|Isobel Novak|
Bailaba entretenida en medio de un club repleto de personas. La música resonaba tan fuerte que vibraba en mi cuerpo, y las luces estaban a un paso de dejarme ciega. A pesar de eso, y de tener que soportar el manoseo descarado y supuestamente involuntario de quienes bailaban alrededor, lo estaba pasando de manera sensacional.
Apenas recordaba la última vez que había salido. Y tras tantos exámenes, maratones de estudio, noches sin dormir, ataques de histeria y llanto, merecía un poco de diversión como recompensa. Así que ésta era la recompensa: bailar descontroladamente haciendo el ridículo mientras bebía a mi buena amiga la cerveza, y cantaba hasta quedarme afónica. No me podía quejar de mi vida en ese momento.
Ni siquiera Claire se quejaba de mí, poniéndola en ridículo. Ella bailaba dando saltitos, y con los zapatos que llevaba, de tacón con una altura peligrosa, temía que terminara cayendo de cara al suelo. Habría sido divertido de ver pero después sería yo la que tendría que lidiar con las consecuencias.
Nos encontrábamos en el club Tequila. Un club nuevo y lleno de locura estudiantil. En aquella época, donde los finales eran historia, ese lugar se llenaba de vida.
— ¡Izzie! —gritó Claire sobre la música, sacando de su rostro su castaño pelo para atarlo en la cima de su cabeza— ¿Quieres otra cerveza? —preguntó. Asentí rápidamente y antes de que se fuera a la barra la detuve.
— ¡Tu quédate, yo voy! —insistí porque en mi mente podía suponer que terminaría esperando una hora en una barra atestada de gente, y Claire era demasiado propensa a gritarle improperios a un barman habiendo tomado. Si había algo que no necesitábamos, era ser prohibidas en un club. No es que hubiera muchos sitios para salir allí.
Ella aceptó rápidamente, y se quedó bailando con nuestros amigos mientras me hundí en el gentío.
El aire estaba enviciado por el olor a cigarrillo y el humo artificial. Y la posibilidad de respirar aire limpio era casi nula. Metiéndome entre las personas, intenté caminar bien con mis botas con plataforma; pero parecía una jirafa recién nacida aprendiendo a caminar. Torpe y desarticulada, llegué a la barra y sonreí por mi gran hazaña.
— Cariño, ¿Quieres que te compre alguna bebida? —me preguntó un chico a mi lado. Me volteé hacia él, contemplándolo de arriba abajo con inexpresividad. Era apuesto, y tenía clase para vestir, eso no se podía negar. Si Barbie y Ken pudiesen procrear, creo que saldría él.
— No, gracias. Puedo pagármela yo misma —dije porque no me gustaba hacer gastar plata a los demás por mí y fallaba a mis ideales de independencia. Él sonrió socarronamente, como si no me hubiese oído o bien, me oyó pero le dio lo mismo, mientras me contemplaba como un gato a su presa.
Mi expresión se volvió burlona. No me consideraba una persona que llamara la atención por su físico, y no estaba acostumbrada a que me evaluaran de manera tan evidente. Probablemente lo que él estaba viendo era a una chica alta con un cuerpo promedio, de pelo largo rubio oscuro y vestida provocativamente. Y supe que pensaba casi al instante, al sonreír aún más.
— Insisto, cariño —me dijo, acercando aún más a mí, estando a un paso de sobrepasar el espacio personal instaurado en aquel sitio.
Cada idiota con el que me encontraba en un club creía que por vestirme como me gustaba estaba dándole una invitación a acostarse conmigo, que por tener el pelo rubio era poco inteligente, y que por querer hacer valer mi independencia estaba haciéndome la difícil para poder conquistarlo.
¿Acaso la sociedad de hoy en día esta loca?
— Yo también insisto —le dije, y me alejé de él porque si continuaba con todo eso, probablemente terminaría golpeándolo. Y eso que no soy una persona violenta... la mayor parte del tiempo.
Respiré hondo y me concentré en las cosas buenas de la noche porque no iba a dejar que el proyecto de Ken me hiciera enojar, arruinándome la diversión. Recogí mi pelo espeso y voluminoso, y me detuve precipitadamente. No estaba loca, o eso creía, pero podría jurar haber visto una figura conocida a la distancia.
De solo pensarlo, mi corazón se detenía y comenzaba a latir dándose contra las paredes de mi pecho; así, una y otra vez. Dudé y temí que fuera cierto pero el deseo de confirmar su presencia fue más fuerte que yo, y me moví para buscarlo.
Caminé como pude, sin importarme si me tropezaba, caía o pisaba a alguien, y en el momento en que me encontré con sus ojos, todo lo demás dejó de existir. Él no estaba lejos de mí, y había permanecido observándome a la distancia como un oscuro espectador. Se veía igual que siempre y al mismo tiempo, diferente. Sus ojos me miraban, sinceros y conocedores, viéndose meditabundo. Cuando estuve a solo unos pasos de él, me sonrió suavemente, quebrando la seriedad de sus facciones filosas. Llevaba su pelo, castaño claro, peinado a un lado con poco metodismo para verse desenfadado y rebelde. Y esa misma actitud se transmitía a su modo de vestir.
Me detuve frente a él, con los brazos cruzados y actitud pedante. Su sonrisa se ensanchó, ladeando su cabeza, encogiéndose de hombros imperceptiblemente.
— Veo que no has perdido tu costumbre de acechador, Darien Amell —canturreé. Él desordenó su pelo con las manos, y suspiró profundamente.
— Y yo veo que no dejas de ser una rompecorazones y aniquiladora de esperanzas, Isobel Novak —me respondió, moviendo su cabeza hacia el sitio donde había estado. Puse los ojos en blanco, sin ánimos de hablar de ese tema.
Las cejas de Darien se elevaron y sus ojos flamearon con vida. Siempre había tenido un encanto su mirada, y no sabía si era debido a lo expresiva que me resultaba o al color de ojos dispares; uno celeste grisáceo y el otro castaño. Él continuó mirándome a los ojos, sin evaluar mi aspecto o intentar seducirme, eso ya lo había hecho en el pasado.
— Te he extrañado —murmuró, suave y profundo, haciendo que mis sentimientos trastabillaran. No pude evitar sonreír y lentamente me acerqué a él, para enlazar mis brazos alrededor de su cuello en un abrazo.
— Yo también —le aseguré. Sentí como su cuerpo me aprisionaba contra el suyo y luego depositó un beso a un lado de mi cabeza.
ESTÁS LEYENDO
Besos en el cuello |Finalizada|
Ficción GeneralIsobel detestó a Darien desde el primer momento en que lo conoció. Darien se intrigó en Isobel desde que puso los ojos en ella. Algunas relaciones están destinadas a ser efímeras, y otras a traspasar las barreras del tiempo. 1º Edición Agosto 2015 2...