.Capítulo 8.

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Me moví inquietamente en el calor que me rodeaba. No tenía noción ni de quien era ni de dónde estaba, hasta que giré bruscamente y sentí que alguien me aprisionaba más contra sí mismo. Tensándome, abrí los ojos, y mi respiración se agolpó en mis pulmones mientras me encontraba con la mirada dispar de Darien. Sus ojos estaban clavados en los mío, con expresión relajada y meditabunda. Se veía más despierto que yo, pese a lucir somnoliento, con el pelo desordenado y los ojos un poco hinchados.

Siempre era bueno recordar que Darien era normal y no lucía como un modelo de Armani cuando estaba recién despierto.

Lentamente, volví a respirar mientras continuábamos mirándonos en silencio. No escuchaba nada, más allá de nosotros y suponía que era de día porque la habitación estaba sumida en una serena claridad. Él suspiró profundamente, y sentí sus brazos rodeándome. El calor en mi interior se estaba volviendo cada vez más fuerte.

— ¿Sabes que te mueves demasiado mientras duermes? —preguntó en voz baja y serena, como si no quisiera romper con aquel preciado momento de paz. Asentí sin palabras y él sonrió suavemente.

Darien cerró los ojos, acomodándose. No sé en qué momento mi cabeza quedó apoyada sobre su brazo, y yo lo abrazaba cómodamente. Dudé si era adecuado sentirme cómoda en aquella situación, pero la verdad era que lo estaba. Él tenía un cuerpo compacto, más entrenado de lo que parecía, pero sin llegar a ser como esos que los abrazabas y podías sentir sus huesos.

— Lo mejor de dormir así es poder sentir tus tetas sobre mí —murmuró.

— ¡Darien! —Grité, intentando alejarme de él pero logró retenerme—, ya sabía yo que no podías ser tan inocente desde temprano —exclamé, sintiendo su sonrisa sobre mi pelo.

—Soy un ser humano y tengo debilidades. Supongo que mi erección te debe dar una pauta de cuan débil soy —comentó. Chillé, moviéndome sin éxito lejos de él, que me retenía con un abrazo; realmente ahora sí podía sentir todo de él.

— Tu micro-pene apenas se percibe, Darien —elevé mi voz.

Él rompió a reír a carcajadas, reemplazando el solemne silencio por una melodía hipnotizante que  me contagió. No podía enojarme con él por decir esas cosas, aunque quisiera. Esas eran las cosas que más adorada de nuestra relación, el poder hablar sin filtros de cualquier cosa.

Las risas se fueron deshaciendo y solo quedó el eco de lo ocurrido. Los dedos de Darien jugaron en mi cintura, y él me regaló un beso de buenos días en mi sien.

— ¿Cuáles son los planes para hoy Novak? —inquirió.

Aquel era un día nuevo. Un día que empezó con Darien.

Venían a mi mente las imágenes del día anterior, sobre la pelea entre ambos, y la pelea conmigo misma. Estaba cansada ya de hacer las cosas bien por los demás. Por un día, al menos, quería hacer las cosas bien por mí. Contemplé el rostro expectante de Darien; solo él lograba sacar completamente de mí a la Isobel optimista y soñadora, que quería arrasar con el mundo. Que los años encargaron de bajar los pies a la tierra, para recordarme que no era fácil la vida, que las cuentas se pagan con trabajo y no con sueños, y que los finales felices no existen.

Deseaba volver, y ese día solo sería mío y de él.

— Propongo que empecemos con un desayuno en la cafetería sobre la playa, compras en el muelle, visitar la librería esa que hay en el centro, y paseo por el parque —respondí.

El rostro de Darien se iluminó en un instante, y me sentí afortunada por haber sido la responsable. Su sonrisa se expandió desdeñosamente y me guiñó un ojo, para luego volver a acomodarse sobre mí.

Besos en el cuello |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora