.Capítulo 27.

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|DARIEN|

Así que Isobel, ¿Estás creando alguna especie de plan maquiavélico? —le pregunté al salir al patio y encontrarla sola, sentada observando el cielo.

Aquello había sucedido hacía diez años aunque pareciese ayer.

Ella me había mirado con sus oscuros ojos, un tanto más sagaces y amenazadores que ahora. Analizó mi aspecto y se volteó con cierta arrogancia.

Un plan satánico, necesito una víctima inocente. ¿Voluntario? —preguntó con altanería, y me moví escurridizamente hasta su lado con expresión soberbia.

Me conmueve que me llames inocente, pero siempre me gustó ser de los malos —comenté con diversión, solo para ver como reaccionaba a mí. Ella sonrió burlonamente y puso los ojos en blanco, tan austera como siempre.

Además de la actitud, y el cigarrillo, el cual deberías dejar, ¿Qué más te ubica entre los malos? ¿Odias a los cachorros o sacrificas pollitos? —preguntó.

Reí ante su pregunta y me senté junto a ella, guardando un espacio de seguridad entre los dos. Ella no era una persona a la que le gustaba la cercanía física, mucho menos la emocional. Y respetaba eso. No quería terminar herido en mi afán de buscar conocerla.

Simplemente me caen bien lo malos, hay algo en la forma liberal en que actúan que me gusta. Además sé bailar muy bien —le dije, mirándola fijamente. Ella no rompió el contacto visual conmigo, manteniendo aquella fiereza en su mirada en no flaqueaba, y que me atraía cada vez más.

Izzie elevó sus cejas con sarcasmo, y le sonreí con fingida inocencia.

¿Bailar te hace un chico malo? —preguntó.

Oh sí, somos los peores —susurré profundamente, con diversión y dramatismo.

Por más que intentó no reír, una suave sonrisa brotó de sus labios y sentí que mis esfuerzos valieron la pena. Toda su expresión se relajaba cuando lo hacía, aun cuando mantenía cierto control. La forma en que se iluminaba hacia mi corazón suspirar por más sonrisas como esa.

¿Y tú a qué categoría perteneces? —le pregunté luego, con curiosidad.

Izzie se encogió de hombros y miró una vez más el cielo nocturno, perdiéndose en sus pensamientos por un momento.

No soy nada —me respondió.

La observé mientras apagaba mi cigarrillo, e intenté decodificarla de algún modo, pero era tan difícil llegar a ella como encontrar agua en un desierto.

Creo que eres de los míos —susurré. Ella no respondió, solo me miró con sagacidad y condena. A la espera de alguna explicación—. Podrías romperle el corazón a cualquier bastardo sin siquiera proponértelo —agregué, porque sabía que ese era mi destino si seguía encantado por ella.

Izzie parpadeó, anonadada. Me mantuve mirándola. Analizando sus turbulentos ojos y el aura de fiereza que transmitía.

Si crees que con solo un rato has podido codificarme, estas equivocado —murmuró, en medio de un suspiro, volviendo a cerrarse en sus pensamientos. Y yo sonreí para mí mismo, porque aunque parecía ser un paso hacia atrás, podía convertirlo en muchos pasos hacia adelante si me lo proponía.

Atrás quedaron esos tiempos en Bahía Azul. Ahora veía a Izzie frente a mí, y la notaba diferente. Aún seguía siendo la misma leona, desafiante y llena de coraje, capaz de pelear por defender lo suyo y proteger a todos. Pero algo en sus ojos me decía que estaba herida en lo más profundo de su corazón, y necesitaba remediar eso, si es que el culpable era yo.

Besos en el cuello |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora