.Capítulo 24.

13.4K 909 42
                                    

|DARIEN|

6 meses después.

Estoy de vuelta en Clemencia mucho antes de lo que creí, por una razón muy diferente a la que podría haberme traído aquí. Los nervios y la ansiedad me recorren como un cosquilleo. Una vez me bajé del taxi, caminé a paso inestable hasta el umbral de la puerta, y a pesar de todo, encontré el coraje necesario para tocar el timbre.

La espera me inquietaba aún más, y las dudas llegaron, colisionando con fuerza. De pronto la puerta se abrió, y todos los miedos de deshicieron en el aire al ver un par de ojos castaños que se mostraron sorprendidos. Ella estaba tan sorprendida como yo desorientado al estar allí. Sus ojos se tornaron cálidos y susurrando mi nombre, sonrió entre lágrimas y extendiendo sus manos para abrazarme.

— Hijo mío, ¿Qué haces aquí? —dijo emocionada. Cerré los ojos e intenté olvidar lo que sabía, concentrándome en mi madre y su felicidad.

— He venido a visitarte, te extrañaba —respondí, cerrando los ojos y abrazando bien fuerte a mi madre, sin querer pensar en otra cosa. Ella llorisqueó un poco, y tras sostenerme como si fuese un niño, me dio la bienvenida a la casa que siempre sería mi hogar.

El particular aroma de mi casa, me trasladó a mi infancia y adolescencia. Reproducía en mi mente cientos de imágenes de los buenos momentos allí, y la sensación de protección me abrazaba cálidamente. Me sentía torpe siguiendo los pasos de mi madre, sin poder dejar de observarla mientras me guiaba hasta la sala.

La observaba como si fuese la primera vez que la miraba. Su cabello castaño ocre, como el mío, tenía la intromisión de algunas canas. Pero eso no le quitaba su belleza. Sus ojos castaños eran tan amables y cariñosos como siempre, y la sonrisa seguía inspirándome a sonreír más. Suspiré con mis ojos puestos en ella, quien intentaba hacerme sentir cómodo cuando ya lo estaba desde el instante en que vi que estaba bien.

— Realmente no te esperaba aquí, cariño. No sabes cuánto me alegra verte —dijo, con los ojos repletos de lágrimas que no querían salir. Posó sus manos sobre mi rostro y lo sostuvo con cuidado.

Los nervios se fueron. La tranquilidad llegó, y toda la fortaleza que estaba teniendo, parecía querer quebrarse.

— Estoy feliz de estar acá —susurré, con el corazón encogido. Quería ser fuerte, pero no estaba resultando al tenerla frente a mí. Sonreí y me acosté sobre su regazo. Sentí pequeñas lagrimas caer silenciosamente por mi cara.

— ¿Sucede algo Darien? —me preguntó, en tono de preocupación. Negué rápidamente, borrando cualquier rastro que la alertara, y me mostré jovialmente sonriente, como siempre.

— ¿Qué tal un café, y me cuentas todo lo que has hecho en estos días? —pregunté, sacudiendo mi pelo, y buscando alrededor algún otro miembro de mi familia.

— Hablamos ayer —respondió con sutileza, y le sonreí con el encanto que a ella le divertía.

— Entonces, cuéntame todo lo que has hecho desde ayer hasta hoy —opiné, poniéndome de pie y tendiéndole la mano a mi madre. Ella no dudó, se mostró feliz y aceptó mi invitación como si fuese la mejor propuesta del mundo...

Las cosas habían cambiado desde la última vez que había estado en Clemencia.

Mis padres estaban a punto de jubilarse. Mi hermano se había casado y tenía un hijo, lo que me convertía en tío de un niño que aún no conocía. Mi prima Claire estaba casada y con una hija. Mi mejor amigo Seth se había mudado de ciudad en busca de trabajo. E Izzie vivía con su padre en busca de un poco de conciliación familiar, mientras trabajaba en tribunales y tenía su propio espacio en el buffet de abogados de su padre.

Besos en el cuello |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora