír. Los tres estábamos con nuestros trajes de baño, sobre unos árboles y listos para tirarnos al agua.
Tras asentarnos en un lugar protegido sobre los árboles, fotografié el lugar y me preparé para el desafío que seguía: ver si teníamos realmente coraje.
Alain se sostenía al árbol con temor, mientras Darien me miraba con provocación y desafío. Yo le sonreí y miré hacia abajo, donde el agua corría suavemente. Aquello no era lo más difícil por lo que he tenido que pasar y no le temía a la caída. Le echamos un último vistazo a Alain que parecía dudoso, y entre risas nos preparamos.
— ¿Juntos, ma cherie? —inquirió en tono juguetón. Mi cuerpo hormigueó por múltiples razones y sonreí. Junto a él, era capaz de hacer cualquier cosa. Menos matar, eso ya era pasar los límites...
— Juntos —asentí y respiré hondo. Chocamos nuestras manos y nos preparamos.
Contemplé un instante mí alrededor, sintiendo paz y alegría. Siempre había soñado con vivir aventuras al límite, ser atrevida y feliz. Y al fin lo estaba logrando.
— Una... dos... tres... —dijo Darien, y tomamos carrera para dar el gran salto.
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Besos en el cuello |Finalizada|
General FictionIsobel detestó a Darien desde el primer momento en que lo conoció. Darien se intrigó en Isobel desde que puso los ojos en ella. Algunas relaciones están destinadas a ser efímeras, y otras a traspasar las barreras del tiempo. 1º Edición Agosto 2015 2...